Bienestar mediático

Bienestar mediático

Guido Gómez Mazara

Hernán Biggi, desde el Ministerio de Economía de la dictadura chilena, hizo galas de un innegable crecimiento económico capaz de promover todo un modelo que, por años sirvió de referencia, colocando a muchos en el irracional dilema de un bienestar conseguido en medio de tanta reprensión. Los aplausos de un México rico durante la gestión de Carlos Salinas, encontró a Chiapas como reverso de una indiferencia respecto del avance de pocos y la miseria de tantos. Dimensionado por los procesos de privatización, Carlos Menen creyó que Argentina volvía por los senderos de gloria, sin visibilizar el olímpico proceso de desigualdad que, hasta las actuales circunstancias, dificultan su recuperación financiera.

En todo el continente, los procesos de mejoría y bienestar terminan haciéndonos profundamente pobres en las narices del enriquecimiento de franjas exquisitas amigas de creer que su realidad se asemeja a la del resto. Y los dominicanos no somos la excepción. Por el contrario, sin menoscabar el crecimiento de sectores esenciales, el ciudadano siente el drama de un bienestar distante de su realidad y recurso mediático por excelencia, en los pontífices que alegan una mejoría en las cifras macroeconómicas, divorciadas de la tragedia de una mayoría empobrecida por los efectos del proceso inflacionario.

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Un trabajador cuya productividad supera 75% su salario, un déficit de 3.5% del PIB, US$7,500 millones en los últimos 11 meses de 2022 como parte de la deuda consolidada y 800 mil ciudadanos en el sector informal de la economía, no pueden transformarse en un cuadro optimista por la fuerza de lo estrictamente mediático. Las urgencias y dificultades diarias de la gente tienden a traducirse en ira en la medida que, aproximarse a una solución ficticia, representa el único recurso de respuesta oficial a sus padecimientos. Además, las tendencias de desigualdad están retratadas así: en el año 1998, 10% de la población concentraba 34% del ingreso, y hoy, 25 años después, 10% de los ciudadanos poseen el 55% del ingreso.

Lo grave y de corte trágico está en allanar los caminos de una nueva orientación del modelo económico que produce limitaciones en el gobierno porque la naturaleza y ataduras con intereses determinados obstruyen toda la posibilidad de una noción de » sacrificio » cercano a sus auspiciadores financieros. En cualquier otro país, y en el marco de la actual coyuntura, sentarlos para repensar los temas de evasión (60%) y exención fiscal (5% PIB), representa un diálogo patriótico y provechoso. ¿Por qué tanto miedo?

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