En este libro docto, la autora y profesora de nuestra Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, discierne el pensamiento metafísico de Spinoza y califica su potencialidad utópica de materialista y capaz de desembocar en un régimen político de naturaleza democrática.
Recién finalizo la lectura de una obra filosófica importante es más, decisiva. Primero, por haber sido escrita en el país, al margen de apremiantes distracciones tipo primarias abiertas o cerradas, cuestiones de fondo como el valor inalienable de la letra y del espíritu de la Constitución de la República o el manoseado recurso a la reelección presidencial. Y segundo, porque obliga a confrontar desde el Caribe universitario a uno de los autores tradicionales de la filosofía cuyo pensamiento, por insospechado que esto parezca ser a más de trescientos años de distancia, considero que de todos los clásicos es el que debería preservar mayor vigencia en el mundo contemporáneo.
Me refiero a la obra de la doctora Elsa Saint-Amand Vallejo: La Utopía Materialista de Spinoza.[1] En este libro docto, la autora y profesora de nuestra Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, discierne el pensamiento metafísico de Spinoza y califica su potencialidad utópica de materialista y capaz de desembocar en un régimen político de naturaleza democrática.
De seguro que al igual que sucedió conmigo, otros tantos lectores no podrán hacer menos que reconocer a la autora por la serena maestría pedagógica con la que aborda la interpretación de tan complejo autor; y también, felicitar a la Editorial Universitaria de la UASD por poner en manos de lectores inconformes 380 páginas bien editadas, tan eruditas, como polémicas.
Sin más preámbulo, y dejando para próximos artículos entrar en el contenido y alcance de la obra en cuestión, me permito hacer una somera remembranza de quién es ese autor filosófico tan lamentablemente ignorado en el decurso intelectual de nuestra región.
Vida de Spinoza. Baruch de Spinoza (1632-1677) nació en Ámsterdam, Holanda. Su padre, comerciante judío, fue uno de los muchos que tuvieron que huir de España y luego de Portugal para escapar de la persecución religiosa católica.
Desde joven, el joven Baruch demostró ser un buscador temerario de la verdad y estar dispuesto a defender sus opiniones sin reparar en consecuencias. Estuvo destinado a seguir los negocios familiares pero en 1656, a pesar de ser un estudiante diligente de la Biblia y del Talmud, sintió desprecio por los rabinos ortodoxos.
Le ofrecieron mil florines anuales para que se mantuviera en silencio, pero los rechazó, motivo por el que lo maldijeron y lo expulsaron de la comunidad judía por sus “opiniones equivocadas” y sus “horribles herejías”.
Ante el temor de que atentasen contra su vida huyó de Amsterdam y se instaló en Rhynsburg, cerca de Leyden, donde se ganó la vida puliendo lentes. Entretanto, dedicaba su tiempo libre a sus escritos filosóficos.
Como si fuera un paria, entabló amistad con los miembros de algunas de las pequeñas denominaciones protestantes relacionadas con los anabaptistas que, como él, se consideraban víctimas de la persecución y que estaban abiertos a discutir nuevas ideas.
Por aquel entonces las ideas de Descartes eran el centro de una furiosa controversia en Holanda. Si bien Descartes fue la inspiración de Spinoza, éste no hizo menos que partir de él de manera crítica.
Era una época de grandes controversias. La ciencia extendía sus alas y la antigua visión aristotélica del mundo era rápidamente sustituida por una nueva visión científico–mecanicista de la naturaleza. El propio Galileo había escrito que creía que el libro de la naturaleza había sido escrito en el lenguaje de las matemáticas.
Como han de saber, Holanda era en pleno siglo XVII el país más libre de Europa. La burguesía holandesa había conseguido liberarse de la dominación española a través de la lucha revolucionaria en la que ganó el apoyo de las clases medias más bajas y la población en general.
Tan temprano como 1579 las provincias de los Países Bajos protestantes se unieron para formar la Unión de Utrecht, de la que emergió la república Holandesa. El artículo tres de la Unión recogía la tolerancia religiosa como un principio básico. No obstante, desde el principio, la poderosa secta de los calvinistas se opuso a este artículo porque sólo quería que existiese una iglesia oficial en Holanda, la suya. Fue durante el sínodo de Dordrecht (1618 – 1619) que el calvinismo logró que se le reconociese como religión oficial. A pesar de ello, el liberal Jan de Wilt-líder de los Países Bajos desde 1653 a 1672- permaneció firme contra la intolerancia religiosa.
En medio del transcurso de esos eventos, la perspectiva de Spinoza estaba dominada por un interés apasionado por la naturaleza y la ciencia. Mantuvo correspondencia con el químico inglés Robert Doyle, discutió de cometas con Henry Oldenburg, secretario de la Royal Society, y comentó las leyes del movimiento de Descartes y las teorías de Huygens.
Además de todo eso, Spinoza no se mantuvo apartado de la lucha política. Dejó a un lado su trabajo en la Ética y publicó el Tratado Teológico-Político, en 1670, en defensa de la libertad de discurso y pensamiento. Esto le granjeó la enemistad de los calvinistas, escandalizados por sus intentos de demostrar que no se podía considerar que la Biblia contuviera verdades filosóficas ni científicas.
En julio de 1670, el sínodo declaró el Tratado Teológico-Político un “libro diabólico y blasfemo”. En un panfleto anónimo en el que se atacaba a de Wilt, se describía el libro como un “fruto del infierno, obra de un renegado judío y el diablo” y se agravaba la acusación advirtiendo que fue “publicado con el conocimiento de Jan de Wilt”. Años más tarde, en 1672, el ejército francés invadió Holanda y de Wilt fue asesinado por una multitud en La Haya.
Durante el resto de su corta vida, Spinoza supo mantenerse al margen de la atención pública. Vivió retirado y en silencio, en unión de pocos amigos selectos.
Su bajo perfil lo llevó a rechazar una oferta de cátedra en la universidad alemana de Heidelberg. Según adujo en su carta respuesta a la oferta, no le atraían los puestos de honor, amén de que no estaba seguro de disfrutar allí de la prometida libertad de enseñanza.
En lo sucesivo atendió su sustento enclaustrado en su labor de pulidor de lentes, al tiempo que se entretenía en privado escribiendo su principal obra: Ethica ordine geometrico demonstrata (1677). Ésta en sus cinco divisiones trata de Dios, de la esencia y origen del alma, de la esencia y origen de los afectos, de la esclavitud humana o el poder de las pasiones, y del poder del entendimiento o de la libertad humana.
Por temor a la reacción de las iglesias cristianas, dicha obra apareció publicada de manera póstuma, en 1677, al año de haber muerto Spinoza, de tisis.
[1]Saint-Amand Vallejo, Elsa: La Utopía Materialista de Spinoza, Santo Domingo, Editora de la UASD, 2018.
Fernando I Ferrán Profesor-Investigador
Centro Estudios Económicos y Sociales José Luis Alemán PUCMM