Comienzo pidiendo disculpas por mi atrevimiento, pero no seguiré guardando en mi memoria una escena que presenciamos hace algún tiempo en el emblemático Cementerio de la Máximo Gómez que, ahora, como nunca antes, retrata en quienes nos hemos convertido en esta patria de Duarte.

Fui a visitar la tumba de mi madre con un pariente y mientras dábamos la vuelta en la rotonda frente a la capilla, vimos a un agente de la Policía en una motocicleta, entregando dinero a uno de dos motociclistas cuya competencia en una de las calles aledañas él había supervisado y servido como juez, santificando una práctica que se ha llevado por delante a muchas vidas de jóvenes en distintas partes del país. La llamada “deuda social acumulada” que algunos sociólogos representan con un ser humano desnutrido y con horrible dentadura deformada por la ausencia de varias piezas dentales, no es la correcta, porque mejor la representa este episodio en el cual la Policía maneja el dinero de los violadores de la ley.

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