La sociedad dominicana acaba de pasar una gran prueba, eligiendo un nuevo gobierno en primera votación, como mandaba la desgracia del coronavirus, salvando la institucionalidad democrática y dejando atrás un partido y un gobierno podridos en la corrupción y la descomposición y pretendiendo eternizarse en el poder abusando de todos los recursos del Estado.
Para los que ponemos por encima de todo los supremos intereses de la sociedad y creemos en la alternabilidad democrática y la sana competencia electoral, hay motivos de sobra para celebrar el salto que se veía llegar clarísimamente, como lo marcaron 41 de 47 encuestas publicadas desde enero y otras reservadas.
Pero la acelerada expansión del Covid-19 en el país obliga a aplazarlo todo para, por fin, concertar una batida a la pandemia.
Ni las autoridades salientes ni las entrantes pueden pretender que esperemos la instalación del nuevo gobierno para reformular el combate a la enfermedad, fundamental para contener un deterioro económico y social sin precedente, que lanza al desempleo a cientos de miles, quiebra decenas de miles de empresas medianas y pequeñas y sume en la pobreza inmensas franjas sociales.
Tenemos que reconocer que hemos fracasado en contener la expansión del virus, porque se pretendió convertirla en una oportunidad de reposición política, privilegiando los negocios, con licitaciones escandalosas y fallidas, porque el gobierno evadió la responsabilidad de negociar directamente la obtención de los equipos, medicamentos e insumos fundamentales.
Porque puso mayor interés en repartir subsidios que apenas mitigan el hambre, que en resolver la crisis sanitaria para generar una pronta reactivación de la economía y el empleo. Fueron diligentes en mantener el estado de excepción hasta el final de la campaña electoral, para acorralar a la oposición, mientras ellos se movían a sus anchas.
Confiado en rentabilizar políticamente la pandemia, como confesó el presidente Danilo Medina que esperaba, evadió todas las sugerencias de concertación política y social para potenciar sinergias en el difícil combate, y despreció las ofertas de la oposición partidista, de los gremios de la salud, de la Alianza por el Derecho a la Salud que agrupa a decenas de organizaciones sociales que trabajan en el sector, ignoró una propuesta de pacto por la salud y ni cuando realizó “operativos masivos de prevención” quiso dar participación a los ayuntamientos que acababan de ser renovados, ni a las organizaciones comunitarias.
Cuando se inició el programa de reactivación, no se adoptaron las previsiones necesarias, por ejemplo se pretendió que era suficiente la tercera parte del precario transporte estatal, y la población se apiñaba en carritos de concho y minibuses. El contagio no creció por las violaciones al toque de queda, como se aducía, sino por las aglomeraciones en mercados, en el transporte, y hasta en los repartos sociales y políticos del gobierno, y por la búsqueda de la comida diaria por la inmensa legión de los chiriperos y trabajadores informales. La policía informó que apresó 92 mil personas por violar el toque de queda que duró 100 días, menos del uno por ciento de los 10.5 millones de dominicanos.
Ahora se pretende echar la responsabilidad a la población por los descuidos en prevenir el contagio, pero la realidad es que desperdiciamos tres meses de emergencia, durante los cuales el número de pruebas diarias para detectar y aislar el virus era de 903 hasta mitad de mayo, después de la desescalada ha subido sobre los dos mil. Desde el 15 de junio el promedio diario de contagios se duplicó de 365 a 770, y el de fallecidos pasó de 5.9 al 9.4 de las últimas dos semanas. La tasa de positividad de las pruebas subió de 18 a 24% y los internos en cuidados intensivos de 145 a 211.
El discurso presidencial a mediados de abril y de mayo era que estábamos aplanando la curva y nos comparaba con España y Estados Unidos, en vez de hacerlo con la el Caribe y Centroamérica, donde somos de los peores. Por lo menos España ha controlado la pandemia y nosotros nunca hemos podido detener la curva ascendente. Así que tampoco se puede hablar aquí de rebrote. Lo que hay es un enorme fracaso.
Otro legado terrible del gobierno del Partido de la Liberación Dominicana y Danilo Medina, que no admite plazo para enfrentarlo colectivamente, como propuso muchas veces el presidente electo Luis Abinader, sin que le respondieran ni por cortesía.-