“Un pesimista ve la dificultad en cada oportunidad, un optimista ve la oportunidad en cada dificultad”.
– Winston Churchill
El 23 de junio de 2016, fuimos testigos del referéndum inglés que culminó con la decisión de salida del Reino Unido (Brexit) de la Unión Europea. Las consecuencias, gravedad y alcance de esta situación, tan solo en el primer día, se resumen en perplejidad global y el nivel más bajo en los últimos 30 años de la libra esterlina. El caos provocado hace que la realidad supere la ficción. Reino Unido queda en territorio inexplorado, liderado por individuos que carecen de objetividad y toman decisiones apresuradas pensando en un único ideal: traer de vuelta la era del imperio todopoderoso británico, una época dorada con la que todavía sueña la generación nacionalista.
Definitivamente, el Brexit fue un fracaso político del cual pocos asumen la responsabilidad. Las generaciones de antaño han sobrepuesto sus intereses a los de los jóvenes, los cuales tienen parte de la culpa por no ejercer el sufragio satisfactoriamente. La mayoría de los políticos decidieron renunciar, dando paso a la incertidumbre. Reponerse requerirá un grandioso esfuerzo. David Cameron fue el primero en dimitir, seguido de los líderes laboristas. Del mismo modo, otros siete funcionarios presentaron su renuncia un día después del referéndum. A Jeremy Corbyn, el presidente de los laboristas, se le pidió su retirada, pero, al momento de escribir este artículo, se mantiene en su puesto.
La Unión Europea quiere una salida muy rápida de Inglaterra para evitar el contagio en otros países, ya que el movimiento populista nacionalista está creciendo en toda la Unión. Ciertamente Francia, Holanda y Alemania son conocidas por su nacionalismo pero hasta Polonia y la República Checa ya están hablando de hacer un referéndum análogo al inglés.
Sin embargo, el Brexit puede ser una oportunidad para Europa. La ventana que necesita para dejar el miedo atrás y pensar en soluciones. Es el momento de empoderar a la nueva generación y ajustarse, en lugar de nadar contracorriente.
En primer orden, es imperativo sustituir a los líderes políticos. Inglaterra corre un gran riesgo si ahora, en un momento tan delicado, permite a personas como Nigel Farage y Boris Johnson- eurofobas de primera categoría – tomar control. Ellos pusieron como prioridad el interés de unos pocos, sacrificando el de los demás. Paradójicamente, se esperaba que Johnson aprovechara la renuncia de Cameron para ocupar el cargo de Primer Ministro pero, sorprendentemente, declaró que no será candidato para dicho puesto. Esperemos que los dos candidatos, Michael Gove y Theresa Mae, puedan llenar este vacío.
Un primer choque para los ciudadanos ingleses fue comprender, casi instantáneamente, que fueron engañados cuando les sirvieron un referéndum de alta complejidad en forma de un sí o un no, inconscientes de las posibles consecuencias. Las mismas se vieron reflejadas en las dimisiones vergonzosas de políticos quienes se dieron cuenta de que vendieron una utopía. Esto hace que el pueblo pierda la poca confianza que les quedaba en sus líderes. Los ingleses, ese mismo día, se vieron vulnerables sin una Europa que los apoyara, ya que no eran tan influyentes y poderosos como pensaban.
El país se enfrenta a otro peligro inminente. Escocia e Irlanda del Norte tienen una razón importante para declarar su independencia: su permanencia en la Unión Europea.
No debemos olvidar las problemáticas europeas del momento: la imposibilidad del manejo de inmigrantes y el lento crecimiento económico que dejará sus huellas sobre Inglaterra una vez que esté fuera de la Unión Europea.
Este momento histórico debe manejarse con una gran firmeza para darle la oportunidad al Reino Unido de reponerse políticamente. Lo oportuno sería que avancen las elecciones y así legitimar un gobierno post-Brexit. En este momento, el gobierno está debilitado y los líderes políticos, tanto conservadores como liberales, deben revalidarse ante sus ciudadanos.
Investigadora asociada: Natalia Dorca.