Casablanca quiere ser patrimonio de la humanidad

Casablanca quiere ser patrimonio de la humanidad

Casablanca (Marruecos). La ciudad de Casablanca, capital económica de Marruecos, foco industrial, urbe bulliciosa y con fama de fea y hostil entre los mismos marroquíes, se ha armado de argumentos para presentar ante la Unesco su candidatura a patrimonio de la humanidad.

En un país con un riquísimo patrimonio de todas las épocas musulmanas, presente en Fez, Marrakech o Rabat, Casablanca es la más original de todas las ciudades por su colección de estilos arquitectónicos modernos, fundamentalmente de la primera mitad del siglo XX, cuando estaba colonizada por los franceses.

La llaman sus enamorados “ciudad laboratorio”, porque ha servido de terreno experimental a los arquitectos más singulares que querían dejar su huella y demostrar que hay otra manera de mirar Marruecos.

A Casablanca, los turistas van a ver la imponente Mezquita de Hasán II, que se levanta a orillas del Atlántico, pero la verdadera joya es su colección de edificios de estilo “art déco” y neomorisco, diseminados principalmente en las zonas centrales de la ciudad.

El edificio de Correos, los tribunales, el Banco de Marruecos, los antiguos mataderos, las quince salas de cine de la época colonial, sedes de compañías de seguros, cámaras de comercio, un club de aviación y un buen número de inmuebles residenciales; así, hasta sumar 800 edificios “art déco” y modernistas, de entre 1920 y 1956 (fecha de la independencia del país).

Junto a ellos, hay todos los edificios neomoriscos con que los colonizadores franceses quisieron imitar a los antiguos palacios meriníes de Fez o saadíes de Marrakech, con un resultado tan logrado que muchos marroquíes creen hoy que esas construcciones son tan genuinas como el cuscús o la babucha.

De registrar esta colección de edificios y en algunos casos salvar la vida de inmuebles únicos amenazados por la demolición se ocupa la asociación Casa Mémoire, creada hace diez años por un grupo de arquitectos a los que más tarde se han unido historiadores, artistas y simples vecinos preocupados por el futuro de su ciudad.

Ahora Casa Mémoire, con el apoyo de las autoridades de Casablanca, hasta hace poco insensibles a la degradación arquitectónica de la ciudad, está preparando un “dossier” para entregarlo a la Unesco antes del mes de febrero, cuando cada año se cierra la inscripción de nuevas candidaturas para integrar el patrimonio de la humanidad.

“Necesitamos 2 millones de dirhams (unos 200.000 euros; 267.000 dólares) para preparar el ‘dossier’ y solo tenemos una cuarta parte”, asegura a Efe Abderrahim Kassou, encargado de la candidatura ante la Unesco, pero se muestra confiado en poder reunir todo el monto en los próximos meses.

Kassou dice que Casablanca tiene un patrimonio que la emparenta con ciudades mediterráneas como Melilla (España), Argel o Tel Aviv, urbes donde también el modernismo y el “art déco” dejaron su huella, aunque sólo esta última se halle inscrita en la lista de la Unesco.

Entrar en la preciada lista -reconoce Kassou- no supone ningún beneficio financiero, sino que implica más obligaciones y responsabilidades para los poderes municipales, pero es cierto que la marca Unesco puede convertirse en un reclamo turístico y atraer las inversiones en el sector.

El tranvía de Casablanca, inaugurado en diciembre de 2012, ha puesto patas arriba a la ciudad durante varios años, pero su instalación no ha supuesto agresión ni merma al patrimonio arquitectónico. Al contrario, dice Kassou, el hecho de que pase por las avenidas más ricas en edificios históricos ha hecho que éstos ganen visibilidad y valor.

Así, ante el empuje de la asociación, las autoridades pidieron a Casa Mémoire que les ayudaran a instalar en cada una de las 48 estaciones del tranvía unos paneles explicando los edificios de valor en el entorno de cada parada del tren, para divulgar ante los casablanqueses sus propios tesoros.

Lejos están los tiempos en que esta asociación de amantes de la arquitectura eran acusados de “neocolonialismo” por tratar de perpetuar el legado francés. Ahora también los “casauis”, como les gusta llamarse a los habitantes de Casablanca, comienzan a ser conscientes de todo lo que atesora su ciudad.