Apreciado director y amigo.
Inspirado en el honor que se me dispensa en el “SUBE Y BAJA” de la edición del periódico Hoy del día 12 de marzo, considero pertinente reiterar mi convicción que la mayoría de las reacciones políticas adversas relacionadas con la reforma fiscal obedece a una concepción equivocada de la misma, que la asocia indefectiblemente al aumento de impuestos y no, como debe ser en el aquí y ahora dominicano, para reducirlos y rebajarlos; acompañándolos de una simplificación de procedimientos tributarios.
Así lo demuestra la experiencia de 1992. En aquella ocasión se implementó la reforma fiscal más trascendental que se haya efectuado en nuestra nación sin que se haya producido una reacción popular adversa, a pesar del desfavorable clima político que predominaba al desconocer Bosch los resultados electorales de 1990 y hacer oposición bajo la consigna de llevar el gobierno de BALAGUER a la legalidad, lo cual suponía que su gobierno se inscribía en la ilegalidad.
Pudiera decirse que a pesar de esa confrontación entre dos líderes emblemáticos de aquella época, aquella reforma paso desapercibida en términos de temores populares. Ningún tiro sonó en aquella ocasión, ninguna protesta se escenificó y ninguna poblada atentó contra la preservación de vida y propiedades de ningún sector de la sociedad dominicana.
Obviamente, además del contenido esencial de aquellas reformas caracterizadas por la justicia y la pertinencia fiscal, la misma se manejó con esmerado tacto, habilidad y sensibilidad.
Tal vez el intelectual mexicano que se alude en el citado “SUBE Y BAJA” no observó estos predicamentos.
Adicionalmente, considero políticamente más desaconsejable anunciar ahora que se implementará después una reforma fiscal cuyos términos y condiciones siempre gravitará el temor ciudadano sobre nuevos impuestos; que definir ahora, con la precisión debida, cuáles son los impuestos que serán reducidos o rebajados, lo cual devengará, dicho sea de paso, cuantiosos dividendos políticos.
Puede dar el uso público que estime pertinente a la presente comunicación.
Con mis mayores sentimientos de consideración y estima, su admirador y amigo
Ing Guillermo Caram