En junio de este año, la promoción del Sagrado Corazón de Jesús del año1973 cumple 50 años de su graduación. La celebración se está preparando, sencilla, pero significativa. Hay un equipo trabajando para que el día sea memorable. Recordaremos a las que nos han dicho adiós y nos esperan en el cielo.
Desde que organizamos los 40 años, hace ya 10 años de ese maravilloso encuentro, nos hemos convertido en un grupo de hermanas-amigas que nos apoyamos en las alegrías y las penas.
He reflexionado mucho en este heterogéneo grupo que está unido por el deseo de acariciar nuestros corazones, sin otro interés que, de sentirnos acompañadas, después de haber recorrido el largo camino de nuestras vidas. Cada una de nosotras eligió y construyó su destino. Después de haber caminado, tropezado, llorado, nos encontramos. Y en ese reencuentro, nos abrazamos para pasar el otoño existencial acompañadas. Unas son profesionales liberales que todavía son activas; otras ya están retiradas y optaron por ser abuelas, madres y esposas; otras laboran en empresas o son empresarias; en fin, somos un grupo multicolor unidas por el amor y el placer de acompañarnos.
Nuestros nietos son de todas, nuestros hijos son de todos y ellos mismos se sienten parte de ese grupo disímil que decidió unirse con la alegría de haber vivido y el placer de estar juntas en el otoño de nuestras existencias. En las tragedias nos acompañamos, nos sentimos unidas, y el dolor compartido es el mejor bálsamo para soportar las duras pruebas que nos impone la vida. Yo misma, en este tiempo, me he sentido más que acompañada en las duras pruebas que me ha impuesto el destino.
¿Por qué es tan importante sentirse acompañado? Creo que la soledad, si bien es necesaria en algunos momentos porque necesitamos un diálogo interno, no es saludable para la vida cotidiana. Tener un grupo de apoyo, que comparte contigo las alegrías y penas hace más ligero el camino pleno de obstáculos. El aislamiento no es sano para la salud mental.
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Quizás hemos logrado coherencia y permanencia como grupo, porque nos conocimos en nuestras adolescencia. Juntas descubrimos el mundo que nos rodeaba más allá de nuestras familias que servían de fortaleza frente a la sociedad. Juntas vivimos las aventuras de los primeros amores de adolescencia. Hoy, después de atravesar mares, escalar montañas, deslizarnos, caernos, levantarnos, nos hemos unido para estar unidas, juntas, con el único objetivo del placer de sentirnos acompañadas, sin competencias ni celos ocultos.
Lo han dicho los sicólogos, que los buenos amigos ayudan a la salud física y mental. Sentirse parte de este grupo te permite sentir la sensación de que formas parte de un grupo y te ofrece el sentido de finalidad. Te ayudan en los momentos cotidianos difíciles como sobrellevar traumas, como el divorcio, una enfermedad grave, la pérdida del trabajo, peor aún, la muerte de un ser querido.
¿Somos íntimas todas las Superchicas? No. Unas somos más cercanas que otras. Sin embargo, el sentido de grupo nos ha permitido desarrollar un sentido de pertenencia que permite compartir nuestras cotidianidades buenas, malas, dolorosas y maravillosas. Así pues, soy feliz de ser una Superchica de ese grupo diverso, disperso y unido en una simbiosis extraña de gente muy parecida y distinta a la vez.
A mis amigos les adeudo la ternura
Y las palabras de aliento y el abrazo
El compartir con todos ellos la factura
Que nos presenta la vida paso a paso
A mis amigos les adeudo la paciencia
De tolerarme las espinas más agudas
Los arrebatos del humor
Le negligencia, las vanidades
Los temores y las dudas
Un barco frágil de papel
Parece a veces la amistad
Pero jamás puede con él
La más violenta tempestad
Porque ese barco de papel
Tiene aferrado a su timón
Por capitán y timonel
Un corazón, un corazón, mi corazón…
(fragmento) A mis amigos. Alberto Cortés.
Debe ser un mágico personaje el que susurra a mi oído cada noche.
Ese, que guía mi sueño a lugares locos y momentos increíbles.
De su mano veo risas, cantos, abrazos…bienvenidas!
Tanto tiempo ha pasado desde el último momento en libertad?
Dónde los seres autónomos se miraban a los ojos y podían sostener la mirada?
Ah, cuánto caudal a pasado por mis puentes memoriosos!
A veces, no me permito caer en baches de añoranzas vanas.
Durante el día es más fácil burlar a la mente e indicarle otro destino.
Pero en las noches la cosa cambia…
Seguro que no soy yo, no puedo serlo!
Es él, el duendecillo!… travieso lazarillo de mis sueños dóciles.
En esa última hendija aún abierta de mis ojos, que separa la realidad de la fantástica excursión nocturna, aún puedo enraizar a voluntad mi pensamiento.
Pero cuando se cierra la ventana, soy prisionera de los sueños.
Tantos rostros desfilan y se hacen protagonistas de grandes momentos!
Y yo, sin edad, sin raciocinio, puedo volver a tenerlos.
Voces alegres, risas, estallan desde dentro,
y muchas veces, riéndome también, me despierto.
Si los ausentes visitan, escondidos en los sueños,
doy permiso cada noche, con mis brazos más abiertos!
Bienvenidos todos aquéllos que regalan y contagian sonrisas.
Los que acarician tiernamente al corazón!
2 de julio de 2021, María del Rocío