Rafael Báez Pérez, Cucullo, hace esa ponderación del histórico triunfo al hablar de Maximiliano Gómez (El Moreno), secretario general del MPD, del que fue inseparable; de Cuba, de Fidel Castro, de sus disfraces y vida clandestina.
“Fidel quería mucho a los dominicanos”, afirma Cucullo, quien ha estado en Cuba como diplomático, delegado político, continuo viajero y residente temporal por los estudios de su hijo Rubén en la hermana Antilla.
Aunque no estuvieron nunca solos, él y otros militantes criollos de la izquierda celebraban con Castro encuentros maratónicos. En 1984, Fafa Taveras, Narciso Isa y Báez hablaron con él siete horas. “Tenía una obsesión con Santo Domingo, nos ofreció siempre colaboración. Después del triunfo de la Revolución lo primero que hizo fue ir a Venezuela a ofrecer ayuda a los exiliados antitrujillistas, con Rómulo Betancourt. A Hipólito Mejía le mandó un mensaje conmigo diciéndole que respaldaba al máximo la gestión de los juegos Panamericanos. Se interesaba mucho por nosotros”.
En 1981, a Cucullo le correspondió rehacer las relaciones con el Partido Comunista Cubano. Se habían enfriado, dice, pues Maximiliano Gómez “tuvo diferencias con el sistema económico cubano”. Acota que El Moreno “era un hombre muy independiente”.
“Fue un líder brillante, inteligente, racional, con una cultura propia muy amplia. Además era muy humilde”, agrega.
Refiere algunas de las visitas que le dispensaba en sus escondites, siempre camuflado con peluca, espejuelos y bigotes falsos y nunca desarmado. La última se la hizo a la casa de Federico Fondeur en el ensanche Ozama, el 14 de enero de 1970.
“Fui a buscarlo para trasladarlo a la UASD donde él tendría una reunión, y en la Máximo Gómez con José Contreras nos detuvo el capitán Joaquín Pou Castro. Hice esfuerzos para impedir que se lo llevaran.” Voceó tratando de llamar la atención “y eso facilitó que Maximiliano corriera, estaba un poco gordo debido a la clandestinidad”, recuerda y reitera su inútil empeño en conseguir con sus protestas que el político llegara a la Autónoma.
“Cuando tenía la punta de una ametralladora en mi boca no pude más, brinqué sobre la verja de un colegio y llegué a la Universidad sin un zapato. Cuando vinieron los compañeros ya El Moreno estaba preso”.
Otto Morales, prosigue, asumió la función del encarcelado, convocó a la dirección central de la organización para discutir la excarcelación del líder máximo. “Se planteó como solución secuestrar a un alto militar, a un funcionario o a un embajador”.
Se encontraban en prisión, además, otros miembros del MPD entre los que cita a “Platón, Santanita, Gil Torres, Manolo Plata… Eran 21”.
Otto, añade, se encargó de escoger al raptado y organizar el secuestro y en esas tareas contó con la participación de Amín Abel, Aquiles Maleno y Cucullo a quien asignaron la misión de preparar una manifestación en el parque Duarte cuando liberaran a los revolucionarios, quienes hablarían en el acto, que no se produjo. También le encargaron escoger el sitio donde esconderían al retenido. Una empresa de la calle El Conde aportó el dinero para el proyecto.
El secuestro de Crowley. La decisión recayó en Crowley, quien iba a diario al hotel El Embajador a jugar polo. Otto observaba sus movimientos desde una residencia de amigos del MPD que vivían cerca.
La vivienda alquilada estaba en las inmediaciones del kilómetro 9 de la autopista Duarte, “en un lugar de poco vecindario y de verjas altas”. La ocupó una pareja del partido con identidad falsa. Fueron dispuestos un equipo para el operativo y otro de retaguardia. Héctor Ortiz “se mudó de inmediato al domicilio para que la gente se acostumbrara a verlo”.
Cucullo enumera actuantes con sus pseudónimos: Amable (Amín Abel, jefe del operativo); Humberto (Héctor Ortiz), Román, Aníbal y Rolando, que conducía el vehículo. “Fello, Marién, Papo y Fellito” integraban la retaguardia, vestidos de militares”.
Tras varios ensayos utilizando cronómetros para precisar el tiempo de duración se efectuó la acción el 24 de marzo de 1970, a las 10 de la mañana. Duró 25 minutos, cuenta.
A este suceso dedicó Cucullo el mayor espacio en “La fuerza de mis vivencias”, publicado en 2003.
Al verse rodeado por hombres armados, Crowley no opuso mucha resistencia. Se le vendó y colocó boca abajo en la cama de la guagua cerrada. “Forcejeó un poco…”.
“Tomaron la ruta Sarasota, Winston Churchill y Roberto Pastoriza hasta la residencia escogida. En el trayecto, apunta, se le comunicó a Crowley la causa del secuestro. “Fue tratado correctamente, tal como había sido acordado por el compañero Otto y la dirección del partido”.
Excepto Amín y Héctor, que se quedaron con el coronel, los demás implicados regresaron a su cotidianidad mientras Otto se trasladó a una casa de Gascue a dar la noticia y dirigir las negociaciones.
Se inició tenaz persecución contra los miembros del MPD, especialmente contra Otto Morales, descubierto como responsable. Los presos fueron liberados y llevados a México y luego a Cuba. “Los militares de aquí querían matarlos y los americanos dijeron que no”. El arzobispo Hugo Eduardo Polanco Brito, Rafael Herrera y Bienvenido Mejía, presidente de la Asociación Dominicana de Abogados, negociaron. Monseñor acompañó al grupo hasta México el 26 de marzo, el mismo día que se puso a Crowley en libertad.
Fue dejado en la avenida Abraham Lincoln esquina Bolívar, por Héctor Ortiz, desatado y dejado en la acera. Declaró que no le hicieron daño.
Recrudeció la cacería contra dirigentes y militantes del MPD. Otto Morales fue asesinado cuando ya se había entregado en presencia de numeroso público y así de crueles fueron otros asesinatos, como el de Amín Abel. Cucullo debió ocultarse pero fue apresado en el Ensanche Luperón el 13 de enero de 1971 durante una reunión del alto mando del partido.
Esta vez no le sirvieron sus artificios para confundir. Había orden de fusilarlos “pero el que nos apresó, coronel Luis Arzeno Regalado, jefe del Servicio Secreto de la Policía, que reconoció seguido a Onelio Espaillat, dijo que no iba a matar a tanta gente”: Luis Sosa, Julio de Peña Valdez, Moisés Blanco Genao, Edgar Erickson, Cucullo…
Narra que “Balaguer estaba en Navarrete y Juan Bosch lo llamó para decirle que nos habían detenido, que cuidado con matarnos”.