La implicación de la autora en el movimiento clandestino contra Trujillo y su posterior exilio en Puerto Rico, hacen de su poesía un raro manifiesto a favor de la causa de la libertad en República Dominicana. Digo raro porque a diferencia de Pedro Mir, Carmen Natalia no era una poeta social, sino que venía de un intimismo que iba más allá de una propuesta individualista. La idea de la poesía con el hombre universal, le permite una poesía comprometida a la vez que olvida los referentes sociales. El tema de la libertad es su centro en el poemario “Un hombre tras las rejas” (Brigadas dominicanas, 1962); en tanto, “Alma adentro” (1939), podríamos decir que marca el primer periodo de su poesía caracterizado por el intimismo y la poesía infantil, luego en sus poemas patrióticos aparece su talante de poeta comprometida, unida a los reclamos por la libertad.
La mujer canta a la tierra, al soldado, al hermano, en universal humanidad y solidaridad, al hijo no nacido como consecuencia del temor a la represión y a la tortura. Creo que su voz lírica se alza y la maternidad queda a un lado en el trabajo libertario a favor de la patria. Este último extremo le da a la autora un poder extraordinario en la historia de la literatura dominicana. Podría postular que desde Salomé no habíamos tenido una mujer que encarara en su poética la relación femenina con el trabajo patriótico. En esto se asemeja a Julia de Burgos en Puerto Rico, con la diferencia de que Julia era una poeta social que gira hacia el intimismo en su libro “El mar y tú” escrito en 1940-1952 entre Cuba y Nueva York.
El lenguaje de su poesía logra despojarse de todo el pasado modernista y transitar a un estadio donde el ritmo está en la palabra, en el decir, en el ligar la voz a unos temas que tocan los universales. A la belleza de la expresión, recupera la conversación con un lector que está ahí casi al mismo nivel de la voz que se alza, muchas veces buscándolo como auditorio. A pesar de la intimidad que se nota en su poética, en Carmen Natalia la poesía no pierde del todo la función de espectáculo donde el decir busca una complicidad social para apurar la causa dominicana.
Se pueden atisbar algunas influencias de otros poetas en la suya. Teniendo en cuenta su arraigo en la poesía que se cultivaba en el país en los años cuarenta y cincuenta. Como muchos de los poetas de su época abrevó en Neruda y García Lorca, en Franklin Mieses Burgos, pero todas estas influencias son mínimas, porque su poesía es muy singular, muy propia.
Su trabajo en Puerto Rico, su colaboración y amistad con Maricusa Ornes, le da una nueva dimensión a su poesía, el escenario, el apego a la lucha democrática por la libertad en República Dominicana y la denuncia de los horrores de la dictadura. Una lucha militante y comprometida que deja sus huellas en su poética. Su escritura fue muy diversa, escribió teatro para niños, guiones de televisión y radio, realizó publicidad y escribió una novela.
Lamentablemente su obra no ha sido muy difundida, acaso porque no entra del todo en el canon que el feminismo ha levantado. Tal vez por su intimismo, tal vez porque no era una mujer proletaria, tal vez por desconocimiento. A pesar de ello la crítica la ha valorado. Manuel Rueda, en “Dos siglos de literatura dominicana”, parece despacharla por la influencia intimista de las poetas latinoamericanas como Juana de Ibarburu, Alfonsina Storni y Gabriela Mistral. En esa antología apenas se colocan dos poemas de la autora. Rueda no asume el canon patriótico que ha servido para difundir su literatura. Mientras que F. Gutiérrez la incluye en “Antología histórica de la poesía dominicana” (Nueva York, 1995), como parte del grupo Independiente del cuarenta, Rueda dice que asistió de forma ocasional a las reuniones de La Poesía Sorprendida. Lo cierto es que publicó más en Los Cuadernos Dominicanos de Cultura. En la selección de sus poemas que realiza Gutiérrez predominan los poemas de asuntos sociales y los homenajes que hace Natalia a sus compañeros de gesta como “Elegía a los mártires de Constanza, Maimón y Estero Hondo”, “Oda heroica a las hermanas Mirabal”, e inicia con “Alfarero Celeste”, un poema que la acerca a Mieses Burgos y a Héctor Inchaustegui Cabral.
Por otra parte, en la Antología de Pedro René Contín Aybar publicada en 1969 por Librería Dominicana, de Julio Postigo, aparecen poemas intimistas como: “Aquí me tienes tú”, “Darse”, “Mi risa”, “Una tarde de sol en la cabaña”. Es decir, que en el canon de Contín Aybar, también poeta civil, queda relegada al intimismo, en otra se destaca su poesía de aliento político.
En el libro“Poemas”(Santuario, 2017), la poeta y crítica Ilonka Nacidit Perdomo realiza una selección de la poesía de Carmen Natalia que integra los poemas “Al alfarero”, “Canción de la vida insólita”, “No fue porque yo quise…”, “La miseria está de ronda”, “Grito”, “Llanto en término por el hijo nunca llegado” y “Un hombre tras las rejas”. Esta selección mínima muestra el interés de Perdomo por mostrar la mejor producción de la autora, la que la acerca a la poética del hombre universal y deja de lado aquellos poemas que han sido destacados por el canon de los sesenta, el de la poesía más comprometida con la causa social, que es el que más se ha difundido luego de la muerte de Trujillo. Me refiero a “Elegía heroica a los mártires del Constanza, Maimón y Estero Hondo”, “Oda heroica a las hermanas Mirabal” y “Canto a mi tierra”, a lo que habría de agregar “Canto al soldado inminente”, seleccionado por Pedro Mir en el prólogo a “Carmen Natalia Poesías, obra poética completa, -1939-1976-“, (UCMM, 1981), y reproducido por F. Gutiérrez.
Carmen Natalia es poeta de dos épocas y de distintos registros poéticos que pasó de La Poesía Sorprendida a los Cuadernos Dominicanos de Cultura. Es necesario realizar una selección de su poesía: la intimista de sus primeros tiempos, la poesía para niños y su poesía de corte patriótico. No creo que se pueda negar el aserto de Mir: “No está lejos el día en que su poesía…transite entre las manos del pueblo…”