La presente coyuntura pre electoral está signada por una sorda lucha fratricida entre las dos facciones mayoritarias del PLD que por momentos induce a una facción, o las dos juntas, a violentar elementales principios constitucionales y/o desconocer leyes electorales y a su propia JCE. Esta coyuntura discurre en medio de una serie de reformas electorales, aún no totalmente comprendidas por todos los partidos y que el partido oficial quiere desconocer y/o violentar.
En su lucha interna, este partido ha sido agresivo en el desconocimiento de su propia legalidad y la del Estado buscando reproducirse en ese poder, lo cual obliga a la oposición, en sus diversas vertientes, a desarrollar iniciativas audaces para detener los designios peledeístas.
Otro elemento que hace esta coyuntura pre electoral completamente distinta de las anteriores, es que discurre en medio de un altísimo sentimiento de repulsa a la intolerancia y prepotencia del núcleo duro del actual gobierno y de todo el PLD. Un 58.4% quiere que sea otro el partido que gobierne el país a partir del 2020 y un 68% se opone a que el danilismo modifique la Constitución para continuar en el poder. A ese sentimiento, la facción danilista responde con el desconocimiento de las leyes que impiden la reelección y la independencia de otros poderes del Estado, creando un clima de intimidación general y de claros deseos de imponerse en el control del Estado de manera absoluta a cualquier costo.
Ante eso, la oposición debe enseñar sus dientes, e ir más allá de las denuncias en sus diversas modalidades en los medios de comunicación, en el
Congreso y demás instancias del Estado donde está presente, haciendo acciones de calles, conectándose de ese modo con el sentimiento arriba señalado, el cual no es otra cosa que una expresión de las multitudinarias marchas de protesta contra la corrupción e impunidad que jalonaron gran parte del discurrir del presente gobierno. Eso hace de esta coyuntura pre electoral, como ninguna otra de nuestra reciente historia política, la de mayores potencialidades para producir cambios trascendentales en el sistema político del país.
De las anteriores, es la coyuntura de mayor potencialidad para producir una regeneración democrática e institucional de esta sociedad. Pero, para eso es necesario que, a diferencia de otras coyunturas electorales, la oposición trascienda la cultura opositora meramente parlamentaria y de casi única presencia en unos de medios de comunicación que se han convertido en el escenario casi único de hacer política. Las marchas de protesta escenificadas por casi tres años contra el estado de cosas calamitoso en que el partido de gobierno ha sumido el país, constituyen el más importante aporte al acervo de la cultura política dominicana y, por las amenazas contra las instituciones en que discurre la presente coyuntura, constituyen un óptimo recurso para producir un cambio de régimen.
Vivimos el tiempo para la audacia e inteligencia políticas, el de esas acciones de masas que han producido profundos cambios de sistemas y de lógica política en diversos países. Sólo con esas armas podrá detenerse la voracidad de un grupo político/económico que, usando su partido, se empecina en mantener su poder, desconociendo toda regla de convivencia democrática.