Fue pionero del folclor dominicano. Dio a conocer el sarambo, la sarandunga, contradanzas y danzas indígenas o Areíto, la Gayumba, los congos y los palos, el jaleo haitiano y el prí-prí, el balsié tumbao, la mangulina, las fiestas de atabales, el “payá y pacá”, la empalizá, el paso marcao y el perico ripiao, la yuca, los chuines, el chenche matriculado y el carabiné, el jaleo seibano, el guarapo, la plena, la jaiba…
Antes que él, estos nombres y bailes solo eran escuchados y vistos en las lejanas y poco accesibles regiones del país que él visitaba en burros cruzando a pie los ríos para llegar a lugares donde su presencia era anunciada por fonía.
Trajo a la ciudad la indumentaria típica de cada sitio visitado, los pasos, toques, acordes, tonadas; la güira, el bongó, tumbadora, la tambora, el palo echao, acordeón, atabales, panderetas, todas las modalidades del merengue, fábulas musicalizadas como A la orilla de un río, Culebrita verde, El chivo, El arreo de los puercos…
Enseñó a entonar y bailar cantos de amores, lastimeros. Llevó a salones de primera el machete al cinto, pañuelos colorados en el cuello de los hombres, los sombreros de cana, el calzapollo, las soletas, la flor en la cabeza, las alpargatas.
Hubo un tiempo en que René Carrasco Prince Negrón era el folclor. El único. Demandado en hoteles, teatros, clubes y en la afamada La Voz Dominicana que presentaba con novedad y gran exaltación esos números originales mostrados sin alteración, tal como lo hacían los alegres moradores rurales que fueron la escuela del maestro.
René lo hizo todo. Y el encanto de su obra fue tan arraigado que viajó entonces por el mundo llevando en misiones artísticas la representación vernácula.
No obstante, era humilde de espíritu y de procedencia. Entrevistado a finales de los 50 cuando ya se habían ensanchado su repertorio y su figura, sus músicos y bailarines representaban el espectáculo obligado del país, declaró: “Nunca fui un escritor ni lo soy, ni folclorista, ni coreógrafo, estoy tratando estos ensayos sin ninguna escuela o modelo que el ambiente, la observación y la investigación. No soy más que una modestísima partícula del pueblo, autodidacta y ensayista de toda iniciativa que según mis consideraciones puedan ser útiles a la sociedad”.
Pudo vivir en un palacio o sector exclusivo aprovechando ese esplendor ganado pero prefirió su Cueva en la que educó en el arte folclórico a tantos muchachos y muchachas humildes que se daban cita en la Arzobispo Meriño 108, a las 6:00 de la tarde, a zapatear con estilo y gracia en esa enramada con piso de madera de su Cueva Colonial y Museo de Danza Nacional.
Después vinieron otros y René fue prácticamente marginado. Aquellos estilizaron los bailes y refinaron la indumentaria y los que tanto habían aclamado al creador empírico, lo relegaron porque ya no querían exhibir “la trapería de René”.
Luego fue asesinado y el crimen aún no ha sido esclarecido.
Su nombre se fue borrando y así ha quedado. Nadie consigna una biografía de René. No está en las enciclopedias ni en los diccionarios artísticos ni de escritores, a pesar de la inmensa bibliografía que dejó. Si algo aparece, no pasa de diez líneas, con información superficial.
El Ayuntamiento del Distrito Nacional quiso reconocerlo y le asignó una calle pero a pesar de la resolución edilicia, no se aplicó la ordenanza.
René Carrasco solo ha quedado en la gratitud y el recuerdo de algunos discípulos, como Moisés Vargas, que fue subdirector de su academia, bailarín del grupo y presentador de sus bailes. La ciencia desplazó a René, aunque muchos modernos se nutrieron de sus investigaciones.
Su valiosa contribución al folclor está en revistas y periódicos y en las mismas publicaciones que él, con gran sacrificio, pudo llevar a la imprenta: Álbum de la Cueva Colonial (1965) y otro de 1960 dedicado al aniversario de La Voz Dominicana; Lo que se pierde en Santo Domingo y revistas de su Folklo Ballet Teatro. Sus investigaciones contenidas en cintas y apuntes son inagotables.
El maestro. Unos dicen que se llamaba Negrón Carrasco Prince pero todos le conocieron por René Carrasco. Nació el 20 de octubre de 1910. Moisés Vargas dice que nació en Las Cañitas, Sabana de la Mar, y otros aseguran que en San Pedro de Macorís. Era hijo de Remigio Carrasco y Ana Dolores López. Algunos señalan su nacimiento en 1912. Igual confusión hay con el año de su muerte que dan como 1980 y 1985.
Realizó estudios secundarios en la Escuela Normal de Santo Domingo. Vargas no alude a este dato en una extensa biografía inédita del personaje. En lo que es detallista el reconocido antropólogo cultural folclorólogo es en los estudios, estilización y tesonera dedicación de Carrasco al folclor desde los años 40. “Hombre de pueblo, sintió la necesidad de conservar la tradición popular en toda su integridad”, apunta.
“Por eso nunca estilizó los bailes ni el vestuario”, manifiesta Moisés, quien estuvo en la academia desde los 12 hasta los 22 años.
Agrega que el interés de Carrasco por el folclor nació en 1940 cuando visitó las islas Bahamas como bailarín profesional y se deslumbró con la riqueza del folclor convertida en atracción turística. “Le dio pena pensar que Santo Domingo, que tanto tenía que ofrecer, no había desarrollado las artes populares. Su interés se concentró entonces en la investigación”.
Fundó la Sociedad de Investigación Folklórica. La Cueva Colonial Museo de la Danza Nacional “fue un refugio simbólico del acervo cultural de Quisqueya. Recogía los matices primordiales y la trayectoria de nuestro folklore”.
El 27 de diciembre de 1978 la prensa dio cuenta del asesinato de René. Su cadáver fue encontrado en avanzado estado de descomposición el lunes en la noche. Tenía 48 horas de haber fallecido. Moisés expresa que “la Policía no quiso dar detalles. Si apareció el culpable, lo calló, pero fue para robarle, vivía solo, fue a raíz de haber cobrado en el Ayuntamiento una subvención que le pasaba Manolín Jiménez”.
La calle. El 2 de diciembre de 1982 el Ayuntamiento del Distrito Nacional consideró que René “dedicó la mayor parte de su vida a recoger y recopilar las manifestaciones folclóricas de nuestro pueblo, haciendo valiosos aportes a la cultura nacional” y que “sus investigaciones han quedado plasmadas en obras y grabaciones de inestimable valor para las generaciones presentes y futuras”.
Asimismo tomó en cuenta que “en sus presentaciones se preocupó por dar a conocer el folclor de cada región enriqueciendo de este modo la sabiduría popular”.
Designó con el nombre del folclorista la antigua calle 10 del barrio Honduras pero en el sector no hay ninguna calle René Carrasco. Existían dos, una fue nombrada “Ciudad de Heredia Costa Rica” y la otra “Tulio H. Arvelo”.
René no dejó dolientes que reclamaran el merecido homenaje.