Cándido Bidó, siempre nuestro y presente

Cándido Bidó, siempre nuestro y presente

"Cuando brota el azul" Ültima produccioin plástica del maestro Cándido Bidó,inaugurada recientemente en la reputada galeria Anatacia Gómez Arte latino americano.

Hace diez años. El más querido de los pintores viajaba a su azul infinito…

Creemos que, en el arte dominicano, no hubo un pintor tan querido como lo fue Cándido Bidó. Más de una vez, hemos citado las palabras de aquel joven de una escuela pública: “Los dos pintores más grandes son Picasso y Cándido Bidó”. Probablemente, no ha habido otro artista tan conocido por el pueblo dominicano.

Sus raíces, su temperamento, su carrera, su obra inmensa al fin, todo concurrió para este reconocimiento, no solamente expresado después de su partida, que le acompañó durante toda la vida.

La emoción surgió en Cándido Bidó desde que decidió ser pintor y seguir clases en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Ese hijo de Bonao emprendió los caminos de la aventura, dejando el lar natal, y llegó finalmente a Santo Domingo…

Un compromiso irresistible con el arte ya marcaba el período adolescente. Cuando Cándido tomaba una decisión, no cedía. Con una voluntad férrea, actuaba … y triunfaba. La firmeza se aliaba naturalmente con una bondad y una generosidad poco comunes.

No hay mejor testimonio de ese binomio “acción-triunfo”, indisociable, que el complejo museográfico, educativo y cultural de Bonao, que Cándido levantó. Se mantuvo contra vientos y mareas, primero gracias a la fortaleza del maestro orgulloso y enamorado del lar natal; después ha sobrevivido gracias a la voluntad familiar, a contribuciones oficiales y particulares.

Trabajo y reconocimiento. Pintando, pintando, pintando, con una energía y un éxito incontenibles, Cándido Bidó alcanzó sus metas, personales y colectivas. Rápidamente, expuso en el exterior y nunca interrumpió esa proyección internacional, privilegiando el Caribe y Centroamérica.

Ganó concursos y bienales: sus obras son parte del gran arte dominicano, de colecciones públicas y privadas, en Santo Domingo y Santiago.

Sus exposiciones fueron incontables, si suman individuales y las de grupo, ¡a menudo aceptadas para fortalecer una colectiva con su nombre, como manifestación de solidaridad!
En el transcurso de su larga y fecunda carrera de medio siglo, Cándido Bidó ha sido reconocido por una cantidad impresionante de celebridades, de la política como de la literatura y del arte, y los ha conocido…. Las invitaciones internacionales se multiplicaron: son muchas las instituciones y colecciones en el mundo, que atesoran al menos “un Cándido Bidó”.

El Gobierno de Francia condecoró al artista, con la alta distinción de la Orden de Artes y Letras, considerándole pintor emblemático de la República Dominicana.
Por sus colores, su luz y su sol. Por sus personajes auténticos, criollos y caribeños. Por sus temas de la calle y la ciudad, del campo y los cerros. Por su permanente impronta de las Antillas.

Un universo. No solo hizo dibujos, pinturas, collages, sino también cerámica y obras en tercera dimensión. Con el tiempo, Cándido marcó una transición del cuadro pintado a la escultura, animando la superficie con ensamblajes y relieves. No se detuvo: talla directa y figuras aparecieron, (re)tomando formas inconfundibles.

La frecuencia de rostros femeninos frontales, clásicos en su belleza antillana, se sitúa entre el exotismo impenetrable de Paul Gauguin y los cánones antiguos de Jaime Colson, profesor de Cándido Bidó que se le independizó…

La huella francesa y europea –no olvidemos el omnipresente sol de Van Gogh- se hizo sensible desde los inicios. Post-impresionismo, fauvismo, cubismo –con un breve período neo-cubista- sedujeron a un joven, curioso, insaciable, que hasta se apropió del “azul bolita”.…

Siempre encontramos testimonios permanentes reales-simbólicos, así la casi omnipresencia de las aves. Cándido Bidó nunca las descartó, aun cuando se lanzó a nuevos lenguajes, técnicas y experimentos.

Otros escenarios. Ahora bien, estos clásicos suyos, los reconvirtió e integró a otros escenarios. Cándido Bidó siempre albergaba en sus talleres, secretos luego revelados con una sonrisa bondadosa y cómplice.

Las muñecas –“que vienen de París” como en la canción infantil- han ido poblando espacios, combinándose la pintura con el agregado extra-pictórico. Pequeñas muñecas de trapo, confeccionadas en Bonao, poblaron inagotables demografías, en filas o en ruedas, en todos sentidos y direcciones. Una pasión se percibe allí, como el caudal de los pájaros, del azul, del anaranjado.

Las esculturas, recién llegadas a la cosmogonía, sorprendieron. Las niñas en hojas de metal, fueron una revelación, entre experimento y desarrollo del lenguaje.

Las incursiones escultóricas se precisaron, metáforas tridimensionales de las cabezas y los pájaros. Tampoco faltó el retorno a la talla en madera, muy lograda.

Ojalá la exposición conmemorativa -en preparación- pueda enseñarnos “todo Cándido Bidó”.

Frase premonitoria
En 1962, Manuel Valldeperes decía de Cándido Bidó: “…Esa diversidad es un signo evidente de la preocupación de un artista joven que labora intensamente y con recogimiento para concentrar en una visión propia el espíritu del mundo en que vive”.

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