Así ha terminado la vida de Emely, con un triste y trágico final, sacado de una película de terror escrita en Cenoví (San Francisco de Macorís) y basada en hechos reales. Cuando pensábamos que lo habíamos presenciado todo, cuando entendíamos que sabíamos todas las respuestas, aparece una nueva pregunta sin contestar: ¿En qué sociedad nos hemos convertido? Tal parece que doña Marlin se inspiró en la impunidad rampante que pulula en la República Dominicana, y pensó que tal y como ha ocurrido en otros casos, si tienes dinero y poder puedes acabar con el mundo y nada te pasa. Solamente que en esta ocasión no contó con que tendría de frente a un pueblo empoderado y exigiendo que se esclarezca la desaparición de la niña Emely.
Ahora sigue el guion, toca señalar culpables; los principales culpables son: “Los genios del mal”, “El dúo dinámico”, “la madre-novia y el hijo-novio”. Deseo que sobre ellos caiga todo el peso de la ley y que pasen unas muy largas vacaciones allí donde no da el sol. Sin embargo estoy en la obligación de seguir señalando culpables: ¿Qué estaba pensando la madre Emely al consentir una relación sentimental entre una menor y hombre mayor de edad? ¿Dónde estaban los familiares y los vecinos de Emely al presenciar una relación de este tipo? ¿Dónde estaban las autoridades de Cenoví y qué hicieron para evitar un embarazo más, de una adolescente dominicana? ¿Dónde estaban los controles de cierto partido político que permitía que en sus filas se encontrara una persona como Marlin? ¿Cómo un gobierno pudo darse el lujo de tener una “señora” de este calibre como funcionaria de tercer orden? Tengo tantas preguntas y tan pocas respuestas, que si continúo haciéndome preguntas tendré que culparme a mí mismo y culpar a toda la sociedad.
Tal y como va la cosa tendré que ponerme “moscas”, porque si esto sigue así, la próxima puede ser mi sobrina, o tu hija o tu nieta…