Duelen y llaman la atención los homicidios de civiles que ocurren a manos de agentes policiales, un problema de pésimo uso de la fuerza que no cesa de ocurrir; pero en el marco de la violencia social y delictiva que tanto preocupa debe incluirse relieve y mención honrosa de los agentes que de ellas también son víctimas.
Al rendir homenaje a decenas de los miembros del cuerpo del orden caídos en el cumplimiento del deber, el Ministerio de Interior y Policía, superioridad institucional de la protección ciudadana, contribuye efectivamente a dignificar un oficio que conlleva riesgos para la vida e incluye perderla en recurrentes casos.
Puede leer: Un arroz RD reducido de costo sin perder calidad saldría vencedor
Un gesto con reafirmaciones de compromiso asistencial con las familias que perdieron hijos, padres y esposos porque acudieron a la calle a vérselas directamente con la delincuencia o fueron trágicos objetivos de la acechanza de antisociales. Una deuda de gratitud queda contraída por el Estado y la nación cada vez que un policía muere prematuramente mientras ejerce su tarea en un país de factores de difícil control que hacen germinar comportamientos que mantienen altos los índices delictivos. Causas profundas de males que van a necesitar siempre el concurso de hombres y mujeres de las nuevas generaciones llamados a escoger una carrera de abnegaciones. El trato moral y material justo a quienes abracen la lucha contra el delito incentiva ingresos dignos a las filas policiales.