Estudio, trabajo intenso, lucha por la libertad, la democracia y el logro de una sociedad justa han caracterizado la vida de Napoleón Núñez. La pérdida de visión “ha significado mucho”, expresa, pero no actúa ni siente como no vidente. Su voz ahora es su principal arma de combate.
Denuncia, protesta, sigue siendo el analista fogoso que buscan productores de radio y televisión de Bonao y Santo Domingo.
A sus heroicas vivencias agregó estudio y lectura constantes. Tuvo librerías y la distribución exclusiva de “Claridad” y “Vanidades”. Hasta hace poco mantuvo su programa “Analicemos”, a través de Radio Bonao y Radio Novedades, y con frecuencia es el invitado principal de telematutinos independientes.
Antes de Juan Bosch ser presidente estuvo entre los participantes de los grupos entrenados políticamente en Costa Rica, junto a Leonel López, Persia Herrera, Casimiro Castro y los catorcistas José Daniel Ozuna y Miguelina Galán.
Se trataba de la Escuela de Formación Política de Coronado, en ese país, donde adquirió conocimientos transmitidos “por buenos economistas” y profesores que impartieron “teorías sobre lucha de clases, manejo de la política, relaciones internacionales, organización de partidos políticos. Hubo una gran convivencia, participación, no solo en aulas sino en giras”.
El maestro, admirado por campesinos y obreros a los que alfabetizó y adiestró por el logro de una sociedad digna, fue víctima de persecución, cárcel y acoso durante largos años.
Estuvo preso en La Victoria, acusado de incitar a la huelga de los trabajadores de la Falconbridge, por instrucciones de Caonabo Reynoso, “que tenía sus reservas conmigo”. (Napoleón le impidió escapar durante la Revolución de Abril).
La empresa quería liquidar el sindicato y Napoleón, que también participaba en la impresión de los volantes del gremio, se pronunció por su programa.
Usaba el espacio “para llevar la acción y el pensamiento de los trabajadores de la Falconbridge, que violando principios se negaba a aceptar las enfermedades de los obreros para no pagarles lo que les correspondía de acuerdo con el Código de Trabajo. Muchos estaban afectados de “Silicosi industrial”. Además, Falconbridge, encabezada por Sacha Volman, no quería el sindicato, sostiene. Una huelga de 10 días de protesta, relata, “terminó en los terrenos de Falconbridge”.
“Ahí estaba yo, y Sánchez Baret, secretario de Interior y Policía, me vio”. Dice que el funcionario dio instrucciones al comandante del Ejército local para que lo hicieran preso y en el cuartel lo acusaron de no pertenecer al sindicato y de ser un agitador profesional. Él alegó haber estado representando a un sector del comercio y esgrimió, en su defensa, que Sánchez Baret y él habían sido compañeros del mismo partido y este quería demostrar “mano dura reprimiéndome”.
“Me veían con ojeriza”. Napoleón, quien cumplirá 81 años el próximo 16 de noviembre, es hijo de Elías Núñez Pérez y Victoria Rosario Paulino.
Su esposa, Rosa, ha compartido con él luchas y adversidades. Posee el mismo espíritu revolucionario y se ha movilizado junto al compañero valiéndose en ocasiones de relaciones para librarlo de apresamientos injustos. Compartió con él los diferentes escondites durante los 12 años de Balaguer y ahora es complemento que lo auxilia en el relato de sus memorables jornadas políticas. Rosa es prima de la combatiente revolucionaria Aniana Vargas.
La pareja procreó cinco hijos: Minerva Nicolasina, Victoria Patricia, Albania Nicolasina, Napoleón y Evelyn.
“Papá era andullero, de Baitoa, y tenía almacén de tabaco, recuas y mulos que cargaba de mercancía para vender en Haití, cruzando la frontera”, cuenta.
Pero en un regreso se encontró con que lo habían asaltado y llevado seis mil onzas “troy de oro”. “Decidió que allí no podía seguir y escogió vivir en Bonao, donde las nubes penetraban bastante, el terreno era bueno para el cultivo de tabaco”.
Al fallecer su cónyuge Efigenia Batista, casó con Victoria, hija del ganadero y terrateniente Soto Rosario. La joven contaba 20 años y Elías 80. “Papá murió de 112 años, no de enfermedad, sino de una caída de una mata de naranja agria. Comía una sola vez, se levantaba a las cuatro de la madrugada y desayunaba un ponche con cuatro yemas de huevo, café y una tercia de ron. Cenaba a las nueve de la noche y reposaba tres horas”.
Las luchas políticas de Napoleón, por tanto, han estado motivadas en un auténtico anhelo de cambios sociales. Se compadece de los pobres y es sensible a sus desgracias. Nunca lo ha movido el interés personal. Heredó una casa de su padre que transformó gracias a un préstamo. Desempeñó cargos importantes en el sector privado, en bancos y casas comerciales y “ni robé ni compré, habiendo tenido el control de todo eso”.
Peleó en la Revolución y al terminar la revuelta le dijeron que se quedara con el vehículo que usaba, y se rehusó. “Le dije a Fernández Mármol, jefe de la Caribbean Motors: compañero, le traigo este carro que usé, deme una constancia”.
– ¿En qué te vas?, le preguntó. “A pie”.
Adquirió otro automóvil por el que pagaba una cuota de 75 pesos “y al cabo de un tiempo lo devolví: no lo puedo pagar. Y me recibió el vehículo”.
Estuvo en la administración de Bosch “los siete meses que duró”, sin embargo, no aceptó funciones en los otros gobiernos del PRD, excepto en 2004, porque estos, según su parecer, “no realizaron los programas que se habían anunciado, fueron pusilánimes, incapaces de establecer relaciones con Cuba, tenían miedo, eran reaccionarios, anticomunistas, y me veían con ojeriza por la posición firme que siempre asumí”.
Dice que muchos antiguos compañeros “han vuelto los principios papel de sanitario, viendo donde van para hacerse necesarios, para levantar un Dios que se llama dinero”.
El segundo y último trabajo público de Napoleón fue “con César Sánchez” como encargado del departamento de Almacén de la CDE, en el Gobierno de Hipólito Mejía, del que dice que hizo un ejercicio excelente “en los primeros dos años, pero inmediatamente se produjo la reelección y la violación de los reglamentos establecidos por Peña Gómez, dejó de ser democrático, pasó a ser reeleccionista y yo admito responsabilidad porque participé en la reelección. Fue una gran traición a los principios de José Francisco Peña Gómez”.
Hoy, afirma, su vida “ha cambiado bastante” debido a complicaciones de cirugías de cataratas y luego de glaucoma que le redujeron considerablemente la visión.
“Me he sentido cohibido en mi independencia, debo aceptarlo. Pero tengo fe en que podré volver a ver. Aspiro a que mi país no siga por el camino que está recorriendo desde hace 20 años, de robo, corrupción, impunidad, mentiras para la búsqueda de dinero como sea”, porque “el vil metal” a su juicio, “se ha constituido en un Dios”.