Nadie, prácticamente nunca, ni Trujillo, logró que a ese histórico callejón, acogedor, discreto, tranquilo, limpio, le llamaran de otro modo.
Algún nonagenario recordará, aunque es poco probable, que el dictador lo designó en 1941 con el nombre de Puerto Plata para ofrecer a esa provincia “un testimonio más elocuente de su simpatía”.
Tampoco que se denominó, aunque no se encontró documentación edilicia, Parmenio Troncoso, quien allí fundó y dirigió el afamado colegio Santo Tomás.
Se le llamó en época más antigua “Callejón de la Sacristía de Regina”, porque esta se encontraba en el trozo que está entre Arzobispo Portes y Padre Billini.
El pueblo lo ha llamado siempre Callejón de Regina, nombre que tomó del templo Regina Angelorum.
Al principio fue calle Regina Angelorum y abarcaba no solo el callejón sino todo lo que es hoy la calle José Reyes, hasta el 21 de febrero de 1905 cuando a una parte de la vía se le llamó de ese modo, en reconocimiento al autor de la música del Himno Nacional.
En otro momento se había llamado Regina a la vía completa. El 21 de marzo de 1859 una resolución del cabildo expresaba: “la calle que va de la iglesia de San Miguel al ex convento de Regina se nombrará “Calle de Regina”.
El nombre de Regina Angelorum, en latín, equivale a Nuestra Señora de los Ángeles, una advocación de la Virgen María en la iglesia católica. Se festeja los días dos de agosto.
“Dicen que en el momento de la Asunción los Nueve Coros de Ángeles no podían detener su alegría. Todos proclamaban el esplendor y la gloria de su Reina. Ya que no solo es María la Reina de todos los corazones y la Reina de todos los Santos, Nuestra Señora es la Reina de todos los Ángeles”, expresa una página católica.
Regina Angelorum tiene un himno, Ave, Regina Angelorum, y oraciones traducidas del latín al español.
Regina no es una feminista, poetisa, cantante popular o heroína de la Patria, es la Virgen María Reina de los Ángeles que en latín se traduce Regina Angelorum.
En 1943, el diligente cronista de la ciudad de Santo Domingo, Luis Alemar afirma, al referir las denominaciones que tuvo el hermoso callejón que “nadie le da otro nombre que el de Callejón de Regina”.
Miedo y esplendor. Tanto Alemar como el tradicionalista César Nicolás Penson escribieron que en tiempos antiguos, “el tortuoso y estrecho” callejón “imponía pánico”. Entonces lo describían comprendido entre las calles “Universidad” (Padre Billini) y Misericordia (Arzobispo Portes). Lo formaban las tapias del exconvento de Regina Angelorum o de monjas dominicas.
Describe Penson: “La alta noche, el templo que entre la espesa sombra destacaba su mole confusa envuelta en los miedos con que en aquellos tiempos circundaban las iglesias y los lugares sombríos o ruinosos, la estrecha plazuela de Regina que allí existía y que medía algunos pasos de largo y ancho semejante al vestíbulo de un sepulcro cuadrado, y el torvo callejón, largo, negro, horrible, en que parecían fulgurar luces siniestras y oírse crujidos de dientes, el monótono chirrido de las sonoras electras de los grillos y el cruzar de las opacas animitas (luciérnagas)… Todo contribuía a infundir un terror espantoso en cualquier templado espíritu…”.
Agrega que después, todo estaba modernizado y muy bien alumbrado.
Hoy el callejón invita a recorrerlo, a detenerse en grandes o improvisados pequeños restaurantes instalados más cerca de la Arzobispo Portes, porque ese pasadizo se interrumpe con los muros del convento donde residen las religiosas.
Por donde quiera que se le mire, el Callejón de Regina es hermoso. Verde, florido, copiosas enredaderas y coloridas flores adornan techos y ventanas. Propietarios de las casas estacionan sus vehículos por la Arzobispo Portes. Pero por ambas calles es peatonal.
En el convento. Sobre el Convento abundan las informaciones. Importante es consignar, sin entrar en estilos de esa joya arquitectónica, que ahí fue enterrado el padre Billini, al pie del altar mayor. Su lápida llegó desde Barcelona, hecha por el escultor Carbonell, a bordo del vapor Francés, el ocho de mayo de 1900.
También estuvo sepultado Pedro Santana, llevados sus restos desde la Torre del Homenaje el nueve de febrero de1879. Luego los llevaron a El Seibo hasta 1978 cuando Balaguer ordenó su traslado al Panteón Nacional.