Ser periodista, en gran medida, es contar historias. Hoy, como diría Silvio Rodríguez, mi historia es difícil, no voy a hablarles de un hombre común. Quiero contarles del Orlando Jorge Mera que conocí.
Y para hacerlo uso mi arma principal, la palabra como fiel testimonio del legado que a este país deja quien fue una persona humilde, noble y trabajadora.
Justamente, esto confirma que no se puede ser buen profesional si no eres una buena persona. Porque como servidor público don Orlando Jorge Mera fue un trabajador incansable e imparable, dedicado y genuinamente interesado en hacer las cosas bien y correctas.
En el caso de su última función pública como ministro de Medio Ambiente, les cuento que su afán comenzó temprano. Antes que saliera el decreto ya don Orlando estaba trabajando duro. Así de metódico y organizado era. Lo primero fue el compromiso ético. Ponerle un norte a su gestión: ¡Y no pudo elegir mejor! don Orlando proclamó que iba al Ministerio de Medio Ambiente sin intereses de un lado ni de otro, simplemente a, como abogado al fin, hacer cumplir las leyes.
Lo segundo habló mucho de su visión democrática porque se abocó al diálogo y se dedicó a abrir las puertas de ese ministerio para que todos los sectores fueran escuchados.
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Las jornadas eran largas. Implicaban documentarse en materia medioambiental pero también conocer cada área protegida de este país. Y don Orlando asumió el reto con tanta pasión que hasta su imagen personal se transformó y de aquel abogado formal se transmutó y adoptó hasta los colores de la naturaleza.
Tal como él mismo contó, el cambio fue genuino y fácil, pues venía de una larga tradición de criar abejas y su pasión de corredor y ciclista.
Recuerdo que en el primer discurso que pronunció como ministro de Medio Ambiente pidió convocar a todos los colaboradores y en la explanada del edificio desde el que hoy sacaron su cadáver, dijo que un viaje de mil millas comienza por un primer paso. ¡Don Orlando, usted dio tantos pasos de servicio, entrega y afán para hacer un buen trabajo!.
Lo único que me da paz es que aunque, por ética, dada la cercanía, evité lo más posible halagarlo en público, en aras de preservar la objetividad, en privado, como ciudadana, le dije muchas veces del buen trabajo que estaba haciendo y que yo sabía que eso en este país no era fácil.
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Me atreví a escribir esta carta porque en este país los ejemplos de servicio público y de funcionarios interesados en hacer cumplir la ley faltan. Hoy, Orlando Jorge Mera es una muestra del costo que tienen que pagar algunos que se atreven a enfrentar intereses. ¡Pero que no nos gane el miedo y que su trabajo sirva de inspiración a muchos y a muchas!.
Concluyo estas palabras con agradecimiento, porque, en lo personal don Orlando creyó en mi generación y siempre nos apoyó cuando nació Sol de los Sábados cuando hicimos el Simposio Juventud, Mujer y Política y cuando publiqué mi libro. Estuvo en cada proyecto o paso que dábamos.
A mi querida y admirada Dilia, a mi amigo Orlandito, a doña Patricia y a sus demás familiares mis condolencias y solidaridad.
Al país: hemos perdido un hombre bueno y un buen servidor público.
A don Orlando un último mensaje: ¡Misión cumplida! ¡Descanse en paz ya! ¡Se lo merece!