Todo ha cambiado con los efectos negativos derivados de la pandemia Covid-19. Se ha creado una nueva realidad. Por ejemplo: mayor visibilidad y reconocimiento del rol social de los Estados, los agentes económicos comienzan a reflexionar acerca de su histórica mentalidad rentista en torno al capitalismo, el factor humano, por fin, ha sido ubicado en el centro de las prioridades. De la pandemia, los seres humanos han aprendido a dar más valor a la solidaridad, a la empatía, a la humildad, a la esperanza y a la calidad del vínculo. La covidianidad debería servir para sensibilizar a los agentes económicos con respecto al compromiso social que deben asumir sus empresas.
La nueva realidad requiere de respuestas oportunas, colaborativas, eficaces y sostenibles, cuyos resultados logren satisfacer las nuevas ansiedades individuales y colectivas provenientes de una pandemia que ha dejado sin vida y sin empleos a millones de ciudadanos, a países con sistemas sanitarios sin capacidad de respuesta, así como a empresas sin ventajas comparativas y competitivas. En momentos de crisis como los actuales, es cuando se necesita que los agentes económicos del mundo, apliquen los principios y valores del capitalismo social y colaborativo. La buena gestión de los gobiernos es clave para establecer una economía más colaborativa. El capitalismo social es una mirada en perspectiva de la prosperidad al servicio del bien común.
La realidad es que los cambios impuestos por la Covid-19, a las distintas cotidianidades de la vida humana, deberían ser parte de los motivos que necesitaban los agentes económicos nacionales, regionales y mundiales para transformar el desempeño del capitalismo actual, el que mayormente sustenta sus esfuerzos en el volumen de la renta. Sobre esta perspectiva, el destacado economista y profesor Daniel Lacalle, ha planteado en su libro: “Libertad o igualdad”, importantes argumentos que justifican las razones por las que el desarrollo del capitalismo social es la única solución a los retos del nuevo milenio.
A partir de los efectos demoledores de la pandemia, los agentes económicos tienen por delante, entre otros desafíos, reservar mayores porcentajes de sus beneficios para invertirlos en acciones que mejoren la calidad de los servicios públicos. En este orden, Lacalle (2020), considera que el capitalismo social como la inversión privada en el bien público. Además, puntualiza que éste es el mejor sistema para crear soluciones sostenibles que produzcan el máximo bienestar para todos.
¿Cuál ha sido el comportamiento asumido por los agentes económicos frente a los múltiples efectos provocados por el coronavirus? ¿Han puesto los empresarios a disposición de los gobiernos parte de sus extraordinarias riquezas, para que éstos puedan mitigar las consecuencias negativas derivadas de la Covid-19, en la estabilidad de los sistemas sanitarios, en la seguridad laboral, en el crecimiento de la economía, en la gobernabilidad y en la paz social? A juzgar por hechos, las manifestaciones de solidaridad y de apoyo a los gobiernos, por parte de los sustentadores del capitalismo rentista, han sido tímidos. La circunstancia actual, podría ser una gran oportunidad para que los agentes económicos dominicanos y del mundo, pudiesen poner en práctica los postulados que sirven de base al denominado capitalismo social.
Ante la naturaleza y la magnitud de la presente crisis sanitaria, económica y social, lo más lógico y natural es que cuando sus impactos desfavorables hayan finiquitado, todo habrá cambiado: seres humanos más solidarios, uso más racional de los recursos naturales no renovables, agentes económicos más interesados en los resultados del capitalismo social, los avances y desarrollo tecnológicos estarán más al servicio del bienestar colectivo, entre otros cambios significativos, garantes de la sostenibilidad de la casa de todos: La Tierra.
Desde que los efectos del Covid-19 comenzaron a golpear la salud, el estado de ánimo, la productividad y a reducir los ingresos de las personas, los agentes económicos nacionales, regionales y mundiales han asumido un comportamiento ético y una actitud de indiferencia que, sin duda, perjudican la ya cuestionada reputación, credibilidad e imagen pública del capitalismo actual. “Las sociedades capitalistas deben ser éticas, además de prosperas”. (Paul Collier, 2019). La ambición rentista desmesurada de los hombres económicos, ha quebrado moralmente el potencial del capitalismo, tanto un sistema con posibilidades reales de establecer una prosperidad sostenible y sin precedentes.
“Deberíamos construir una economía más fuerte para nuestros hijos, no endorsarles una deuda generacional, y la manera de hacerlo es centrándonos en el individuo, en permitir que la excelencia triunfe y prospere. El capitalismo social se basa en pasar el testigo de generación en generación, no en entregarles una hipoteca…” (Daniel Lacalle, 2020). La concepción mercantil, la conducta de indiferencia y el egoísmo irracional de las élites económicas actuales, en el marco de los efectos de la pandemia, no han ayudado a los gobiernos a mitigar los impactos de la crisis sanitaria y de pérdida masiva de empleos. En esencia, la nueva realidad que se ha creado con la Covid-19, está mostrando la necesidad de rehabilitar el capitalismo vigente por uno más ético, moral y social.
Ahora y en futuro inmediato, los ciudadanos del mundo esperan que los líderes políticos y los agentes económicos unan esfuerzos, voluntades e intereses, con la finalidad de ayudar a los millones de seres humanos que han sido perjudicados material y emocionalmente por los efectos de la pandemia. En este sentido, es de confiar que el capitalismo social o economía colaborativa contribuya a garantizar la universalidad de los servicios, al mismo tiempo que reduzca el poder de los sectores clientelistas, las prácticas oligárquicas y el favoritismo mercantilista.
En pocas palabras, la situación actual aconseja actuar de manera colaborativa y solidaria, para poder retornar a la normalidad, en un ambiente con la menor incertidumbre posible. En este marco, el autor del libro “Libertad o igualdad”, afirma que: “El sector público y privado necesitan libertad para competir, innovar y distribuir. Y los consumidores y los ciudadanos han de tener derecho a elegir lo que les vaya mejor. Asumir la libertad de elección individual nos proporcionará mejores sistemas de prestaciones sociales…”
Hasta ahora, el involucramiento y los aportes de los agentes económicos dominicanos, con respecto a las acciones para afrontar y prevenir la expansión del coronavirus han sido tímidas y mediocres. Parecería que al Estado dominicano lo han dejado solo luchando contra los efectos nocivos provocados por la pandemia. Es en estos momentos que la sociedad dominicana necesita el apoyo sincero y la solidaridad de los empresarios que abogan por un capitalismo más social y menos rentista.