Cabeza fría y corazón caliente

Cabeza fría y corazón caliente

Elisa Elena González

Estas palabras no son mías. Es la expresión de alguien que admiro de gran manera tanto en lo personal como en lo profesional; que ha estado presente en momentos importantes y que viene a mi mente cada vez que debo que tomar decisiones de gran envergadura.

Y no es menor la importancia de tomar decisiones con cautela tiendo en cuenta que lo que hagamos impacta de manera decisoria a tantos otros, en un país completo, no solo en ese momento preciso, sino también – y más serio aún- a largo plazo.

Conducir un país hacia el desarrollo requiere de grandes esfuerzos, no solo económicos, sino también logísticos, políticos y es ahí en donde quiero detenerme: ¿si hemos salido adelante con campañas de vacunación comunitarias, porque no fortalecemos la del COVID-19- más allá de ámbito estrictamente sanitario- con estrategias y decisiones políticas que hagan valer la pena este esfuerzo económico y humano?

No improvisemos. La experiencia internacional en el manejo del Covid está ahí, a la mano de todos. Sabemos lo que les ha funcionado y no a otros y como rectificar en el camino; pero nos dejamos guiar solo por el “corazón caliente”, pensando en solo en la economía y las expectativas de una recuperación veloz sin ir de la mano con la necesaria “cabeza fría” que nos permite planificar a mediano y largo plazo para no poner en juego es la vida de las personas.

Sí, que no se nos olvide que aquí hablamos de vidas humanas que se pierden cuando un Estado no sabe cómo protegerles, cuando no es claro en sus estrategias de salud, cuando se vuelve contradictorio con cada acción que ejecuta. Este “paso a paso” debe ser justo así, lento pero firme, pensado, analizado, proyectado, poniendo todas las variables en discusión, pensando en la gente.

Cabeza fría y corazón caliente, no son palabras mías, pero deberían ser la de todos.

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