La cantidad de grano que sale de Ucrania ha disminuido a pesar del acuerdo alcanzado con la ONU para mantener el flujo de alimentos a los países en desarrollo. Se inspecciona la mitad de barcos que hace cuatro meses y aumenta la acumulación de traslados pendientes a medida que se acerca el primer aniversario de la invasión rusa.
Funcionarios ucranianos y algunos en Estados Unidos culpan a Rusia por bajar el ritmo de las inspecciones, algo que Moscú ha negado. Están saliendo menos trigo, cebada y otros granos de Ucrania —conocida como “el granero del mundo” —, lo que aumenta la preocupación por el impacto del conflicto sobre las personas que pasan hambre en África, Medio Oriente y partes de Asia, lugares que dependen del suministro de alimentos asequibles de la región del Mar Negro.
Los acuerdos separados negociados el pasado verano por Turquía y Naciones Unidas para mantener la circulación de suministros desde los países en guerra y reducir los precios de los alimentos deben renovarse el mes próximo. Rusia es también un importante proveedor global de trigo, otros granos, aceite de girasol y fertilizante, y las autoridades se han quejado por los retrasos en cargamentos de los nutrientes cruciales para las cosechas.
Las exportaciones de alimentos de tres puertos ucranianos han caído de 3,7 millones de toneladas en diciembre a 3 millones en enero, según el Centro de Coordinación Conjunta (JCC, por sus siglas en inglés) en Estambul, que gestiona el acuerdo.
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Allí es donde los inspectores de Rusia, Ucrania, Naciones Unidas y Turquía comprueban que los barcos sólo llevan productos agrícolas y no armas. El descenso en los suministros equivale al consumo de comida de un mes en Kenia y Somalia juntas. Se produjo tras un descenso en el número de inspecciones medias diarias a 5,7 el mes pasado y 6 en lo que va de mes, en comparación con el pico de 10,6 en octubre.
Eso ha contribuido a que se acumulen los barcos que esperan en aguas cerca de Turquía, ya sea para su inspección o bien para sumarse a la Iniciativa Grano del Mar Negro. Hay 152 buques en espera, según el JCC, un 50% más que en enero.
Este mes, los barcos esperan una media de 28 días entre que solicitan sumarse al programa y su inspección, afirmó Ruslan Sakhautdinov, responsable de la delegación ucraniana del JCC. Es una semana más que en enero.
Factores como el mal tiempo han complicado la labor de los inspectores. La demanda de navieras que quieren unirse a la iniciativa, la actividad en los puertos y la capacidad de los barcos también afectan al proceso. “Creo que se convertirá en un problema si las inspecciones siguen tan lentas”, advirtió William Osnato, analista de investigación de alto nivel en la firma de análisis agrícola Gro Intelligence.
“En un mes o dos, verán que hay un par de millones de toneladas que no salieron porque iba demasiado despacio”. “Al crear un cuello de botella se crea esta especie de vacío en el tráfico, pero mientras sigan sacando algo no es un desastre total”, añadió.
Funcionarios estadounidenses como la administradora de USAID, Samantha Power, y la embajadora ante Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield, han acusado a Rusia por la lentitud. Dicen que los suministros de comida para naciones vulnerables se están retrasando.
El ministro ucraniano de Exteriores, Dmytro Kuleba, y el ministro de Infraestructuras, Oleksandr Kubrakov, dijeron en un comunicado el miércoles en Facebook que los inspectores rusos “demoran de forma sistemática la inspección de barcos” desde hace meses.
Ambos acusaron a Moscú de trabar el funcionamiento del acuerdo y después “aprovechar la oportunidad de tráfico comercial ininterrumpido desde los puertos rusos del Mar Negro”. Osnato también planteó la posibilidad de que Rusia pueda estar demorando las inspecciones “para hacer más negocio” después de recoger una gran cosecha de trigo.
Las cifras de la firma de datos financieros Refinitiv indican que las exportaciones rusas de trigo el mes pasado fueron de 3,8 millones de toneladas, más del doble que en enero de 2022, antes de la invasión.
Los cargamentos de trigo ruso batieron o se acercaron a récords en noviembre, diciembre y enero, con un aumento del 24% en comparación con los mismos meses del año anterior, según Refinitiv. La compañía estimó que Rusia exportaría 44 millones de trigo en la temporada 2022-2023. Alexander Pchelyakov, vocero de la delegación diplomática rusa ante las instituciones de Naciones Unidas en Ginebra, dijo el mes pasado que las acusaciones de retrasos deliberados “simplemente no son ciertas”.
Las autoridades rusas también se han quejado de que el fertilizante de su país no se está exportando como contempla el acuerdo, lo que deja en duda la renovación del acuerdo de cuatro meses que expira el 18 de marzo. Sin resultados tangibles, ampliar el acuerdo es “poco razonable”, afirmó el lunes el viceministro ruso de Exteriores, Sergey Vershinin, a RTVI, una televisora privada en ruso.
Funcionarios de Naciones Unidas dijeron que estaban trabajando para desbloquear el fertilizante ruso y expresaron su esperanza de que se ampliará el acuerdo. “Creo que en este momento estamos en una situación ligeramente más difícil, pero el hecho es que creo que esto será persuasivo y concluyente”, dijo el miércoles a la prensa Martin Griffiths, subsecretario general de Naciones Unidas para asuntos humanitarios.
“El sur global y la seguridad alimentaria internacional requieren que esa operación siga en marcha”. Tolulope Phillips, gerente de una panadería en Lagos, Nigeria, ha visto los efectos de primera mano. El coste de la harina se ha disparado un 136% desde que comenzó la guerra en Ucrania, aseguró. Nigeria es un gran importador de trigo ruso y ha registrado grandes subidas en el precio del pan y otros alimentos. “Esto suele ser inestable para que sobreviva ningún negocio”, añadió Phillips.
“Uno tiene que ajustar sus precios para acomodar el incremento, y esto no afecta sólo a la harina, afecta al azúcar, afecta a los aromatizantes, afecta al precio del diésel, afecta al precio de la electricidad. De modo que en general, el costo de producción ha subido”.
Los precios globales de los alimentos, incluido el trigo, han vuelto a bajar a niveles previos a la guerra de Ucrania tras alcanzar costos récord en 2022. En las economías emergentes que dependen de la comida importada, como Nigeria, una moneda más débil mantiene los precios altos porque se pagan en dólares, explicó Osnato.
Además, la sequía que ha golpeado las cosechas en América y Medio Oriente implican que la comida ya era cara antes de que Rusia invadiera Ucrania y agravara la crisis alimentaria, añadió Osnato. Es probable que los precios sigan altos más de un año, aseguró.
Lo que hace falta ahora es “buen tiempo y un par de temporadas de cosechas para acomodarnos con los suministros globales de varios granos distintos”, así como “ver un descenso significativo en los precios globales de los alimentos”.