POR WILFREDO LOZANO
Hay que rascar hasta el hueso
Carlos Quijano
El valor moral de «Marcha» se plasma en el temple de Carlos Quijano, un septuagenario que desde hace varios meses se niega a publicar el editorial habitual de la revista y lo sustituye por los decretos de Bordaberry que se oponen a la libertad de expresión. A pesar de estas graves limitaciones, el oficio de las gentes de «Marcha» les permite la «escritura entre líneas», no abdicar, en suma, del recurso de mantener el fuego sagrado crítico, aunque su calor y fulgor ya sólo sirva para los habitantes de las catacumbas.
Manuel Vázquez Montalbán, febrero de 1974.
Hace unos días, pensando en los festejos del Día del Periodista y de la famosa y vapuleada Libertad de expresión no sé que habrá pasado con mi inconsciente que soñé con Asdrúbal Domínguez y con Juan Carlos Onetti.
Con Asdrúbal debe ser porque me acordé de un consejo que me dio allá por 1985, cuando empezamos nuestra larga amistad. El me recomendó que cuando estuviera muy triste, con la moral baja o muy escéptica pensara en alguien que fuera un paradigma, un ejemplo de valor moral y ético.
Todo coincidió y se reunió como un ramillete de sincronías cuando un amigo desde Montevideo me envió una serie de trabajos recordando al viejo profesor del periodismo uruguayo don Carlos Quijano.
¡Pensar, que cuando salí al exilio, en 1977, me llevé un ejemplar de los cuadernos de Marcha en la maleta como un bien imprescindible!
Carlos Quijano fue la figura primordial del periodismo latinoamericano desde 1917 hasta 1984.
Recuerdo un texto que escribió Manuel Vázquez Montalbán en TeleXpress, el 13 de febrero de 1974 cuando arreciaban los ataques del gobierno autoritario en Montevideo.
Dice asi:
La noticia de las detenciones de Carlos Quijano, Hugo Alfaro, otros responsables de la revista uruguaya «Marcha» y el escritor Juan Carlos Onetti, deja en primer plano la desigual batalla entre un débil guerrero de papel y el monolitismo del poder que en estos momentos arropa al presidente Bordaberry. Tras el desmantelamiento del Parlamento, de la libertad de expresión y de la Universidad, «Marcha» era como el tablón del náufrago para la conciencia progresiva de un país, que de la noche a la mañana, ha pasado de las más elevadas cotas de permisibilidad a las más negras honduras del autoritarismo.
Sigue un detalle pormenorizado de lo que significó ese semanario para tres generaciones de iberoamericanos y destaca:
El valor moral de «Marcha» se plasma en el temple de Carlos Quijano, un septuagenario que desde hace varios meses se niega a publicar el editorial habitual de la revista y lo sustituye por los decretos de Bordaberry que se oponen a la libertad de expresión. A pesar de estas graves limitaciones, el oficio de las gentes de «Marcha» les permite la «escritura entre líneas», no abdicar, en suma, del recurso de mantener el fuego sagrado crítico, aunque su calor y fulgor ya sólo sirva para los habitantes de las catacumbas.
Carlos Quijano nació en 1900, en Uruguay y murió en el exilio mejicano, en 1984.
Su vida abarca un siglo y su pensamiento marcó por lo menos tres generaciones de uruguayos y de latinoamericanos. Testigo insobornable de lo que pasaba en su país esa Suiza de América, que terminaría encarnando la peor de las dictaduras sudamericanas.
Fue fundador en 1917, del Centro de Estudios Ariel, que seguía el pensamiento de Rodó, y militante en las encendidas luchas universitarias que sacudieron desde 1918 a Uruguay y a la Argentina.
Fue abogado a los 23 años tras un curso brillante que le valió la Medalla de Oro de la Facultad de Derecho, profesor de Literatura en Enseñanza Secundaria entre 1918 y 1923 y desde 1924 peregrino alucinado en esa Europa de la primera posguerra.
Quijano, creó en Montevideo, en París y en México, instituciones culturales como el Centro de Estudios Ariel, en Montevideo; la Asociación General de Estudiantes Latinoamericanos (AGELA), en París, en 1924, poco después de su llegada; la Agrupación Nacionalista Demócrata Social, en 1928. Fue diputado entre 1928 y 1931, y sobre todo fundador de un diario, El Nacional (1930), del semanario Acción (1932) y de Marcha desde1939 hasta 1974 en que fue cerrado por orden del gobierno.
Durante los cuatro años que vivió en París fueron tiempos de actividad política, estudiantil, periodística y reafirmación de convicciones en muchos terrenos.
Significó el encuentro con los compañeros de generación provenientes de toda América Latina como Haya de la Torre, el cubano Julio Antonio Mella, el mexicano Carlos Pellicer, el guatemalteco Miguel Angel Asturias, Toño Salazar, de El Salvador y el nicaragüense León de Bayle.
En esos años de París, Quijano se dedicó a los estudios económicos y al conocimiento en profundidad del pensamiento de Marx.
Cuando tuvo que definirse eligió el nacionalismo como el encauzamiento aconsejable en América Latina.
Afirmó: Me ha costado cuatro años, los cuatro años de Europa, de desgarramientos, de dudas, de observación, pero al fin creo que he encontrado mi verdad, y que ella ha de servir para que encontremos nuestra verdad, la verdad de toda la generación a la que pertenecemos […] creo que nuestra fórmula de acción debe estar en tres palabras: nacionalismo, socialismo y democracia.
Completó una rigurosa formación económica, revisó sus convicciones, devociones o certidumbres y decidió hacer las maletas y regresar a Montevideo. En un editorial fijó el programa de acción de su generación: Repudio del positivismo y orientación filosófica idealista, y además socialismo exento de todo dogmatismo sectario, nacionalismo antiarmamentista, liberalismo democrático. Por último: hispanoamericanismo como postulado básico en materia internacional o como instrumento eficaz de redención social, difusión de la cultura, he aquí los elementos comunes, principios y medios del movimiento. Puede que todavía, alrededor de las tres ideas nucleares (nacionalismo, liberalismo y socialismo) no se hayan podido consolidar mucho los conceptos; pero lo que es evidente […] es que una renovación ideológica de trascendencia se está produciendo y que la nueva generación, colocada por mandato del tiempo en las izquierdas, está buscando superar el contenido, ya envejecido entre moldes rígidos, del marxismo, y dotar, lo que es más importante, a América, de una ideología nueva, que no sufra la deprimente y extraña tutela europea.
El magisterio de Quijano está vinculado estrechamente al periodismo. En primer lugar en el diario El Nacional, en el semanario Acción, que deja de aparecer en 1938, pero sobre todo a partir de la aparición de Marcha.
El semanario Marcha fue el medio que utilizó Quijano para expresar su pensamiento pero además fue un instrumento para indagar acerca de la crisis que padecía el país, en torno a su fácil optimismo, a sus hipocresías, para aventar sus cómodas certidumbres. También para expresar sus angustias respecto al futuro del Uruguay (la patria chica) y de América Latina (la patria grande). A través de Marcha, desde Marcha, se expresaron al menos tres generaciones, esas que Angel Rama incluye en el abarcador título de su libro La generación crítica (1939-1963), y que reconocieron a Quijano como a su Maestro.
Quijano, fue esencialmente un periodista. Opinan de él que fue un estilo expositivo sin par entre nosotros, periodístico por estricto ajuste funcional pero ensayístico, en su médula, por la libertad, la invención y el acento personal que lo norman y literario al fin, por su sostenido nivel de excelencia. Un estilo inconfundible es, en el que se inscriben variadamente el fervor y el humor, el sarcasmo, la ironía y una ocasional demoledora agresividad, la autoridad natural del que sabe bien de lo que habla, el manejo ejemplar de dichos, adagios, refranes y una siempre imprevisible imaginación tituladora
Muchas veces escribía al pie de la rotativa textos perfectos y podía cifrar esa espontaneidad y alegría de escribir en una memoria privilegiada, una felicidad de escritura, un vasto conocimiento de hombres y hechos, insondables lecturas, esas eran las claves de esa aparente espontaneidad.
Muchas generaciones de latinoamericanos lo viven, recuerdan y sienten como el hombre de Marcha y maestro de generaciones.
Marcha fue un instrumentoextremadamente afinado así como también un atalaya y un ámbito privilegiado, dentro del cual Quijano luchó y murió.
Nuestra lucha se da en Marcha y desde Marcha, escribió en un editorial.
En 1974 el semanario fue definitivamente clausurado por la dictadura y Quijano debió abandonar el país, exilándose en Méjico.
Fuentes:
http://www.correo.com.uy/filatelia/frames/20005c.htm
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0716-58112003001400018&script=sci_arttext
http://www.agendadereflexion.com.ar/2004/06/n_189_carlos_quijano.html