Motivada por la tendencia conceptual que motoriza a muchos museos contemporáneos en el mundo, de ser espacios vivos, mutables, orgánicos, críticos, dinámicos… en donde no solo se preserven piezas artísticas sino que la cultura ‘germine’ de manera constante en todas sus manifestaciones, una mujer, visionaria y apasionada por el arte creó, hace tres años, un espacio cultural en el epicentro de nuestra ciudad amurallada.
Se trata del primer ‘museo participativo’ de República Dominicana, donde los usuarios son creadores y protagonistas, mientras el espacio, su esencia y colecciones expositivas se adaptan a estos, a fin de ser una vía de expresión y experiencia genuina.
Esto es el Museo Casa Mella- Russo, un interesantísimo proyecto cultural, que se suma a los museos establecidos en la Ciudad Colonial bajo una visión innovadora.
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Su creadora y directora, Altagracia Mella-Russo, acarició, perfeccionó e hizo realidad este sueño. A esta mujer, la pasión por el arte y el coleccionismo le corre por las venas: proviene de una familia de intelectuales de origen italiano, su madre Yolanda Russo Gómez, escritora, la guío y transformó en la gestora cultural que es hoy, dentro de este casco antiguo testigo del tiempo y sus hechos.
La intención museística de Casa Mella-Russo –dice doña Altagracia- presenta una propuesta inclusiva, que va desde la edificación misma, hasta la presencia de piezas escultóricas, como un mural cerámico, realizado por el artista Said Musa, que rompe con el convencionalismo del ‘no tocar’ e invitan a los visitantes a interactuar.
Bienvenidos
Una amplia e imponente puerta a dos hojas, en tono verde esmeralda, y con figuras de tallado arqueado, invita a descubrir lo inesperado. En la recepción, el visitante se detiene: un estante, de piso a techo, exhibe piezas tainas y cristalerías francesas, italianas, españolas y estadounidenses, huellas de varias etapas históricas vivenciadas por los residentes en esta casona colonial, encontradas tras las excavaciones para la adecuación de los espacios del museo, y que ahora causan diversas inquietudes en quienes las observan.
Esta recepción se integra de forma armoniosa con una biblioteca especializada en temas de arte, visitada diariamente por estudiantes, artistas, arquitectos y amantes de las artes, en sentido general.
Dónde está
La casona, ubicada en la calle Duarte esquina Arzobispo Nouel, cerca de la Catedral, fue erigida en el siglo XVI (1538), año de fundación de la Universidad de Santo Domingo (actual, Universidad Autónoma de Santo Domingo, (UASD). Registros históricos dan cuenta que su primer dueño fue un señor llamado Claudio Bernal; sirvió de vivienda y diversos negocios, hasta la Iglesia Católica la usó, desde 1828 al 1835, como almacén, aporta Jennifer Martínez, coordinadora de actividades del museo.
En 2016, doña Altagracia la adquirió, para entonces operaba un taller de orfebrería, que confeccionaba artesanía a base de larimar y ámbar; cinco años después se convirtió en lo que aquí presentamos.
El inicio de un todo
Durante el proceso de recuperación, se descubrió que la casa había sido remodelada en el siglo XX, coincidiendo el estilo y materiales empleados con características de la era Republicana. Develar su estructura colonial fue un proceso largo y complejo, en el que se involucraron los arqueólogos y restauradores Francisco Coste y José Dolores Pío. Portales de piedras y ladrillos, arcos y ventanas aparecieron detrás del cemento, hasta el hermoso patio español que hoy acoge, en la magia envolvente de su entorno, a contertulios. Había sido sellado para ser usado como depósito.
Casa Mella-Russo posee dos salas de exhibición: la del primer piso muestra, de forma permanente, la colección de doña Altagracia, compuesta por creaciones de artistas dominicanos, latinoamericanos y españoles, como Yoryi Morel, Jaime Colson, Celeste Woss y Gil, Oswaldo Guayasamín, Joseph Gausach, Fernando Peña Defilló, José Vela Zanetti, Darío Suro, Eugenio F. Grabell, Iván Tovar, Elsa Núñez, Guillo Pérez, Cándido Bidó y Amaya Salazar, entre muchos otros. “La joya de la casa es una versión de la Virgen de la Altagracia, óleo sobre madera, de finales del siglo XVIII (1721), atribuida a Diego José Hilares”, nos dice Martínez.
La segunda sala, en el sótano, está destinada para colecciones temporales, bautizada con el nombre de doña Yolanda Russo Gómez, comparte espacio con áreas de apoyo y de servicio (una oficina, el depósito de obras de arte y la cocina). En el tercer nivel, una sala privada y una pequeña terraza, utilizada para reuniones más privadas.
El patio, es el espacio ideal para tertulias, conversatorios, puestas en circulación de libros, talleres de pinturas y conferencias. Destaca en este tinajones traídos en barco desde Portugal por la exquisita diseñadora Patricia Reid Baquero – fallecida recientemente- y una fuente que evoca una lluvia incipiente a todo lo largo de la pared.
En estos tres años, Casa Mella-Russo ha realizado cerca de 80 actividades culturales, siendo la exposición más reciente ‘Presencia infinita’, con motivo de los 100 años de la destacada artista Clara Ledesma, nacida en 1924, Ledesma falleció el 25 de mayo de 1999 en Nueva York.
La semana pasada comunitarios de la ‘zona’ participaron en el conversatorio ‘Reflexiones sobre avances, desafíos y soluciones en el espacio público de la Ciudad Colonial’.