Bitácora de una estadía en Madrid. La Feria del libro. 3

Bitácora de una estadía en Madrid. La Feria del libro. 3

Beber de las fuentes
que la mano de otros te ofrece.
Encontrar historias
y vidas afines y distantes.
Conocer,
aprender,
descubrir,
volar,
viajar,
sumergirte en un mar de sensaciones.
Dejarte llevar por vidas,
historias,
sentimientos,
anhelos,
deseos
y buscar en rincones ocultos otras puertas.
Llenarte el alma,
la mente,
el corazón,
y saber que aún puedes encontrar más.@horten67

Tuve la oportunidad de estar y participar en la Feria del libro de Madrid 2019, dedicada a la República Dominicana, y me sentí feliz y orgullosa de haber sido testigo del esfuerzo serio, organizado, ambicioso y espléndido de la Embajada dominicana en España, y muy especialmente de su embajador Olivo Rodríguez Huertas.
Si tomas el programa te podrás dar cuenta que había esplendor porque se manejaban recursos para ofrecer calidad al visitante. ¿Saben por qué? porque el sector privado fue vital en el apoyo. Así, de 56 entidades patrocinadoras, oficiales eran solo 11. Esto significa que cuando se quiere, se puede.
No pude estar en la inauguración y lamenté no escuchar la conferencia inaugural que ofreció el amigo historiador Frank Moya Pons. Tampoco pude participar de todas las actividades (porque eran muchas, muchas, muchas), pero sí pude estar en seis oportunidades. La primera vez, después de haber caminado feliz contemplando la belleza del parque El Retiro, llegué al área destinada a la feria. Al entrar, lo primero que alcanzas a ver son hermosas fotos del fotógrafo Mariano Hernández, con un colorido que llama la atención. Aparecen los guloyas, los lechones del carnaval dominicano con sus caretas espectaculares y Roba la Gallina, después están las playas, el monumento de Santiago, imágenes de la zona colonial de Santo Domingo, entre otras preciosas estampas.
La Embajada dominicana homenajeó a tres grandes intelectuales dominicanos: Pedro Henríquez Ureña, Juan Bosch y Marcio Veloz Maggiolo. Sus fotos estaban en uno de los pasillos centrales con sus biografías, destacando sus aportes intelectuales.
Seguí caminando, y ese día, cuando llegué al centro de la feria, se levantaba el inmenso “stand” dominicano, adornado en el frente por dos bellas fotos de la ciudad capital y en el centro un fragmento del poema de don Pedro Mir “Hay un país en el mundo”. No pude entrar de inmediato porque había un perico ripiao tocando y los bailarines del Ballet Folklórico Dominicano bailaban con transeúntes que aceptaban el desafío. Me paré a contemplar el espectáculo y me sentí feliz de ser testigo de esa estampa viva. Otro día me encontré con Roba la Gallina, que con su cadencia y movimientos extremos llamaba la atención de todos los que pasaban. Una tarde se brindó “frío frío”, y vi a varios españoles disfrutando de esa deliciosa bebida helada.
Nos encontramos con muchos de los intelectuales dominicanos que habían ido en su calidad de ponentes. El ambiente era de alegría y orgullo. A las actividades en que participé, salvo pequeñas excepciones, iba mucha gente, la mayoría eran dominicanos residentes en España, unos cuantos españoles y extranjeros de otras nacionalidades. Me hubiese gustado una presencia más masiva de españoles.
Me percaté, como en todas las ferias del mundo, que muchas personas van a ver y pocas a comprar. Eso me dijo uno de los dueños de una de las editoriales. También me afirmó que las mayores ventas se producen en los fines de semana, que es el momento en que las personas disponen de más tiempo.
El programa era realmente ambicioso. Se planificaron actividades desde la mañana hasta la noche. Una detrás de la otra. Aparecen 117 intelectuales dominicanos (historiadores, músicos, poetas, dramaturgos, novelistas, periodistas, actores, sociólogos…) y 15 internacionales, entre los que pueden citarse a Juan Luis Cebrián, Consuelo Naranjo Orovio, Esteban Mira Caballos y el gran novelista Mario Vargas Llosa.
Tuve la suerte de haber sido invitada para participar en un conversatorio titulado “Etnias en la identidad dominicana” junto a la embajadora Laura Faxas, amiga de muchos años. Nuestra actividad fue interesante. Ella y yo nos preparamos para lo cual nos reunimos varias veces. Hubo mucha participación en número de personas y en preguntas. Tuvimos que acabar a la fuerza, pues Juan Daniel Balcácer esperaba para ofrecer la conferencia de cierre acerca del asesinato de Galíndez. Muy interesante y amena, por cierto. Después había una fiesta abierta al son de Víctor Víctor.
Cuando iniciaba mi participación expresé que deseaba sinceramente felicitar al Embajador y a todos los que trabajaron para el éxito de ese evento maravilloso. Que lo decía porque lo sentía y pensaba. También dije que eran injustas las críticas que se hacían de que los intelectuales dominicanos invitados pertenecían a una sola orilla, a una sola visión. Nada más falso. Solo hay que ver la trayectoria de los 117 invitados para concluir que la afirmación es errada e interesada. ¿Pudieron invitar a otras personas? ¡Claro que sí! ¿Se hubiese podido ampliar más el programa? ¡Imposible! ¿Se invitaron a los amigos más cercanos? Es posible. Pero ¿los 117 eran, éramos, somos amigos todos? No creo. Lamento reconocer que existen jóvenes escritores que no conocía. Que supe de sus existencias al momento de leer el programa.
Me pregunto, ¿por qué nuestra sociedad, mejor dicho, un sector de la intelectualidad, lo critica todo, aunque esté bien hecho? ¿Por qué criticar a los que hacen, a los que quieren hacer? ¿No es más fácil criticar que construir? ¿Hubiese pensado y sentido lo mismo si no me hubieran invitado? ¡Claro que sí! No soy de las que piensan que el no ser invitada a algo es una estocada, un atropello personal. Tampoco creo que no todos tienen que estar de acuerdo con lo que digo y pienso.
Creo sinceramente que necesitamos tomar distancia para analizar las cosas. Creo que nuestro deber es reconocer la entrega, el trabajo, la dedicación y el deseo de hacer bien las cosas.
República Dominicana, como país invitado a la Feria del libro de Madrid, demostró que somos algo más que playa y folclor, pues existe una masa crítica que piensa, que escribe, que declama y proclama.
Felicitaciones sinceras al embajador Olivo Rodríguez Huertas, a todo el equipo que trabajó en la logística, a los que apoyaron la iniciativa y diseñaron el programa como: José Rafael Lantigua, Minerva del Risco y Soledad Álvarez. Esa es la labor que deberían hacer TODOS, TODOS, TODOS, TODOS los embajadores dominicanos en el exterior. Lamentablemente la gran mayoría deja pasar los días de su gestión con más penas que glorias. Y, muchos de ellos, ni siquiera están en el país donde fueron designados como diplomáticos. ¡Qué lamentable!

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