Antes de me sacar,
el honrado y principal,
piense bien al razonar.
Pero si hay yerro en actuar
sostener y no cambiar.
Fue en la hoja de una antigua y formidable espada de la época del Cid Campeador que leí esta advertencia: Hay que pensar bien antes de tomar una decisión, sobre todo si es beligerante. Y si la acción es errada, no cambiarse de chaqueta.
Es posible equivocarse con dignidad.
Pero estamos padeciendo un carnaval de mutaciones de criterios políticos que dejan en un basurero inmundo toda decencia partidista. Así escuchamos y presenciamos por televisión apasionadas declaraciones de nuevas lealtades señaladas como norte por la aguja magnética de una brújula infame que solo apunta donde está el dinero.
He dicho y escrito muchas veces que todo se mueve, que todo está permanentemente en proceso de cambio, está naciendo o está muriendo, imperceptiblemente. Un día, de repente, nos damos cuenta de que aquella graciosa niña se ha vuelto una hermosa mujer.
Una mañana, al afeitarnos, nos enteramos de que nuestro rostro tiene cuchilladas de arrugas, que los ojos no son tan luminosos como antes, las tersas manos que nos eran tan familiares ya se han ido, dejando venas y tendones brotados como un intrincado ramaje vegetal.
Pero todo lleva un proceso. Ya decían los latinos: “natura non fecit saltus”.
Y aquí estamos viviendo de salto en salto.
Me dirán que el mundo está hoy así. Muestra de ello es esa violencia insensata que apegada a monstruosos intereses económicos, arropa al mundo.
Nos desconcierta que en el país más poderoso del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica, el presidente Barack Obama, atormentado y dolido por la violencia criminal norteamericana, aparezca en televisión, con lágrimas en los ojos, vencido por un Congreso doblegado a la American Rifle Association y una cantidad de potentados inmorales que no quieren restricciones para vender armas a quien pueda pagarlas. Esto, sin que importe la condición humana que posean.
Se apoyan ellos en una retorcida interpretación de la Quinta Enmienda de la Constitución que autorizaba a organizar milicias en aquellos tiempos en que tuvo razón de ser, cuando el pueblo debía defender su independencia, lo cual ya no sucede, puesto que la seguridad nacional está en manos de bien armados y eficientes militares.
Este es otro ejemplo de que todo cambia, y también, por supuesto, las circunstancias.
Pero debe imperar la sensatez y el sano patriotismo. Antes de realizar un cambio hay que pensarlo bien, como recomienda el mensaje inscrito en la antigua espada.
No debe imperar en ello la vileza utilitarista.
Y esto es válido aquí y allá.