Yo, un hijo del Caribe,/precisamente antillano./ Producto primitivo de una ingenua/ criatura borinqueña/ y un obrero cubano,/ nacido justamente, y pobremente,/ en suelo quisqueyano./ recorrido de voces,/ lleno de pupilas/ que a través de las islas se dilatan,/ vengo a hablarle a Walt Whitman,/ un cosmos/ un hijo de Manhattan…(Pedro Mir). Cada junio arranca la temporada que en Norteamérica llaman de Huracanes pero que en la jerga caribeña conocemos como ciclones. Cinco meses de angustia atmosférica anunciada con nombres previamente secuenciados dos e intercalados de masculino a femenino, lo que históricamente ha causado graves daños a las propiedades con lamentables pérdidas de vidas humanas. San Zenón devastó la legendaria ciudad de Santo Domingo el 3 de septiembre de 1930. Se calcula en dos mil almas el saldo de muertes causadas por el siniestro. Fue esa la señal natural para el inicio de la Era de Trujillo, dictadura que concluyó con la caída del tirano bajo metralla la noche del 30 de mayo de 1961. Curiosamente acotamos que ese acontecimiento vino a suceder dos días previos al inicio de la época ciclónica de ese año. La zona caribeña ha gravitado tanto en los últimos quinientos años de historia occidental que la misma se convirtió en mar de disputa entre las potencias inglesa, francesa, holandesa y española que hoy son tema de novelas y películas de piratas y de corsarios, así como de importantes documentos geográficos y políticos.
Haití que marcó un hito en el mundo a comienzo del siglo XIX al convertirse en la primera nación en abolir la esclavitud es hoy uno de los países más pobres sobre la tierra. Nadie quiere asumir la responsabilidad de rescatar aquel conglomerado originalmente traído de África hasta el archipiélago antillano para llevar a cabo las labores agrícolas que los aborígenes no pudieron soportar por lo que paulatinamente sucumbieron.
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El naciente Estado libre soñado por Toussaint se ha convertido en tierra desflorada, seca y con poca fauna, cada día más dependiente de las importaciones. La otrora colonia más rica entre las posesiones francesas es hoy un infierno de calor y de violencia. La gente quiere escapar de ese terreno apocalíptico en el que se ha impuesto la violencia y en donde nadie está seguro. Su mayormente población negra emigrante no es bienvenida en Sudamérica, ni en Norteamérica, tampoco en Europa. ¿Hacia dónde son empujados los haitianos? Hacia el este por supuesto. Cada día son más los niños, jóvenes, madres y padres de la vecina nación que emigran sin control a territorio dominicano. Tradicionalmente en los países receptores de emigrantes provenientes de países pobres cuando se presentan crisis económicas fijan su mirada acusadora en los extranjeros. Se propaga una peligrosa fobia al extranjero lo que genera mucha violencia, inseguridad y muertes. Europa se encuentra en guerra, aumenta la tensión política en el Asia, Norteamérica entra en campaña política y República dominicana oficialmente abrió la suya.
Época ciclónica caribeña, alto costo de la vida, inseguridad ciudadana, emigración haitiana a través de una porosa frontera tradicional no nos auguran bendiciones en lo inmediato.
Políticos, empresarios, medios de comunicación y ciudadanos conscientes del momento debemos tener presente que en el Caribe tropical el día más claro llueve y que más vale precaver que tener que remediar.