Factores diversos tales como la enorme deficiencia, general y específica, de nuestro sistema educativo; la frustración generalizada de la población ante las aspiraciones que la política y el marketing le han insuflado a todos los niveles; la incredulidad de la gente respecto a sus dirigentes, quienes los han timado sistemáticamente; y el advenimiento de la increíble proliferación de los medios de comunicación individual y masiva; entre otros muchos factores, han llevado al mundo a la licuefacción de la identidad y de los propósitos vitales, tanto al hombre universal como al nativo dominicano, a un grado demasiado elevado de descreimiento en los patrones tradicionales (ahora infuncionales) de conducta; muchos de los cuales acaso se restringen a los niveles de relaciones primarias; haciendo abundar la improvisación de conductas riesgosas e iniciativas individualistas y perversas.
Conductas improvisadas sin el mayor cuidado, se convierten en el estilo de vida de demasiados dominicanos. Basta mirar nuestras calles; la “creatividad del desorden” sobrepasa la de cualquier intento de nuestras autoridades en sus capacidades de mantener o mejorar el ordenamiento público.
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Se ha estado desarrollando un sistema de actitudes individualistas del que Mister Coverstone, (gringo que también solía observarnos, quien trabajó en La Tabacalera en los años 80, describió otro patrón de conducta nuestro, mucho más peligroso: la de “tontos con iniciativa”; especialmente peligrosos cuando ocupamos posiciones de autoridad y poder (según narraciones del entonces administrador, Hendrik Kelner).
Estos tipos de conductas son hoy día una plaga nacional. Y es un problema que abunda a todos los niveles del estado, empezando por los maestros y el sistema educativo; pero nuestro analfabetismo impenitente se desborda en las calles, en el desorden vial, en los ruidos y perversidades de los colmadones. Pero está también en condiciones hegemónicas en los partidos políticos, y en los organismos del Estado; sobrecargados muchos de estos de gentes sin preparación ni adecuación alguna a los requerimientos de sus puestos de trabajo, donde no solo sobrecargan las nóminas y los presupuestos públicos, sino que entorpecen el funcionamiento correcto de la burocracia estatal a favor de las necesidades cada vez más acuciantes de la población.
Es como ver millares de cangrejos tratando con excrementos líquidos de indolentes y borrachos; en una sociedad donde se mezclan aberrantemente los tropiezos de nuestros criollos con una civilización universal decadente y sin rumbo, con su pobre condición de tercermundistas, analfabetos funcionales, obligados a agarrarse obsesivamente a la tecnología del celular, y aferrándose con desesperación a nuevos medios electrónicos y cibernéticos de comunicación social como manera de no quedarse atrás, en el simbolismo de sus universos personales, como quien en un “sancocho de pobre” apenas alcanza a tenacear un trozo de plátano y una alita de pollo.
Afortunadamente, al parecer, todavía mucha gente espera en Dios. Y también confía en el actual gobierno, especialmente por la decisión de hacer respetar la ley, y apoyar a la magistrada Germán y su equipo; con la idea de que todavía queda bastante qué defender de todo el gran legado de nuestros padres fundadores.