¡Ay Dios! ¡Ay Dios! ¡Por el decoro y la honestidad!

¡Ay Dios! ¡Ay Dios! ¡Por el decoro y la honestidad!

Ética y moral, por Javier R. Cinachi
Moral no es un niño asustado,
En un rincón de las mentes.
Ni ética es algo del pasado,
O una ruina que se pierde.
Son y deben ser coronas…
Que en las cabezas resplandezcan.
No es una joya rara, sucia y olvidada,
Exhibida como algo extraño a la mirada.
Moral no es un simple disfraz,
Que desempolvado se use para ocultar.
No es ética un aro que se cuelga,
en los oídos para adornar.
Moral y ética deben ser las simples ropas,
que uno viste cada día de su vida,
fina corona en las cabezas,
y parte desarrollada del alma.

Escribo estas reflexiones en la tranquilidad de la montaña, un tranquilo sábado primaveral. Lo triste de estas notas, es que, en medio de mi oasis personal, estoy pensando y llorando por este país nuestro que sigue sumergido en el terrible y siniestro abuso de poder. Las ambiciones de los que se fueron, y las apetencias de algunos de los que llegaron, se mantienen como dolorosas y punzantes constantes de nuestra dramática, muy dramática, historia del poder político en nuestros 177 años de vida republicana.

El cáncer de la corrupción corroe a la sociedad dominicana. Agonizan de forma irremediable los conceptos de ética y moral. El Estado de derecho, el sueño de los utópicos e ilusos se aleja en el horizonte. El dolo forma parte de nuestra vida cotidiana. Está presente en el sector privado, en el sector público y en el corazón del pueblo mismo. Los actos de pequeñas y grandes dimensiones se repiten día a día, como parte de nuestro ser identitario. ¡Oh Dios, Oh Dios cuánto maldigo, una y mil veces, esa parte de mi identidad heredada! ¡Qué terrible herencia!

¡Oh Dios! ¡Oh Dios! Los niveles de corrupción han aumentado con el tiempo, hasta dimensiones insospechadas en este pequeño país, que por los abusos de poder no hemos podido levantarnos como pueblo y nación, como bien describió nuestro Pedro Mir:
Decid al viento los apellidos
de los ladrones y las cavernas
y abrid los ojos donde un desastre
los campesinos no tienen tierra.
El aire brusco de un breve puño
que se detiene junto a una piedra
abre una herida donde unos ojos
los campesinos no tienen tierra.
Los que la roban no tienen ángeles
no tienen órbita entre las piernas
no tienen sexo donde una patria
los campesinos no tienen tierra.
No tienen paz entre las pestañas
no tienen tierra no tienen tierra.
Las declaraciones en el juicio del caso Coral son alucinantes. ¿Cómo confiar en aquellos que supuestamente protegen a los ciudadanos? ¿Cómo establecer un “Estado de Derecho” cuando no podemos confiar en nuestras instituciones llamadas a “protegernos”? ¿Cómo se va a combatir la corrupción, si muchos de los corruptos están en las mal llamadas fuerzas del orden? Escuché asombrada a uno de los implicados, el denominado Girón, que pronunció a los cuatro vientos nombres sin temor. Todos vinculados a los organismos de seguridad nacional.

Y cuando esta bruma existencial me domina, pienso en Ulises Francisco Espaillat. Y comencé a leer ¡una vez más! las ideas de este hombre honesto y bueno que aceptó el reto del poder político y se frustró tanto que escribió en una de sus misivas “nada podrá levantar la lápida con la que fueron sepultados todas mis ilusiones”. Es increíble e impresionante cómo algunos de sus planteamientos todavía tienen vigencia:

“Hay épocas en las que oímos repetir tantas veces que nos debemos a la patria y que por ella debemos de sacrificarnos, que al fin nos es fuerza comprender que la sociedad presiente un peligro y que, deseando evitarlo, acude a los hombres de buena voluntad a los cuales pide le consagren sus esfuerzos. Esos esfuerzos los debe a la Patria todo hombre que, medianamente siquiera, comprenda sus deberes y aún más le debe: le debe la vida; si la propia existencia fuese preciso sacrificarla para salvar la Independencia del país o sostener las instituciones patrias.

Esa exigencia de la opinión pública repetidas veces manifestada a diferentes hombres del país, parece indicar a las claras que la nación desea reunir en una sola la acción y los esfuerzos de aquellos de sus hijos que, sin más ambición que la de verla próspera y feliz, quieren consagrar su tiempo y sus desvelos a la ardua misión de encarrillar [sic] la sociedad, reuniendo en uno solo los diversos elementos buenos en que abunda aún esta sociedad: hasta hoy dispersos, quizás por falta de concierto.

Sí, pues, pudiera ser cierto que esta desea de buena fe su salvación, es decir, la salvación de los principios valdría bien la pena que le sacrificáramos todo. Empero, si este no fuera más que el deseo de unos pocos, no sería preferible optar por el sacrificio, tal como se practicaba entre los antiguos, a trueque de no verse expuesto a perder honra, reputación, como acontece en las dolorosas cuantas indecorosas guerras civiles.”

En su época no solo era la corrupción y el abuso de poder, sino también las constantes guerras civiles. En la nuestra, se ha elevado ad-infinitum el uso del Estado como botín pirata. Las cifras inimaginables golpean y hacen daño.

Mientras el dinero no tiene valor para esos corruptos, y se esfuma en los caprichos más absurdos; el país sigue teniendo los mismos problemas. En el sistema de salud: los hospitales sin el abastecimiento adecuado. Y muchas escuelas públicas, a pesar de los avances, siguen sin las condiciones necesarias. La mayoría del pueblo no cuenta con una vivienda digna; mi dinero, NUESTRO DINERO se despilfarra en villas lujosas, fiestas desenfrenadas y carros de lujos.


Urgen los cambios. Quiero medidas ejemplares para los corruptos de ayer, para los de hoy, para los que intentan ahora a escondidas para que no los pueda ver el jefe actual; medidas ejemplares para los que defienden el abuso del poder. Estoy cansada, triste, agotada, agobiada, molesta, y rabiosa.

Mientras el dinero no tiene valor para esos corruptos, y se esfuma en los caprichos más absurdos; el país sigue teniendo los mismos problemas. En el sistema de salud: los hospitales sin el abastecimiento adecuado. Y muchas escuelas públicas, a pesar de los avances, siguen sin las condiciones necesarias. La mayoría del pueblo no cuenta con una vivienda digna; mi dinero, NUESTRO DINERO se despilfarra en villas lujosas, fiestas desenfrenadas y carros de lujos.

Urgen los cambios. Quiero medidas ejemplares para los corruptos de ayer, para los de hoy, para los que intentan ahora a escondidas para que no los pueda ver el jefe actual; medidas ejemplares para los que defienden el abuso del poder. Estoy cansada, triste, agotada, agobiada, molesta, y rabiosa.

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