Creo invariablemente que entre los gobiernos haitiano y dominicano debe primar una relación bilateral fluida, recíproca, de cooperación económica, solidaridad, buena vecindad, entendimiento mutuo, de respeto a los valores y tradiciones de ambos pueblos, basada en principios democráticos preservando los derechos humanos. Juvenal Moïse, el presidente electo de Haití, vino a proponer esas cosas y el presidente Danilo Medina las acogió.
La primera salida al exterior del electo mandatario la ha cumplido en Santo Domingo, rubricando que los vínculos con el pueblo y Gobierno dominicanos ocupan un sitial de altísima prioridad en su futura agenda diplomática. Moïse asumirá el próximo 7 de febrero la presidencia de Haití, la nación más empobrecida del hemisferio.
Es importante que el próximo presidente de Haití entienda que la historia protagonizada por ambos pueblos durante dos siglos jamás podrá ser corregida o reeditada, y que superar los errores del pasado constituye el camino viable para la construcción de un futuro expedito, basado en el principio de la autodeterminación, la soberanía, con la separación territorial como la piedra angular del desarrollo económico y social.
Juvenal Moïse, un empresario de 48 años, considerado aprendiz en la política, fue el candidato presidencial en los comicios de noviembre pasado por la formación del expresidente Michel Martelly. Pero parece que su interpretación de la cuestión migratoria, fronteriza y del intercambio comercial entre las naciones que ocupan la Isla Hispaniola supera la de Martelly, quien emprendió una campaña internacional contra la República Dominicana por el tema migratorio.
Moïse reconoció que este aspecto es permanente, y ofreció facilitarles pasaportes a 30,000 inmigrantes de su país, quienes aún no se acogen al plan regulador de extranjeros del Gobierno dominicano.
Moïse dio un paso de distensión; Medina tendió su mano amiga.