De entre las piedras, la encina y el haya,
de entre un follaje de hueso ligero
surte un acero que no se desmaya:
surte un acero.
Una ciudad dedicada a la brisa,
ante las malas pasiones despiertas
abre sus puertas como una sonrisa:
cierra sus puertas.
Un ansia verde y un odio dorado
arde en el seno de aquellas paredes.
Contra la sombra, la luz ha cerrado
todas sus redes.
Esta ciudad no se aplaca con fuego,
este laurel con rencor no se tala.
Este rosal sin ventura, este espliego
júbilo exhala.
Puerta cerrada, taberna encendida:
nadie encarcela sus libres licores.
Atravesada del hambre y la vida,
sigue en sus flores.
Niños igual que agujeros resecos,
hacen vibrar un calor de ira pura
junto a mujeres que son filos y ecos
hacia una hondura.
Lóbregos hombres, radiantes barrancos
con la amenaza de ser más profundos.
Entre sus dientes serenos y blancos
luchan dos mundos.
Una sonrisa que va esperanzada
desde el principio del alma a la boca,
pinta de rojo feliz tu fachada,
gran ciudad loca.
Esa sonrisa jamás anochece:
y es matutina con tanto heroísmo,
que en las tinieblas azulmente crece
como un abismo.
No han de saltarle lo triste y lo blando:
de labio a labio imponente y seguro
salta una loca guitarra clamando
por su futuro.
Desfallecer… Pero el toro es bastante.
Su corazón, sufrimiento, no agotas.
Y retrocede la luna menguante
de las derrotas.
Sólo te nutre tu vívida esencia.
Duermes al borde del hoyo y la espada.
Eres mi casa, Madrid: mi existencia,
¡qué atravesada!
Miguel Hernández
Comencé esta nueva travesía en Madrid el viernes 31 de mayo. Un vuelo repleto de dominicanos y algunos turistas que habían venido a visitarnos. Un vuelo tranquilo, pero largo y agotador. Llegamos a nuestro destino en la madrugada del día siguiente. Mi amiga Loles fue a buscarme y me dejó en “La Residencia de Estudiantes”, un lugar emblemático que pertenece al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) sobre el cual hace unos meses publiqué varios artículos.
Mi estadía en Madrid sería larga: un mes. El Centro de Estudios Caribeños, de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, forma parte de un gran proyecto financiado por la Unión Europea y coordinado por el Instituto de Historia del CSCI. El ambicioso proyecto que durará cuatro años, busca crear vínculos académicos entre Europa y el Caribe, a través de estancias de investigación que culminarán en libros que serán difundidos a través del mágico mundo de la cibernética. En el ínterin, se harán seminarios, exposiciones y conferencias en los países participantes: España, Francia, Italia, Alemania, Cuba, República Dominicana, Colombia, Puerto Rico, Martinica, Costa Rica y Chile. Este último porque la universidad participante tiene un gran programa sobre literatura caribeña.
En el marco de este proyecto, en el mes de mayo estuvieron los profesores de la PUCMM David Álvarez y Antonino Vidal Ortega. En esta nueva estancia de investigación me acompañan los profesores del campus de Santiago Juan Zapata y Emilio Jáquez, ambos estudiantes del doctorado en Historia del Caribe que tengo el honor de coordinar.
Mi interés es trabajar la migración china al Caribe, insular y continental. Pretendo abundar más allá de la historia del movimiento humano, escudriñar el tema identitario; aprender cómo la identidad y los imaginarios que se construyen inciden en la realidad. Un tema atractivo que necesita de mucha indagación y de mucha bibliografía.
El primer fin de semana de la estancia estuvo marcado por los efectos del cambio de horario. Parece que la edad te va maltratando. Lo dediqué a caminar y observar. Llegué justo cuando se inauguraba la Feria del Libro de Madrid que este año está dedicada a la República Dominicana. Un gran número de intelectuales se hizo presente. Fue inaugurada por la reina Letizia. Previo se ofreció una conferencia inaugural a cargo del historiador Frank Moya Pons. No pude estar presente porque volábamos en ese momento.
La Residencia de Estudiantes, un lugar emblemático y con historia, como ya hemos dicho, sigue siendo un lugar interesante. Hay gente que llega, otros becarios que viven aquí para finalizar sus estudios doctorales. En los espacios sociales encuentras grupos de todas las disciplinas. En el salón de eventos había una conferencia sobre ciencias; en otra había una reunión con profesores y estudiantes de arte. En el comedor hay una mesa eternamente reservada para los becarios de doctorado. Un día pude encontrarme y conversar con dos de ellas. Una de las jóvenes, que no pasaba de 26 años, estudia al planeta Marte. Es geóloga y su tesis es hacer un estudio profundo sobre ese planeta deshabitado pero que en el pasado se pensaba que podría existir vida. Otra, es una especialista en danza. Su tesis es sobre la historia de la danza. Nos reíamos porque las tres teníamos y tenemos intereses investigativos muy diferentes. Estuvimos de acuerdo de que el conocimiento es tan amplio y las posibilidades de investigación y aprendizaje son infinitas. Me sentí dichosa de poder compartir con estas jóvenes. El futuro de la ciencia está asegurado. Las nuevas generaciones están asumiendo el reto.
El lunes temprano para Madrid, las 9:00 AM, los amigos Consuelo Naranjo y su esposo Miguel Ángel Puig-Samper, me vinieron a buscar. Fue un gusto volver a verlos. Me llevaron al lugar donde funciona el Centro de Ciencias Humanas y Sociales, un edificio moderno ubicado en una zona industrial. Allí funciona el Instituto de Historia que pertenece a ese Centro. Aunque había estado en la edificación, no conocía la biblioteca: ¡impresionante! Me sentí como pez en el agua. Dichosa soy de formar parte de esta experiencia. Lo que más amo es trabajar en las cosas que me apasionan. Creo que sería incapaz de hacer algo que detesto, aunque fuese para ganarme la vida. He tenido la suerte de ganar el sustento amando apasionadamente lo que hago. Nos vemos en la próxima.