Falleció en Santiago la pasada semana el querido amigo neurólogo, Dr. Luis Enrique Cantisano, Quique, para mí y otros amigos; por ello hoy le escribo. Quique: permíteme escribirte en primera persona para expresarte el dolor que todos en la casa sentimos por tu partida hacia donde habitan los justos.
Fuiste un verdadero intelectual, un insuperable maestro desde tu cátedra en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y tu larga vida hospitalaria.
En ti estimado amigo, se dio no solo el filósofo de las neurociencias, sino también un ejemplo de vida digna como ser humano, padre y profesional.
Quique, recuerda que tuve la gran dicha de hacer contigo más de 15 viajes a los congresos científicos de nuestra especialidad neurológica por medio mundo. Al enterarme de tu partida, no te niego que recordé algunos de los viajes que disfrutamos juntos.
Fuiste todo un aristócrata sibarita, coincidíamos, teníamos gustos y juicios sobre la buena vida muy similares, porque siempre al encanto de la ciencia, le agregábamos conocer las ciudades, su exquisita gastronomía, museos, librerías y sitios de importancia. Permíteme recordarte algunas de las gratas experiencias vividas.
En el viaje a la Costa Azul de Francia, nos hospedaron en el hotel Negrezco de Niza, teniendo la cena de bienvenida en el Café Royal de Mónaco.
Luego fuimos a la Provenza, a visitar la casa de Picasso. Recuerda uno de los viajes a París con nuestras esposas e hijas, donde disfrutamos plenamente de la ciudad luz. Nos deleitamos en grande en la visita al restaurante Le Jules Verne, en la torre Eiffel, donde degustamos pato al vino.
Rememora que en el viaje a Londres tuvimos la suerte de que se estaban exhibiendo en ese tiempo las pinturas del palacio y se permitía el acceso al público en el ala izquierda.
Allí me tocó ser tu anfitrión, pues como diplomático que fui en la capital inglesa, había sido invitado años antes por la reina Isabel a una fiesta en sus jardines. Luego disfrutamos de unas exquisiteces en el prestigioso restaurante de Fortnum and Mason.
Otro viaje grato fue a Lisboa; nos hospedaron en el confortable hotel Turim Boulevard, brindándonos la cena de bienvenida en el Palacio de Bellas Artes, con un concierto de música de fado con la cantante Amalia Rodrígues, regia y solemne noche.
Luego, por tus firmes creencias religiosas, tú me entusiasmaste a acompañarte al Santuario Mariano de nuestra señora de Fátima y luego a Oporto.
Otro viaje de muy placentera experiencia fue en Viena, donde tuvimos la oportunidad en el Palacio de la Ópera con la orquesta sinfónica del palacio, disfrutamos de la música de Mozart y Beethoven.
Luego fuimos a Salzburgo, hogar de Mozart. Iguales experiencias siempre muy elegantes y agradables fueron en: Roma, Madrid, Estados Unidos, Uruguay, Londres, Barcelona, Venecia, Buenos Aires, Sevilla, Cancún, Brasil, Perú, México, etc. Recuerda que la última vez que viajamos juntos fue a Dubái, donde hicimos malabares para tomarnos un vinito.
Sirvan las líneas de esta carta astral pergeñadas a vuela pluma como despedida al amigo, al excelente ser humano, al distinguido neurocientista, a mi gran compañero de viajes y congresos. Espero la puedas recibir en la galaxia donde hoy habitas.
Descansa en paz querido amigo. Quique, le daré mis condolencias a Oneida tu adolorida esposa y a tus tres bellas hijas. ¡Un abrazo fraterno!