“Peña Gómez cometió un error en la campaña política de 1994, y subrayándolo no quiero lastimar a la persona a la que me voy a referir pero sí me siento en la obligación de ser sincero y verdadero a la luz de la realidad histórica de aquel momento: la elección de Fernando Álvarez Bogaert como su candidato a vicepresidente fue muy negativa”.
Hugo Tolentino hace el análisis y revela que él trató por todos los medios de que José Francisco lo comprendiera “y es Álvarez Bogaert el primero que sabe esto porque a él, personalmente, frente a un grupo de amigos en la Internacional Socialista le manifesté que su candidatura le hacía daño a José Francisco Peña Gómez puesto que la enemistad que existía entre él y Joaquín Balaguer incrementaba los odios y el empeño del líder reformista por impedir el triunfo de Peña Gómez”.
Agrega que de seguro la presencia de Álvarez Bogaert “contribuyó a que el fraude fuera decidido en proporciones todavía mayores de lo que fue”.
Tolentino no oculta el aprecio que sentía por José Francisco y en estas entrevistas lo evidencia no solo por el descontento que expresa cuando menciona a las personas que le hicieron daño político y personal impidiéndole alcanzar sus metas o haciendo mofas de su color y de su procedencia sino porque de todas las figuras públicas con las que colaboró o se relacionó es conversando sobre este cuando más se extiende y entusiasma. El nombre del líder es reiterado en las prolongadas charlas y en casi todas las vivencias del ex rector de la UASD a partir de 1965.
Evidentemente, Hugo no solo fue su amigo sino su asesor y consultor gratuito y parece que ambos se profesaban admiración mutua. En las expresiones de Hugo Tolentino hay reproches hacia Balaguer y hacia Leonel Fernández, quienes a su juicio cerraron el paso de Peña hacia la Presidencia de la República.
Retomando los hechos de 1994, cuenta que después de la propuesta a Balaguer de que gobernara 18 meses -y Peña dijo que 24- el gobernante compareció ante el país por la televisión junto al dirigente del PRD y al secretario general del PLD, Lidio Cadet, y explicaron al pueblo el acuerdo a que habían llegado.
“Pero más tarde en la noche Peña Gómez me telefoneó: ‘¿Te llamaron para que vayas al Palacio?”. Al preguntarle por qué debería ir, José Francisco respondió que el documento se leería en la Casa de Gobierno. Hugo replicó que Balaguer lo había comunicado por televisión que porqué ir al Palacio.
“No fui, y al otro día al leer los acuerdos me di cuenta de que Peña Gómez había caído en una trampa. El pragmatismo y el engaño abusaron de su generosidad queriendo él buscarle la paz al pueblo dominicano: subieron a la mayoría absoluta, o sea a más del 50 por ciento el porcentaje para acceder a la Presidencia de la República, con la que frustraron en las elecciones de 1996 las posibilidades de José Francisco Peña Gómez de ser presidente”.
Exclama con enfado que contra Peña “se esgrimió el antihaitianismo más elemental, xenófobo y racista”, no solo Balaguer “sino que en el PLD la campaña de Leonel Fernández profundizó esa xenofobia y ese racismo en las propias barbas de un Juan Bosch disminuido”.
“Sin embargo, Peña Gómez siguió su rumbo y tal vez no me equivoco si digo que él será para el pueblo más presidente, más líder, más dominicano que todos esos que hoy bravuconean con el nacionalismo y viven de algazaras patrióticas para venderse como dominicanos”.
Para Tolentino, Peña Gómez ganó las elecciones de 1996 en la primera vuelta “y en la segunda ya se coaligaron Balaguer y Leonel, pero en la primera ganó”.
¿Complejos de personalidad? Hugo y José Francisco Peña Gómez recorrieron juntos prácticamente el mundo y el país. Más de una vez se ocultaron en el mismo lugar ante la persecución balaguerista y cuando estaban libres se reunían con frecuencia en la casa de Tolentino o en la de Milagros Ortiz Bosch. Por tanto, existía una excepcional confianza entre ellos y ninguno más autorizado que el historiador, educador y político para definir la personalidad del líder. Se le pregunta si Peña tenía complejos de personalidad.
“Yo creo que Peña Gómez no exhibía de manera aparente, por su forma de comportarse frente a todo el mundo, complejo por su color, pero sí reaccionaba frente al cuestionamiento acerca de sus orígenes haitianos”, responde.
Agrega que “no es que no tuviera prejuicio por ser negro pero eso no era algo que lo limitaba y no hay mayor ejemplo que su desarrollo a nivel internacional e inclusive nacional, pero desgraciadamente nunca supo vencer el problema de sus orígenes, de su madre o su padre haitianos”.
Narra Hugo que le repetía de manera incesante, “y son testigos otros amigos íntimos de él”:
-Tus enemigos dejarán de fastidiarte con ese problema el día que tú lo asumas. En este país, como tú hay cientos de personas, como tú lo fueron Lilís y Luperón y no lo negaron.
Sin embargo, confiesa Tolentino que frente a él mismo “reaccionaba diciéndome que sus padres no eran haitianos y defendía esa situación”.
Concluye: “creo que el problema de la identidad que le plantearon no pocos mal pensantes mortificó profundamente a Peña Gómez y no lo pudo superar”.