Don Enrique y Doña Guillermina
New York
Abril 6, 1959
Mis queridos viejos,
Quiero hacerla breve, aunque la materia se presta a un tratamiento más extenso. Esta le será entregada por Julie en New York cuando lleguen aquí la próxima semana. Para entonces estaré bastante envuelto en la empresa de promover la caída de la Dictadura que nos aflige.
Yo sé que cuanto razonamiento emplee no será efectivo puesto que ustedes sustentan una posición diferente a la mía. No lo culpo en esto, cada uno determina en su interior aquello por lo cual vale la pena vivir y nadie tiene derecho a interferir.
Treinta años de terror y opresión han dejado una huella en el país y ustedes también como ciudadanos de él. No puedo decir que la causa de la Dictadura sean ustedes ni mucho menos, pero ciertamente no lo es nuestra, puesto que la encontramos en el mundo al venir a él. La generación que nos precedió ha fallado a la República, que la historia se encargue de juzgarla.
Ahora, que de esa actitud resignada, derrotista y poco honrosa, a querer transmitir el mismo legado a los hijos, pues media una gran distancia. Si los que me precedieron en la vida escogieron para ellos ese género de vida, Santo y bueno, pero yo ciertamente no lo quiero para mí ni para mis hijos.
Es por esta razón que he decidido embarcarme en esta empresa. Puede muy bien ser suicida, muy peligrosa, descabellada y quien sabe cuantos cobardes adjetivos, pero ciertamente es el camino del deber y la dignidad. Cuando lean esta me encontrare en Cuba. De ahí en adelante no se que destino me está reservado, pero ciertamente es el camino del deber y la dignidad. Cuando lean esta me encontraré en Cuba. De ahí en adelante no se que destino me está reservado, pero ciertamente que he de participar activamente en derribar al tirano.
No quiero que se aflijan innecesariamente, nadie hubiera podido hacerme creer que lo que estoy haciendo es injusto o egoísta. Si así fuera, ciertamente que este mundo está bien enfermo.
Desde diciembre pasado han tenido tiempo para tomar las precauciones necesarias. Como moralmente correspondía hacerlo, les he dado la oportunidad de que puedan prevenir las consecuencias.
No teman por sus vidas, si acaso habrá un poco de penuria temporal pero eso es todo. Imagino ya Pa, habráse informado en la embajada de ciertas cosas pertinentes al caso.
Todos tenemos que sacrificar algo si queremos merecer el disfrute de una vida futura honrosa y digna de ser transmitida a nuestros descendientes.
Ustedes se juegan un poco de seguridad material. Yo la vida. Así que vean quien tiene más que perder.
En fin mis viejos, no quiero hacer recriminaciones de ninguna clase, pues esta la escribo en espíritu de concordia ya que me siento en paz con mi conciencia.
Si ustedes consideran estoy haciendo algo reprobable, quiero me perdonen, pero no creo que este sea el caso.
Y, ¿Quién sabe? Puede todo salir perfectamente y ya habría ocasión luego para regocijo. EI tirano se ve imponente, pero está carcomido por dentro, nadie sabe el efecto que causará un desafío armado abierto contra él.
Vuelvo y le recomiendo tomen las precauciones debidas, no le estoy dando notoriedad a lo que hago, precisamente para evitarles innecesarios conflictos. Si creen que sea más conveniente quedarse fuera del país, pues perfecto, en fin ustedes sabrán mejor que yo lo que hacen. No creo esto dure mucho tiempo pues esta vez el conflicto se va a llevar hasta el límite y solamente la victoria se encuentra allí.
Si algo desafortunadamente me pasara, quiero que sepan me retiro de la escena de este mundo en paz conmigo mismo y con la humanidad. No guardo rencores para con nadie y todo aquel que pudiera conservar lo reservo para la lucha que se avecina.
Creo necesario en este respecto darles instrucciones respecto a mis pertenencias. Todas ellas se encuentran al cuidado de Julie, quien entre paréntesis se ha portado a la altura que esperaba de ella. En el caso que menciono, con mis ropas y otros trastos, pueden hacer lo que les plazca. Con mis cartas, quiero me hagan el particular favor de quemarlas todas con la excepción de aquellas de carácter descriptivo. No quiero dejar un rastro conflictivo detrás de mí si este hubiera en ellas. Espero eso lo ejecuten con espíritu de equidad para todos los afectados.
Por ultimo, lo más importante, TODOS mis libros, incluyendo los que están allá en casa y aquí con Julie, junto con sus estantes, TODOS quiero se lo entreguen a mi amigo Enrique Patín, quien ya sabe el uso que habrá de darles.
Esto si es verdad espero lo cumplan cabalmente, pues es la única posesión valiosa que tengo y quiero disponer de ella en una forma que sea útil al mayor número de personas. No pueden dejar de cumplir este deseo mío.
Aparte de esto creo tengo poco que agregar. Un abrazo fuerte para todos mis amigos a quienes no creo haber defraudado, para ello me permito hacer una cita clásica y decir con Pericles: «La felicidad consiste en la libertad y la libertad en el valor». A lo que agregaría, la vida sin dignada y sin honor es una hiriente limosna.
Con todo el cariño, su hijo.
Johnny