«Ni en las mejores películas de pandemias podemos asemejar la sensación de ver y sentir nuestra realidad actual. El Coronavirus definitivamente ha cambiado nuestras vidas.»
Fundada el 5 de agosto de 1498 por Bartolomé Colón en la margen oriental del río Ozama y luego trasladada por Nicolás de Ovando en 1502 a la margen occidental del mismo río, Santo Domingo es conocida por ser el lugar del primer asentamiento europeo permanente en América, y por ser la primera sede del gobierno colonial español en el nuevo mundo.
En Santo Domingo se encuentran la primera catedral y el primer castillo de América; ambos ubicados en la Ciudad Colonial, zona declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Gracias a esto, la ciudad, especialmente su centro histórico, recibe aproximadamente un millón y medio de visitantes internacionales cada año.
Es el centro cultural, financiero, político y comercial de la República Dominicana.
La ciudad atrae a muchas empresas internacionales y franquicias debido a su ubicación geográfica y estabilidad económica; las sedes principales u oficinas regionales de dichas empresas suelen también estar localizadas en Santo Domingo.
En la semana mayor estamos acostumbrados a ver las procesiones por las calles de la Zona Colonial, época que los feligreses visitan las distintas iglesias que fueron construidas en la época colonial y recorren las calles como símbolo de devoción al Todopoderoso.
Los centros comerciales abarrotados de familias que salen a compartir, mientras otros parten hacia el interior a visitar a sus compueblanos y comer habichuelas con dulces son costumbres propias dominicanas
Repentinamente el humo del tapón, las grandes congestiones de las avenidas, los vendedores de las esquinas de los semáforos, la contaminación medioambiental y todos sus procesos se han detenido temporalmente.
Ya no tenemos que salir corriendo al trabajo, no tenemos que irnos rápido de clases, no tenemos que llegar a tiempo a una cita, porque el tiempo que nos faltaba ahora nos sobra.
Ese mismo tiempo que debemos aprovechar y desarrollarnos en lo que siempre quisimos, leer aquel libro que tienes guardado en una gaveta, ver las fotos del álbum familiar, hacer ejercicios o leer la palabra de Dios.
Compartir con los hijos, llamar a los padres y familiares, utilizar la tecnología para acercarnos es lo recomendable para aliviar nuestra carga emocional producida por el confinamiento necesario para salvar nuestras vidas.
Lo recomendable es pasar menos tiempo en las pantallas de los celulares y poder invertir ese tiempo en calidad de vida, organizar la casa, reparar algunos detalles que estaban pendientes, mantener la mente ocupada en lo que la situación vuelve a la normalidad.
Mientras médicos, enfermeras, policías, militares, bomberos, empleados del sector alimenticio y salud continúan luchando en primera línea de batalla nosotros podemos ayudarles quedándonos en casa para evitar más contagios y propagación de esta pandemia.
Los ríos se recuperan, la flora germina en paz, los peces nadan en las orillas y platas, los animales vuelven a recorrer los pastos que hace poco estaban hostigados, el planeta respira por primera vez en años.