Bruno Latour: El filósofo de la ciencia y la defensa del planeta

Bruno Latour: El filósofo de la ciencia y la defensa del planeta

Bruno Latour, filósofo y sociólogo (1947 –2022) considerado uno de los grandes intelectuales franceses contemporáneos, murió en París a la edad de 75 años. En enero 2020, la Revista “Litteraire” lo incluyó en la lista de los diez pensadores más influyentes del mundo. Su muerte, a causa de un cáncer de páncreas, ha dejado un gran vacío en el mundo cultural. Una vida dedicada al estudio de la filosofía de la ciencia, Latour, considerado uno de los filósofos franceses más influyentes e iconoclastas, ha analizado cómo percibe la humanidad la emergencia climática, obteniendo elogios y atención en todo el mundo, además de importantes reconocimientos y premios. En 2013 ganó el Premio “Holberg”, conocido como el Nobel de la ciencia humana. En 2021 gana el prestigioso Premio Kyoto por su obra. Latour fue una de las mayores figuras del pensamiento ecológico. La importancia de su contribución fue reconocida por el presidente francés, Emmanuel Macron, quien afirmó que “los pensamientos y escritos de Latour seguirán inspirando nuevas conexiones con el mundo”.

Latour nació en Beaune (Francia) en 1947, en una rica familia de viticultores de Borgoña. Latour obtuvo un doctorado en filosofía en la Universidad de Tours, antes de dedicarse a la antropología, realizando estudios en Costa de Marfil y California.

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Entre sus libros más importantes, recordemos: Laboratory Life (Vida de Laboratorio -1979), Science in Action (Ciencia en acción .1987), We Have Never Been Modern (Nunca fuimos modernos -1991), textos que ofrecen una visión innovadora, como el mismo Latour afirma: “tanto en la historia de la implicación del ser humano en la creación de los hechos científicos, así como en la implicación de las ciencias en la creación de la historia humana”.

Su carrera también estuvo salpicada de enfrentamientos académicos. A mediados de la década de 1990 hubo acalorados debates entre los “realistas”, que creían que los hechos eran completamente objetivos, y los “constructivistas sociales” como Latour, que sostenía que los hechos eran creaciones de los científicos.

Pero su vida no estuvo solo en el centro de las diatribas académicas: la crítica al modelo capitalista y la lucha por el medio ambiente se encuentran entre sus temas más discutidos. En uno de sus últimos libros “Donde Aterrizar: como orientarse en Política”, denunció el vínculo entre la desregulación, la desigualdad y la negación del cambio climático. Hay tres fenómenos que comenzaron en el mismo periodo histórico: los años ochenta de Reagan”. En el mismo libro explica la importancia de volver a utilizar el término “terrestre”: “lo terrestre hoy es una mezcla de lo viejo y lo nuevo. Por un lado, ser terrestre permanece ligado a la identidad, a la Tierra; por otro lado, se abre a la innovación tecnológica.

Para Latour “se debe superar la época del globalismo, es hora de volver a lo terrestre”.

Repensar nuestro mundo fue también una piedra angular de sus reflexiones sobre el covid-19. En 2020 dijo al periódico Observer: “lo que necesitamos no es solo cambiar el sistema de producción, sino salir de él por completo”. “Debemos recordar que la idea de encuadrar todo en términos económicos es nueva en la historia de la humanidad. La pandemia nos ha demostrado que la economía es una forma muy estrecha y limitada de organizar la vida y de decidir qué es importante y qué no”.

Frenar, desacelerar, entender dónde aterrizar después de la pandemia. Son temas tratados en su libro, “¿Dónde Estoy? Lecciones de confinamiento para los terrícolas”, en las que Latour definió provocativamente el confinamiento como “liberador”, ya que fue capaz de sacarnos de la actividad “acelerada” y frenética de nuestras vidas. Para llevar a cabo esta revolución, miró a Europa con optimismo. “Hay una nueva vitalidad en nuestro continente y es allí donde quiero aterrizar”, de verdadero terrícola europeo.

El primer gran mito que Latour desmonta es el de la modernidad. “Nunca hemos sido modernos” publicado en Francia en 1991, cuestiona la coherencia de nuestro modelo de desarrollo, que crea una división ficticia entre naturaleza y cultura; el propio paradigma de la modernidad nos ha impedido comprender el mundo vivo, del que formamos parte, preparando la gran catástrofe climática a la que hoy asistimos. Su visión expresada en la “Teoría de la Red de los Actores”, consiste en considerar a los humanos solo como parte de nuestras sociedades, según Latour, debemos tener en cuenta los actores no humanos (objetos, plantas, animales, bacterias, entidades geológicas, la tierra), con quienes nos relacionamos en múltiples formas, creando una compleja red de asociaciones.

Esto nos hace entender la importancia de los problemas ecológicos actuales y urgentes. Latour reflexiona profundamente sobre el concepto de Gaia, inspirado en la Hipótesis Gaia, desarrollada por el científico James Lovelock en los años setenta, según el cual “el sistema de autorregulación que nos permite mantener la vida en la Tierra se ha visto alterado por el impacto negativo de la actividad humana en el ecosistema terrestre”. Bruno Latour se consagra como uno de los intelectuales de referencia en cuestiones ecológicas, apoyando la necesidad de recomponer un mundo común, negociando políticamente con todos los actores que componen nuestro hábitat, una invitación a rehabitar la Tierra a la que pertenecemos y de la que solo somos una parte.

Latour estuvo muy ocupado con sus reflexiones sobre el virus covid-19, reflexión entendida como entidad concreta y simbólica con la cual establecer una relación, y no una guerra, como muchos políticos han intentado convencernos. Según Latour, la pandemia ha sido una oportunidad real e ineludible para reubicarnos en la biosfera que tiene recursos limitados, para regresar “sobre la Tierra” y no “a la Tierra”. Con este nuevo estímulo que nos ayuda a revertir nuestros modelos de pensamiento y por tanto nueva reflexión dentro del sistema Gaia, podemos volver a ser “terrestres”.

Latour, abordó innumerables temas, incluyendo, la estética, el design, la arquitectura, el territorio, etc.

“El filósofo francés más famoso y menos comprendido”. Así lo definió una vez “The New Yorker”, Latour fue en un tiempo el filósofo más citado en el mundo académico. Sus libros han sido best-seller en más de 20 países. En un mundo donde hay filósofos “pop” por un lado y por otro lado un mundo académico cerrado en sí mismo, Bruno Latour fue una excepción: era al mismo tiempo un intelectual público y un respetado académico profesional. En los últimos 40 años no ha habido un filósofo cuyo trabajo haya tenido un impacto tan profundo en la interrogación colectiva de: ¿qué es el hombre?, ¿qué es el mundo? y ¿Qué es el conocimiento? (y cómo todo esto está interconectado). Con su crítica precoz y radical, la factibilidad técnica, su fe en el progreso y su llamada a un regreso hacia lo “terrestre”, como una alternativa a la globalización neoliberal y al aislamiento nacionalista, Latour moldeó a toda una generación

Recordaremos con tristeza sus experimentos conceptuales, la lucidez que expresan, los argumentos a contracorriente, la inevitable ironía. Es difícil evitar la desagradable pregunta egoísta: ¿Y ahora qué? ¿Quién nos ayudará a criticar el presente? ¿A pensar en el mañana? ¿A entender el mundo? En tiempos de pandemias, de pérdida de sentido, de entropía informativa, de desconcierto generalizado, necesitamos gente como Latour, intelectuales trasnochados en el doble sentido del término, porque son de otros tiempos y de ningún tiempo: estudioso, catedrático, investigador, sociólogo, semiólogo, filósofo, pero sobre todo analista inflexible de nuestra actual condición sociocultural, de los vínculos mortales y astutos entre ciencia y política en nuestra llamada modernidad. En su último libro: ¿Dónde Estoy?: Lecciones de filosofía de un planeta que cambia”, Latour afirma que “Gregor Samsa” (el personaje de Kafka transformado en cucaracha en el libro “La Metamorfosis”) es el héroe de nuestro tiempo: el anti-Elon Musk, el último terrícola, encerrado en la habitación. Obligado a lidiar con su “ser una criatura”.

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