Turistas sentados en un viejo automóvil estadounidense en La Habana Vieja, Cuba, el viernes 26 de septiembre de 2014.FRANKLIN REYES/FOTO AP.
Santiago, Cuba. Huele a pintura fresca, a barniz recién colocado en las remozadas puertas de madera del casco histórico. Hay un nuevo malecón con canteros de plantas y con bancos de hierro para disfrutar de la brisa del mar. Las calles fueron saneadas y la ciudad, la segunda del país, que acaba de celebrar 500 años, está llena de farolas relucientes y brillantes luminarias.
Con La Habana saturada de miles de turistas de todos los rincones del mundo visitándola y la expectativa de que cada vez más estadounidenses viajen a Cuba para saborear la fruta prohibida, Santiago, a unos 800 kilómetros al este de la capital, espera recibir algo de la derrama económica que traen los visitantes.
Pero el camino, que muchos esperan haya comenzado finalmente con las obras de renovación para las festividades de conmemoración de sus 500 años este verano, todavía es largo, debido a la falta de infraestructura de excelencia, de actividades extra hoteleras, de carreteras adecuadas y de promoción internacional, entre otros.
Un recorrido realizado por The Associated Press por la ciudad y entrevistas con personas que viven del turismo mostró la preocupación por la ausencia de visitantes en todo su potencial, y sus esperanzas de revertir esa situación, fenómeno que viven también en otras ciudades del país que no perciben los ingresos de grandes polos como la capital o como el afamado Varadero.
Según las cifras de un estudio de la Universidad de La Habana del economista y profesor José Luis Perelló sólo un pequeño porcentaje de las tres millones de personas que viajaron a Cuba en 2014 van hasta Santiago.
“No están vendiendo a Santiago, están vendiendo La Habana y el centro del país, de Santiago se han olvidado”, se lamentó ante la AP Gladys Domenech, de 63 años y quien desde hace 12 alquila una habitación en su casa ubicada en el casco histórico de la ciudad, y que tiene una terraza amplia, con vista al mar, un oasis en el intenso calor santiaguero.