República Dominicana llega al año 2022 con los buenos augurios que arroja su capacidad para capear temporales llegados a estas playas, esta vez en forma de virus cuyos daños humanos y materiales potencian repetidamente la voluntad colectiva de vencerlos y así ocurre en estos momentos en que toca lidiar con la variante ómicron.
Obra para el país, de cara al futuro, el saldo favorable de las respuestas nacionales a las infecciones a partir del 2020 con oportunas inmunizaciones de alto costo, cuantiosos gastos públicos para mitigar golpes a la sociedad y estímulos financieros y fiscales para reimpulsar el aparato productivo.
Habitamos una república que se destaca en el continente por sus aciertos en controles sanitarios y en el relanzamiento de áreas de generación de bienes y servicios para consumos internos y exportaciones y que multiplican los empleos industriales y de turismo.
Queda abierta con fundamento la posibilidad de llegar más lejos en los meses sucesivos librando nuevas batallas contra males particularmente complicados, circunstanciales y estructurales, hasta alcanzar un estadio superior de desarrollo con un crecimiento al que no le falte la compañía de una justa redistribución del ingreso; vieja aspiración.
República Dominicana está, evidentemente, en las agendas de cercanas inversiones locales y del exterior. Creer que el 2022 será un buen año no es utópico existiendo suficientes reservas físicas, aptitudes creativas y experiencias para vencer la adversidad.
Que no falte decisión de fortalecer a las instituciones
Sea el 2022 un año para sancionar la corrupción que tanto ha costado
De la disciplina ciudadana dependen mucho los logros sociales