Venezuela. Mientras rodaban por las calles de la violenta Caracas en una tarde reciente y en medio de un ambiente festivo, unos 50 ciclistas pedaleaban sobre sus caballitos de acero y gritaban consignas contra los automovilistas, que los miraban con estupor.
Largamente acostumbrados a estar del lado perdedor de la batalla por convertir a la capital de Venezuela en una ciudad menos agresiva para los ciclistas, su campaña para crear conciencia entre los caraqueños sobre las personas que se desplazan en dos ruedas a través de esta ciudad azotada por la delincuencia logró un triunfo: un nuevo carril para bicis que serpentea por el centro de la urbe.
“No sabes cuánto hemos luchado para esto”, dijo Mariano Montilla mientras montaba una bicicleta de la década de 1970 fabricada en Japón, el único de los ciclistas que pedaleaba vestido de traje y corbata entre un grupo de activistas de este medio de transporte que lucían cabello largo.
Mientras que las grandes metrópolis de Latinoamérica, desde Buenos Aires a Ciudad de México, han promovido desde hace años el uso de la bicicleta como alternativa a los embotellamientos de tráfico, Caracas había quedado relegada de esta tendencia urbana.
Con la gasolina más barata del mundo, a menos de cinco centavos de dólar por galón, la capital venezolana es una de las urbes donde más se usan los carros y en la que hay algunos de la década de 1970 que consumen mucho combustible.
Además están los motociclistas, los cuales se han ganado la fama de poner en riesgo la vida de peatones y ciclistas en su afán por avanzar rápido y colarse a través de cualquier rendija en el tráfico, sin contar las ocasiones en que se organizan en pequeñas pandillas motorizadas dedicadas al atraco de los caraqueños.
Por eso es que la apuesta quijotesca por la bici del alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez, ha suscitado elogios y aplausos generalizados.