Lo mató la Policía. Nicolás Valerio fue alcanzado por disparos de una tropa policial el 26 de noviembre de 1982 mientras participaba en una movilización en reclamo de un mayor presupuesto para la UASD.
A pesar de su extrema pobreza y del intenso trabajo para sobrevivir, ayudar a su madre y hacer carrera profesional, era uno de los estudiantes más aventajados de la facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde se había convertido en líder por su solidaridad, lealtad a sus ideales y responsabilidad.
Se llamaba Nicolás Valerio y fue alcanzado por disparos de una tropa policial el 26 de noviembre de 1982 mientras participaba en una movilización en reclamo de un mayor presupuesto para la casa de estudios. Contaba 28 años de edad y en pocos meses se convertiría en licenciado en historia.
Una calle del ensanche “La Paz” lleva su nombre.
Es un mártir olvidado. Pese al poco tiempo transcurrido y al estremecimiento colectivo que provocó su muerte, solo condiscípulos, algunos de sus profesores y los dirigentes de la agrupación a la que pertenecía lo recuerdan y reconocen su lucha.
Sobre él conversan el historiador William Galván, que además de haber sido su maestro, realizó un trabajo de investigación y escribió su historia personal, aún inédita. También el antropólogo Aquiles Castro, quien, como Nicolás, era miembro del Partido Comunista del Trabajo (PCT) y dirigente nacional del Frente Estudiantil Flavio Suero (Feflas).
Y Manuel Salazar, el más cercano a Nicolás, no solo porque fue su orientador político sino su amigo y vecino. Nicolás le presentó a la que es hoy su esposa, Milqueya Mateo, y en homenaje de recordación bautizaron como Nicole a su primera hija.
Salazar era miembro del comité central del PCT, secretario general del Feflas y de organización de la Federación de Estudiantes Universitarios (FED). Fue quien escuchó las últimas palabras del estudiante agonizante, lo sostuvo en sus brazos para trasladarlo al dispensario de la UASD y acompañó el cadáver en la ambulancia que lo devolvió a su tierra natal.
HOY habló con dos hermanos de Nicolás residentes en Dajabón, Jesús y Juan, con fines de visitarlos, pero no fue posible debido a sus múltiples ocupaciones. La madre del joven, informaron, se encuentra en delicada situación de salud en un barrio de Santiago donde vive junto a una hija. A sus 90 años sufrió una caída que la mantiene en cama.
El profesor Galván la entrevistó en 1983 y ella le narró la infancia de este retoño que era su esperanza para atenuar la pobreza. Entonces la dama se dedicaba a “despegar” maní a 60 y 80 centavos el saco, y a lavar, planchar y limpiar casas a domicilio.
El viernes trágico. Nicolás era miembro de la célula “Maximiliano Gómez”, del PCT.
Compañeros suyos declararon a William Galván que este estaba muy enfermo, tanto de hongos en las uñas de pies y manos como del estómago, por su escasa alimentación que a veces consistía en agua de azúcar con pan. Salazar afirma que su padecimiento era de hepatitis, y se encontraba “sumamente débil”.
“Tu tarea es sanarte”, le aconsejaba ante su interés en tomar parte en las protestas.
El 26 de noviembre, estudiantes iniciaron movilizaciones. “Onofre Rojas, Euri Cabral y yo nos integramos para darles direccionalidad. Ya oscureciendo, llegó Nicolás y apenas pudo decir: ‘¿cuál es la orientación?’. ¡Ahí mismo sonó el disparo!”. No transcurrieron ni diez minutos, “cuando recibió las municiones, que no fue un balazo”, aclara. El estudiante escuchó la noticia por radio y fue a unirse a los manifestantes.
Aquiles Castro, que se movilizaba cerca de donde cayó Nicolás, ratifica: “No se conocía que la Policía usaba escopetas, y fue su argumento para decir que los estudiantes” empleaban ese tipo de armas y, por tanto, atribuir la muerte a grupos de la UASD.
Aseguraron que “el disparo provino de la Policía”.
“César Familia y yo lo levantamos y salimos corriendo con él para el dispensario”. En el trayecto, el moribundo le expresó a Salazar sus últimas palabras, reveladoras de su sentido de responsabilidad: “Sala, tengo en la cartera el dinero de pagar la casa”. “Murió en el camino”, relata Manuel, quien fue auxiliado por Vianco Martínez “y Hugo, de la Fuerza Juvenil por el Socialismo”.
William Galván manifestó: “Era afable, bonachón, simpático, modelo de estudiante meritorio, digno de ser presentado como ejemplo de abnegación, de sacrificio. Se hizo respetar por su trabajo y su compromiso con la lucha política. No fue convocado a esa manifestación, pero al escuchar la noticia se preguntó: ¿Qué hago yo aquí? Él no sabía que existían esos métodos tan criminales para reprimir”.
Agregó que “colocaba la sociedad por encima del yo. Lo suyo fue una acción de desprendimiento personal, la antítesis de lo que tenemos hoy”.
Aquiles fue el organizador de la partida hacia los funerales en Dajabón. Declaró que Nicolás “era un compañero trabajador, íntegro, que desarrollaba empatía. Le decían ‘Nicolás sonrisa”.
En el hospital “Salvador Gautier” entregaron el cadáver a Salazar, Juan Marte y César Familia. “Llegamos a Dajabón y ya un funcionario salía de la casa donde sembró la idea de que se trató de un conflicto alrededor del movimiento estudiantil”, exclamó Salazar. “Lo mató la Policía”, reiteró.
Para Salazar, Nicolás está olvidado porque “a pesar de los esfuerzos del PCT y del Feflas por mantener viva su memoria, hay un hecho político: las ideas y la militancia de izquierda no han tenido el relieve que tenían en aquella circunstancia. Al Gobierno no le interesaba que se hablara, era el PRD comenzando, hubo un esfuerzo del Gobierno para ocultar a los culpables”.
El libro que escribió William Galván fue su “aporte por querer rescatar” el nombre de Valerio. La obra se extravió después de entregada.
Nicolás era hijo de Ana Sofía y José Cristino Valerio y hermano de Jesús, Miguel, José, Domingo (+), Jacqueline, Víctor, Juan y Tonito (+). Nació en Baúl y fue declarado en Restauración. Estudió en la primaria “Francisco Antonio Medina” y bachillerato en el liceo “Padre Manuel González Quevedo”.
Fue sastre, repartidor de leche, agricultor. Vendía pantalones a 12 pesos en las ferias de los domingos en Dajabón. Fundó el Comité Pro Desarrollo de Partido, la Cooperativa y la Asociación de Estudiantes de allí y un club cultural. Decía que era “un sastre bueno y serio”.
Consumado lector, formaba su biblioteca con colecciones de “El capital”, de Carlos Marx, revistas, libros y periódicos. No se le conocían entretenimientos.
El disparo que tronchó su vida lo alcanzó en las inmediaciones de las calles “Correa y Cidrón” y “Alma Máter”.
La calle
La vía con el nombre de Nicolás Valerio, fue una iniciativa de los vecinos, “que tienen una idea del valor del homenajeado. Es un indicador de los lazos que construyó en vida”. Ahí vivía y compartía con estudiantes de otros pueblos que se dividían el alquiler, del que era responsable. Nace en la “Calle 4” y termina en el farallón del Mirador Sur.