Apenas llegaron y ya dicen adiós… o hasta luego. Me refiero a las vacaciones de verano.
Se acerca el inicio de clases y tenemos las situaciones cotidianas de estos días: los precios y los cambios en los libros de texto motivan la protesta de los padres.
Y es que la mayoría de las veces los hermanos u otros parientes no pueden usar los libros del año pasado porque hubo cambios. Más ahora que supuestamente con eso de la tanda extendida hay reformas curriculares.
Yo considero que debería haber una ley que flexibilice y establezca los textos escolares en función de su afinidad con los contenidos de la materia, porque si dos más dos son cuatro igual lo va a decir el libro de Susaeta, el de Norma, el de Santillana, y los que distribuye el Ministerio de Educación o cualquiera otra editorial. De todas maneras, es bueno ir a las ventas y canjes de libros usados a ver qué sale más económico.
Con respecto a los uniformes, también hay quejas y creo que en algunos centros escolares exageran porque hay que comprarles allí hasta las medias. De lo contrario devuelven al muchacho o a la muchacha. Además, ya en el último año también hay renovación, por lo menos de chaqueta en algunos colegios, aunque creo que es motivado por el grupo de promoción.
Los niños tampoco se quedan atrás, no les gusta ir con el uniforme que estaban usando aunque esté en perfectas condiciones; exigen uno nuevo aunque sea para lucirlo en los primeros días, lo mismo que las mochilas. Los padres deben ir haciendo conciencia a lo largo del año e incluso deben enseñar a los hijos a reciclar y modificar las mochilas viejas agregándoles detalles que las hagan lucir novedosas.
Yo creo que es bueno incentivar el sentido del ahorro desde el hogar, incluyendo todo, hasta los celulares, tabletas y otros aparatos electrónicos. ¡Por Dios! ¡Que los muchachos dejen de vivir como si todo fuera una competencia! Y que dejen de llevar esas modernidades a los centros escolares.