Hace tiempo vengo advirtiendo aquí, en este mismo espacio que de manera tan gentil me ceden el periódico HOY y su director don Bienvenido Álvarez Vega, de un fenómeno que a mi juicio es contradictorio y a la vez preocupante en relación a la comunicación, al periodismo y a los medios de comunicación.
Me refiero a que, aunque hoy día el desarrollo tecnológico de los medios es mucho mayor, la calidad de las informaciones y de quienes las difunden es cada vez más pobre. Esto es que el avance de las posibilidades técnicas de tener acceso a más información y en menor tiempo no se ha traducido en la publicación de informaciones mejor procesadas y más interesantes para el interés colectivo y la toma de decisiones, que es a lo que debe apuntalar el periodismo profesional.
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¡Todo lo contrario! Hoy día abundan las informaciones falsas dejando bien claro que bien pudiéramos estar en la Sociedad de la Información, pero muy lejos de la sociedad del conocimiento que señalaran autores como Peter Drucker.
De ese fenómeno han sido víctimas el Colegio Babeque Secundaria, la profesora Lauristely Peña Solano y la directora Rosalina Perdomo; la senadora del Distrito Nacional, Faride Raful, y el Ministerio Público, en las personas de Miriam Germán y Yeni Berenice Reynoso.
Se trata de la activación de campañitas negativas en redes sociales que parten de informaciones falsas y que tienen una marcada intención de desacreditar y hacer daño. En un primer momento no tienen eco en los medios reputados y formales, pero con el paso del tiempo terminan convirtiéndose en tendencia de una manera tal que son difíciles de ignorar, por lo que la gran prensa se suma, ya sea compartiendo las reacciones o explicando los fenómenos, y ahí las campañas logran mayor notoriedad.
Un ejemplo es el caso Babeque. Un grupito denunció e inició ataques en las redes porque supuestamente una profesora asignó de manera intencional y recurrente poemas con contenido sexual a niños y niñas. Luego la maestra explicó que fue un error al compartir un repositorio digital donde estaban estos poemas y el Colegio aclaró que ese contenido no forma parte de su currículo.
Otro ejemplo es Faride Raful, blanco recurrente de estas hordas digitales. Ahora, ante la no información pública de si será ella, Guillermo Moreno u otra persona quien ostente la candidatura a la senaduría del DN, las campañitas se han activado para venderla como un cadáver político.
Finalmente, el caso del Ministerio Público, que al igual que el de Faride no es nuevo, pero difiere del caso Babeque, en que quien ataca es un sector más formal y compacto que tiene la intencionalidad de desacreditar a la institución para restarle legitimidad a su accionar en el encausamiento de varias personas acusadas de corrupción, sobretodo del señor Jean Alain Rodríguez, quien fue procurador general de la República.
Y no se equivoquen, cada quien tiene derecho a la libre difusión de sus ideas y a diferir de manera pública de las de otras personas, no importa si se llamen Faride, Lausristely, Miriam o Yeni ni tampoco que sean instituciones como Babeque o el Ministerio Público.
El problema es cuando esto se hace manipulando y mintiendo, escudándose en informaciones que saben son falsas, y cuando se llega al extremo de llegar incluso a lo personal y a llamados a la violencia. Y es que, detrás de todo esto, lo que predomina es un discurso de odio, intolerancia y discriminación que se articula y se manifiesta contra personas e instituciones que abogan por el respeto a los derechos humanos, por la libertad de pensamiento.
Se trata de una articulación de la extrema derecha, de sectores recalcitrantes que en base a la difamación y la injuria quieren ganar en el tribunal de la opinión pública lo que no han sido capaces de ganar de manera legítima en la sociedad y, en su paso, no les importa llevarse trabajo de décadas.
Y lo peor es que hay una parte del sector empresarial y de la clase política que se está prestando a esto cuando apoya personas y personajes que son vanguardias de este accionar, a quienes patrocina y legítima, sólo porque son populares, sin darse cuenta de que bien pudieran estar afilando cuchillos para sus propias gargantas, porque después, y lo vemos en otros países, se convierten en bastiones que desde las urnas y luego, desde los gobiernos, practican políticas públicas totalitarias, propias del oscurantismo y no de sociedades democráticas a las que siempre debemos aspirar.
Me parece que República Dominicana no debería llegar a esos extremos, por lo que urge poner los candados temprano y no esperar, como siempre, a que nos roben primero. Aquí es vital el rol de las academias en formar ciudadanía y profesionales cada vez más capaces de distinguir las fakes news. Además, aunque incomode y sea un reto técnico dado el formato de las redes sociales, habría que pensar en consecuencias jurídicas para estas campañitas, porque si bien es cierto que la libertad de expresión es un derecho fundamental, ningún derecho es absoluto si daña a otros con delitos como difamación e injuria.
Después de todo siempre es bueno recordar que hoy es contra ellas, mañana puede ser contra cualquier otro u otra.