Ahora rige una eximente de responsabilidad, una gracia
El juez Argenis García De La Cruz exhibió sus prendas frente a los representantes de los tres poderes del Estado. Emoción e identificación. El esfuerzo, la caña, la superación. La vanidad con causa porque de morder el polvo al sitial en el Poder Judicial, el trecho ha sido arduo. Títulos le sobran, labia también.
El tupé le alcanzó para lograr atención y piropos de los integrantes del Consejo Nacional de la Magistratura-CNM-. Todo un primor. El discursillo de la juventud y de reconocimiento al mérito. Fue más lejos el prospecto, encomió la educación pública, dijo que gracias al sistema ha podido ser quien es hoy.
Los gestos de los consejeros tan elocuentes como las felicitaciones. El primer ciudadano de la nación, inadvertido, después de escuchar la exposición del juez, manifestó su complacencia con la hoja de vida del magistrado y dijo que es un ejemplo. El presidente de la República expuesto a la farsa.
La lisonja fue reiterada frente al nuevo paradigma del decoro. Su actitud digna de estudio para los especialistas en ciencias de la conducta. Sin negar la presunción de inocencia, en demérito en esta temporada, el honorable sabe que en su contra existen graves imputaciones por supuesta comisión de infracciones. La complicidad e indolencia de sus pares transita desde San Pedro a La Romana, atraviesa representantes del Ministerio Público, del Poder Judicial, de la Autoridad Metropolitana del Transporte-AMET-. Llega a los organismos disciplinarios competentes y la ruta es difusa y silente.
Su capacidad para el fingimiento convenció a todos de su poder y eludió la aplicación de la ley. Prevalido de su don, inmunidad y del disfrute del favor necesario para ocupar un sitial en el Tribunal Constitucional, se presentó ante el CNM.
El silencio acompaña su historial luego de un reportaje que denuncia su ominosa conducta, después de su participación en un accidente de tránsito. El alabado juez, abandonó las víctimas en una carretera del Este. Logró la entrega de su vehículo para repararlo de inmediato y borrar huellas que permitieran validar la imputación. Involucró a las autoridades locales y la complacencia produjo sanciones contra tenientes y coroneles acusados de negligencia.
Los responsables de la investigación realizada por una comisión adscrita a la AMET, remitieron el resultado a la Suprema Corte de Justicia y el resultado ha sido nulo. También se tiene constancia del conocimiento, en el organismo competente, de una denuncia por agravio a una menor de edad.
Todos rendidos ante el talento del hijo del batey. Fiscales titubeantes cuando le preguntan, jueces sin querer hablar, autoridades de tránsito esperando. El juez deslumbró a los consejeros como Jesús frente a los doctores de la ley. ¿Dónde estaba el resultado de la evaluación previa, de la depuración de los aspirantes?
Nadie advirtió, nadie buscó. Fascinados con el discursillo de inclusión a la juventud, de la adversidad vencida, los representantes de los tres poderes del gobierno civil, democrático, republicano y representativo fueron seducidos, estafados. Instantes después de su presentación, además de los halagos recibidos por los consejeros, los representantes de los poderes de facto encomiaban al aspirante.
¿Ratifica lo ocurrido la especie que el rumor repite? ¿Esa que afirma que todo es un montaje, para validar una selección preestablecida?
Ahora rige una eximente de responsabilidad, una gracia, para cualquiera que cometa una infracción no descrita en la exitosa narrativa contra la corrupción. Por eso, a las diferentes convocatorias hechas por el Senado, la Cámara de Diputados, el CNM, acuden orondos: acosadores, estafadores, extorsionadores, difamadores, homicidas, agiotistas, sin ningún temor. El prestigio de algunos, su energía y laboriosidad están dedicados a complacer los deseos que colmaron las plazas. Solo los señalados deben ser expuestos al escarnio.
Hasta el momento, se desconoce la reacción de las jerarquías del Poder Judicial y del Ministerio Público, en relación al caso del juez. Tampoco se ha escuchado el reclamo de los rectores de las organizaciones de la sociedad civil, esos vigilantes celosos e inmaculados, que pautan la ética y la estética contemporánea.