Cada etapa, sin dudas, es maravillosa

Cada etapa, sin dudas, es maravillosa

Marien Aristy Capitán

Ella está triste. Desde hace días, cuenta, lleva una nostalgia anquilosada en el alma. No sabe qué le pasa, intenta controlarlo, pero es imposible: cual si una fuerza externa la arrastrara, quiere llorar.

Sentirse así le da rabia porque cree que no tiene motivos. Pasa, sin embargo, que existe uno muy poderoso pero aún no se lo habían dicho: está premenopáusica.

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La tristeza es el primer síntoma de un proceso para el que nadie nos prepara. Al igual que pasaba con la menstruación hace años, las mujeres enfrentamos el declive de las hormonas sin saber qué nos deparará: solo cuando nos atrevemos a hablar, venciendo los prejuicios, encontramos la respuesta a los cambios que empezamos a experimentar en nuestros cuerpos.

El proceso, de tan largo, es más complejo de lo que quisiéramos pero toca convivir con él y ayudarse, con cambios en la forma de vida, para que sea menos lesivo.

Hablar del tema suele costar porque en sociedades como la nuestra es un pecado envejecer y, una vez llegada la infertilidad, pareciera que valemos menos.

Mucha gente, a raíz del machismo que llevamos en la piel, se niega a reconocer lo inevitable en lugar de ver el lado amable de la madurez. Toca aprender a dejar los prejuicios atrás, hablarlo y disfrutar. Cada etapa, sin dudas, es maravillosa.