Ateísmo y judaísmo: Alemania del siglo pasado

Ateísmo y judaísmo: Alemania del siglo pasado

Rafael Acevedo

Como afirmé en el artículo anterior, el ateísmo moderno tiene mucho que ver con el judaísmo en la Alemania del siglo pasado.

Especialmente, con la marginalización y obstrucción a los intelectuales de esa etnia.

Tampoco es difícil imaginar la situación que vivieron muchos hombres de ciencia desde tiempos anteriores, cuando la Iglesia condenó a Galileo por haber dicho que la tierra se movía alrededor del sol.

Todo el que tenía un poco de sentido común y no era fanático religioso, tuvo que sentir desacuerdo con esa sentencia; ya que usar el entendimiento podía ser causa suficiente para perder la vida. Y ni que decir de la Inquisición y las Cruzadas, responsables de enorme cantidad de salvajadas; hechos indecibles que bastaban para tenerles repugnancia a la Iglesia, a Jesucristo y a todas las religiones.

Y hasta un humano que no haya sido adoctrinado desde su primerísima infancia, puede ser propenso a una repugnancia soterrada y casi instintiva contra la religión. (No contra Dios).

Estos conflictos, llevados a cabo en Occidente, han sido, con mucho, responsables del distanciamiento entre personas instruidas en las ciencias naturales y sociales, y las diversas formas de religiosidad.

De las mayores víctimas de este conflicto, ha sido el propio pueblo de Dios, los judíos. Aunque a menudo las principales causas de estas persecuciones no eran de tipo religiosos; aunque su religión fuera factor de desprecio y hostigamiento.

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En un libro que publiqué hace unos años, “Esaú”, explicaba que es muy probable que esto se debiera a que, entre otros motivos, los judíos son desde siempre un beligerante y consistente proyecto de nación; que tuvo momentos de vivir en medio de otras naciones; lo cual no era nada aceptable para un proyecto organizado y poderoso, orgullosa y rabiosamente nacionalista, como lo fue la Alemania de Hitler.

El gran sociólogo alemán, Max Weber, destaca que para un judío era prácticamente imposible destacarse en una carrera universitaria o científica. Huir de la religión, propia o ajena, era a menudo una opción inteligente. Incluyendo, a menudo preferentemente, refugiarse en el ateísmo.

El caso del gran músico judío austríaco Gustav Mahler lo he citado como ejemplarizante. Este virtuoso tuvo la inteligente ocurrencia de convertirse al catolicismo, con lo cual finalmente logró (1897) ser director de la que entonces se consideraba la más notable institución musical, la Ópera de la Corte de Viena (Wikipedia).

Pero se ganó la persecución y el desprecio de su raza para toda la vida. Y no podía ser para menos, que un judío se metiera a católico, precisamente a ser de esos que los perseguían y maltrataban.

Otros judíos de entonces, como cualesquiera gentes educadas y con sentido práctico de todos los tiempos, se desplazaron hacia el ateísmo, declarándose sin religión alguna, saliéndose de ese pleito. Otros, inspirados en movimientos sociales de la época, como Marx, habrían declarado que ese tema no era científica ni intelectualmente serio, o simplemente, que Dios no existe, y que la religión es puro invento del hombre. (Continuamos, SDQ: Si Dios quiere)

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