“Concibió una vez más y dio a luz un hijo, y dijo: ‘Esta vez alabaré al Señor’. Así que le puso por nombre Judá (Alabado). Y dejó de dar a luz”. Génesis 29:35.
Hace unos días, una amiga muy querida con la que siempre hablo temas de la fe, me llevó a navegar en las escrituras. Ambas, conocimos a fondo a un personaje muy interesante de la Biblia, una mujer menospreciada, no muy querida por su esposo, pero que supo llevar ante Dios su situación recibiendo luego la mejor de la mejor de las honras.
A ti mujer, invito a ponerte cómoda, tomate un té o un café mientras recibes estas enseñanzas de parte del Señor.
Lea era la hermana mayor de Raquel y lo primero que se nos dice de ella es que sus ojos eran delicados y tristes. Lea fue la presa que utilizó su padre, Labán, para engañar a Jacob quien estaba enamorado de su hermana Raquel y por quien había trabajado siete años para casarse con ella. Pero sucede, que el día de la boda Jacob se llevó la sorpresa de su vida, al quitarle el velo a la novia se dio cuenta que se había casado con Lea y no con su amada Raquel.
Luego Jacob se casa con Raquel y pasa a tener dos esposas, generando esto celo, división y envidia. Tendría que ser muy difícil para Lea tener a su hermana por rival y, además, saber que Jacob amaba más a Raquel. Sin embargo, vemos cómo Lea fue aprendiendo a tener contentamiento. En los nombres de sus hijos miramos ese proceso en el que ella finalmente descansa en su Dios:
“Y concibió Lea y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Rubén (Vean, un hijo), pues dijo: ‘Por cuanto el Señor ha visto mi aflicción, sin duda ahora mi marido me amará’. Concibió de nuevo y dio a luz un hijo, y dijo: ‘Por cuanto el Señor ha oído que soy aborrecida, me ha dado también este hijo’. Así que le puso por nombre Simeón (El que oye). Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: ‘Ahora esta vez mi marido se apegará a mí, porque le he dado tres hijos’. Así que le puso por nombre Leví (Apegado). Concibió una vez más y dio a luz un hijo, y dijo: ‘Esta vez alabaré al Señor’. Así que le puso por nombre Judá (Alabado). Y dejó de dar a luz”, Génesis 29:31-35.
“Escuchó Dios a Lea, y ella concibió y dio a luz el quinto hijo a Jacob. Entonces Lea dijo: “Dios me ha dado mi recompensa porque di mi sierva a mi marido.” Y le puso por nombre Isacar (Recompensa). Concibió Lea otra vez y dio a luz el sexto hijo a Jacob. Y Lea dijo: “Dios me ha favorecido con una buena dote. Ahora mi marido vivirá conmigo, porque le he dado seis hijos.” Y le puso por nombre Zabulón (Exaltado). Después dio a luz una hija, y le puso por nombre Dina”, Génesis 30:17-21.
Vemos luego como Raquel tuvo envidia de Lea por los hijos que pudo concebir mientras ella era estéril.
Al final, Lea tuvo seis hijos y una hija. Fue una madre piadosa y, en los nombres que le puso a sus hijos podemos ver su relación tan íntima y personal con Dios.
En toda la narración bíblica de estos acontecimientos, podemos ver también que Lea fue una mujer totalmente fiel a su marido Jacob. Ella le amaba y no se cansó de buscar su amor. Aunque Jacob la trató bien y la llegó a amar también, Raquel siempre sería la preferida. Mientras tanto, Lea era una mujer de fe y oración: buscaba y clamaba a Dios por su difícil situación; al fin y al cabo, no fue decisión de ella casarse con Jacob.
Cuando Jacob regresó a Canaán con toda su familia, Raquel murió en el camino y Lea llegó a ser su única esposa. No más rivalidades, no más menosprecios. Más adelante, leemos que de su hijo Judá vino el Mesías, el Salvador; y de su hijo Leví, la tribu dedicada al sacerdocio y al servicio de Dios en el tabernáculo y en el templo, de donde salieron Moisés y Aarón. Sin duda, Dios bendijo grandemente a esta mujer.
El Señor dejo bien claro su amor hacia Lea, tanto, que hasta en sus últimos días fue tratada con honor al ser enterrada en la cueva donde sepultaron a Abraham, Sara, Isaac, y Rebeca, y donde el mismo Jacob sería sepultado. Ahí estaban los patriarcas y las matriarcas y ahí estaba ella, la que en algún momento fue menospreciada por los hombres, pero la honrada y amada por Dios.
Enseñanza que aprendemos de Lea:
- Nos recuerda el diseño divino de Dios para el matrimonio: un hombre y una mujer. Esto parece obvio, pero creo que se debe recalcar. La bigamia solo trae problemas y amarguras dentro de la relación familiar. Una esposa es amada y la otra despreciada. Hay celos y envidias. Con razón la enseñanza bíblica sobre el matrimonio plantea un solo marido con una sola mujer. Posteriormente, la ley prohibió el casamiento simultáneo con dos hermanas.
- Lea nos recuerda el valor de un carácter piadoso. A pesar de las circunstancias adversas que soportó, en ningún lugar se nos dice que Lea era una mujer amargada y quejica. Por el contrario, la vemos llevando siempre su causa delante de Dios.
- Esta fue una palabra que se cumplió en Lea: Y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. 1 Corintios 1:28-29. La Biblia nos enseña que al final de la jornada lo que se hará es lo que Dios ha dicho, y que quien recibe honra es a quien Dios ha escogido, sin importar trayectoria, qué se piense o se diga de esa persona.
- Lea nos recuerda la importancia de descansar y confiar en Dios. ¿Cómo actuamos nosotras cuando las circunstancias son adversas? ¿Nos quejamos? ¿Nos deprimimos? ¿Le echamos la culpa a Dios? Lea debe ser un ejemplo y reto para todas. Aprendamos a echar toda nuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de nosotras. El apoyo o amor que Lea no pudo encontrar en su hermana ni en su esposo, lo encontró en Dios. Por medio de Cristo y su obra redentora, nosotras también podemos descansar y estar satisfechas en Él.
Espero que las enseñanzas que mediante la historia de Lea nos deja la Palabra, sean de bendicion para tu vida.
Dios te bendiga.
Dios te guarde.