ROMANCE DE LA DEFENSA DE MADRID
(Rafael Alberti)
Madrid, corazón de España,
late con pulsos de fiebre.
Si ayer la sangre hervía,
hoy con más calor le hierve.
Ya nunca podrá dormirse,
porque si Madrid se duerme,
querrá despertarse un día
y el alba no vendrá a verle.
No olvides, Madrid, la guerra;
jamás olvides que enfrente
los ojos del enemigo
te echan miradas de muerte.
Rondan por tu cuello halcones
que precipitarse quieren
sobre tus rojos tejados,
tus calles, tu brava gente.
Madrid: que nunca se diga,
nunca se publique o piense
que en el corazón de España
la sangre se volvió nieve.
Fuentes de valor y hombría
las guardas tú donde siempre.
Atroces ríos de asombro
han de correr a esa hora,
si esa mal hora viniere
-hora que no vendrá-, sea
más que la plaza más fuerte.
Los hombres, como castillos;
igual que almenas sus frentes,
grandes murallas sus brazos,
puertas que nadie penetre.
Quien al corazón de España
quiera asomarse, que llegue.
¡Pronto! Madrid está cerca.
Madrid sabe defenderse
con uñas, con pies, con codos,
con empujones, con dientes,
panza arriba, arisco, recto,
duro, al pie del agua verde
del Tajo, en Navalperal,
en Sigüenza, en donde suenen
balas y balas que busquen
helar la sangre caliente.
Madrid, corazón de España,
que es de tierra, dentro tiene,
si se le escarba, un gran hoyo,
profundo, grande, imponente,
como un barranco que aguarda…
Sólo en él cabe la muerte.
Este poema del gran poeta español Rafael Alberti, uno de los intelectuales de izquierda más prolíferos de España, fue escrito al calor de la Guerra Civil. Sus versos se convirtieron en su arma de combate por sus ideales republicanos. Dicen sus biógrafos que sus poesías de la época reflejaban su profundo compromiso con el proyecto político, pero, ante todo, fue un canto en contra del fascismo. Nació en 1902 y murió en 1999, a los 97 años de edad. Una vida longeva a pesar de su activismo político e intelectual.
No caben dudas de que la Guerra Civil Española marcó una generación. Todavía hoy, sigue siendo objeto de investigaciones históricas, inspiración para escribir hermosas novelas; aunque todo parece indicar que el proyecto republicano se ha ido desvaneciendo. La gran mayoría de los españoles ha aceptado la Monarquía Constitucional, como un modelo político que permite la convivencia. He podido conversar con algunos intelectuales y este tema no es un objeto de preocupación.
Una mañana que decidí quedarme en La Residencia para poder escribir tranquila, bajé a desayunar y me encontré con mucha seguridad. Ahí me enteré que la reina Letizia vendría al lugar para tener un encuentro con los becarios. En la noche cené con Raquel, una becaria del CSCI, y me contó de la reunión. Su impresión fue positiva. Me dijo que la consorte del rey había sido muy “maja” e interesante, pues hizo preguntas interesantes. Incluso llegó a decirme que no entiende por qué a ella solo se le juzga por su vestimenta cuando hace muchas cosas interesantes y apoya causas muy justas. A partir de su razonamiento comenzamos a hablar de cómo esta sociedad ha banalizado todo. Lo importante es lo que viste, no lo que hace. Lo básico es su apariencia, no lo que dice ni piensa. La trivialidad se ha apoderado del mundo, especialmente de occidente. ¡Qué pena! ¡Qué tristeza!
A diferencia de otras sociedades y otras ciudades, Madrid es acogedora con el extranjero. Aquí no he tenido miedo de preguntar una dirección, una información cualquiera. Todos están dispuestos a ayudarte. Desde el transeúnte de la calle que camina a prisa para llegar a su trabajo, hasta el chofer del autobús que al verte dubitativo te pregunta a dónde vas y te informa con tiempo la parada en que debes bajarte.
Para nosotros Madrid resulta ser muy costosa. El euro se ha revalorizado, ahora está a RD$60.00 por un euro. A veces pienso, ¡Dios mío, este café me cuesta RD$300!00 pesos! Decidí no hacer muchos cálculos para poder vivir estos días con cierta tranquilidad. Europa para los dominicanos es impresionantemente cara para nuestros bolsillos. Pero ver y disfrutar sus calles y edificios no cuesta nada, y eso ya es un regalo.
La ciudad sigue siendo majestuosa, como siempre que la he visitado. Aunque no tiene el sabor de los pueblos, no es una ciudad que te aplasta, porque las prisas no son tan grandes como en otras urbes. La gente de la calle acepta amablemente ayudarte si estás perdido, algo que no sucede en todas las ciudades europeas, algunas, incluso rechazan tu acento.
Visité por primera vez a Aranjuez. Tuve la oportunidad de acompañar a Consuelo Naranjo a una reunión, y aproveché para conocer el palacio y sus jardines. El Palacio Real de Aranjuez es una edificación que data del siglo XVII por encargo de Felipe V, pero terminó en el siglo XVIII durante el reinado de Fernando VI. La ostentación de sus salas es impresionante. Prevalece el estilo rococo, pero en realidad hay una mezcla de estilos, según el palacio fue pasando a sus sucesores. Lo más impresionante son sus jardines.
Tuve la oportunidad de visitar el Jardín, designado por la UNESCO como patrimonio de la humanidad. Fue mandado a construir en el siglo XVIII por orden de Carlos IV y era utilizado por celebrar fiestas o para la caza. Tiene una extensión de 7 kilómetros, y su principal característica es la riqueza botánica. Se cuenta que los españoles que venían de América traían plantas y la sembraban para ver si podían reproducirse en Europa. De hecho, hay una zona en el jardín dedicada a las plantas exógenas de América. Mientras caminas podrás encontrarte con árboles gigantes de más de 300 años de existencia. También podrás encontrar tpatos exóticos y sobre todo pavos reales. Cuando fui, esperé que uno de esas aves abriera sus alas para mi disfrute. Pero fue inútil. Parece que sintió mi ansiedad y decidió no complacerme. Le pregunté al amigo Pedro Sánchez, propietario de la Editorial Doce Calles, que nos llevó al lugar, por qué no estaba tan cuidado como podría esperarse, y me dijo que no estaban reponiendo a los jardineros que se jubilaban. Donde quiera se cuecen habas. Uno podría pensar que una maravilla de esa naturaleza sería preocupación de los políticos de turno que tienen el poder de su mantenimiento.
La ciudad de Aranjuez es pequeña y cuidada. Sus calles son pequeñas y llenas de árboles. La vida allí es apacible y tranquila. La gente trabaja con un ritmo más lento. Salí en la tarde, contenta de esa nueva experiencia.