Sochi, Rusia.– Con la euforia del momento, un éxtasis que nunca antes había experimentado, Román Torres perdió la noción del tiempo. Corrió, gritó, se arrancó la camiseta en medio del ruido ensordecedor del estadio Rommel Fernández. Cuando se disipó un poco la niebla de júbilo, Torres volvió a la realidad y se percató de que faltaba trabajo por hacer.
El árbitro lo amonestó por despojarse de la casaca. Torres se llevó una mano a la boca, para que nadie pudiera leer sus labios. «Le pregunté cuánto faltaba, y le pedí que acabara pronto el partido», rememoró Torres. Han pasado ocho meses desde aquella noche en la capital panameña, donde Torres se convirtió en un héroe nacional.
El marcador estaba empatado 1-1 a los 88 minutos de un encuentro ante Costa Rica, y Panamá necesitaba un gol para mantener vivas sus esperanzas de avanzar al Mundial, en momentos en que Estados Unidos encallaba en Trinidad y Tobago. Torres descargó un derechazo frente al arco, para vencer al arquero tico Patrick Pemberton.
En un instante, Torres catapultó a Panamá a su primer Mundial con ese tanto. Estados Unidos quedó eliminado. Fue un momento, un disparo, una aparición anhelada en la Copa del Mundo, que tendrá su primer capítulo este lunes por la noche a las orillas del Mar Negro, con un duelo entre Panamá y Bélgica.
«Disfruto de verdad, gozo esto porque es un momento que Dios me regaló y voy a gozar al máximo», dijo Torres. «Es algo que siempre soñé, ir a un mundial con la selección mayor. He estado en mundiales con las selecciones juveniles, y la verdad es que mi sueño se ha hecho realidad. Creo que ahora, en vez de sólo disfrutarlo, es tiempo de trabajar duro y tener un buen mundial». Ahora, le resulta imposible a Torres pasar desapercibido en su país.
Con su estatura de 1,87 metros (seis pies y dos pulgadas) su sonrisa contagiosa y su cabello ensortijado, es fácil distinguirlo en una multitud. Pero su nueva condición de ídolo deportivo, le complica ahora incluso ir a un supermercado, donde una muchedumbre de fanáticos puede reunirse muy pronto para pedirle el autógrafo.
Las visitas a su viejo barrio han desembocado en actos tumultuarios. Torres jamás pidió este tipo de atención, pero la acepta como una realidad. «La mayor parte del tiempo me gusta esto, pero cuando estoy con mi familia preferiría tener algo de privacidad», reconoció.
«Me llena de orgullo saber que todo Panamá me quiere no sólo por ese gol, sino desde antes, cuando la gente creyó en la selección nacional. Ellos siempre han apoyado y respetado a los jugadores, y es algo que nos deja orgullosos». Hace unos años, estuvo en duda que Torres jugara lo suficiente para llegar a un mundial.
Poco después de incorporarse a los Sounders de Seattle en la MLS, sufrió la ruptura del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda y quedó marginado casi por un año. «Cuando me lesioné hubo momentos en los que pensé que no iba a regresar al futbol», indicó. «Fue un momento de enojo, cuando me dijeron que estaría fuera casi un año.
Sentí que el mundo se me venía encima». Cuando Torres volvió, jugó con el mismo estilo determinado que llamó la atención de la MLS. Y se consolidó como titular de Panamá. Curiosamente, también en Seattle se le recordará más por su pierna derecha, con la que convirtió el penal decisivo para la coronación de los Sounders en la final de la MLS, realizada en 2017. Fue el primer título del club.
Torres entiende que la tarea que comienza el lunes —tras un momento de orgullo y emoción— será más difícil que cualquier otro desafío en la historia del fútbol panameño.
«Llegar al Mundial no fue fácil», dijo. «Ahora estamos aquí y la verdad es que para ganar un partido o avanzar a la siguiente ronda necesitaremos trabajar el doble o el triple… Ésa es la mentalidad que tenemos».