La caída de los precios internacionales del café, como resultado de un aumento de la producción y la productividad, sólo beneficia a un grupo que controla ese mercado y que impone los precios, no a los consumidores ni a los productores.
En junio de este año el precio del café llegó a ser de menos de la cuarta parte de lo fijado por el Convenio Internacional del Café de 1983 –con las cifras ya ajustadas por la inflación—.
“Para cumplir ese acuerdo, el precio debería superar hoy los 3,6 dólares por libra”, sentencia.
Por ejemplo, en marzo de este año el precio de la referencia colombiana en la Bolsa de Nueva York se llegó a US$0,96 por libra, su nivel más bajo de los últimos 13 años.
Esa caída de los precios ha afectado al eslabón más débil de la cadena productiva: los 25 millones de familias que venden el grano verde en todo el mundo, 13 de ellos en los principales países cafetaleros latinoamericanos: México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Panamá, República Dominicana, Jamaica, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia y, sobre todo, Brasil, origen del 37% de la oferta global.
Los productores del grano están en clara desproporción de fuerzas frente a los agentes más poderosos de la cadena, “que con una posición dominante imponen un precio artificialmente bajo”, apunta Fernando Morales, de Café for Change, una plataforma desde la que denuncia la situación.
Morales ilustra su discurso con un dato: en junio el precio de cotización llegó a ser de menos de la cuarta parte de lo fijado por el Convenio Internacional del Café de 1983 —con las cifras ya ajustadas por la inflación—. “Para cumplir ese acuerdo, el precio debería superar hoy los 3,6 dólares por libra”, sentencia.
Según una publicación de El País, “radicalmente distinta es la situación del resto de actores del mercado, que bien están sacando tajada del rejonazo sobre los precios o, al menos, están manteniendo su posición de dominio”.
Las acciones de Starbucks, que se han instalado en las grandes ciudades a lo largo y ancho del mundo, han cuadruplicado su valor en siete años, cuando la libra de café arábiga costaba el doble que hoy, y Nestlé, matriz de Nespresso, Nescafé o Dolce Gusto, vale hoy el doble que en 2013.
Pensar
Aunque el coste del café es solo una pequeñísima parte de la matriz de costes de las cadenas de cafeterías —el 4%, según un estudio del mercado británico elaborado por Allegra Strategies, del cual solo una mínima fracción llega al productor, una cifra que debería hacer pensar a todos—, a diferencia de lo que cabría esperar, el abaratamiento de la materia prima no se ha trasladado al consumidor final: quien busca su dosis mañanera de cafeína en una cafetería de Madrid o de la Ciudad de México paga exactamente lo mismo que cuando la libra de café costaba en origen 1,8 dólares, 80 centavos más que hoy. En marzo de este año el precio de la referencia colombiana en la Bolsa de Nueva York llegó a US$0,96.