La energía y entrega de Cecilia García no decae a lo largo de la obra, durante una hora y 45 minutos. Fuente externa
Tras el pasado fin de semana a casa llena en la Sala Ravelo del Teatro Nacional, cierra esta noche con todas las boletas vendidas
El estreno mundial en la Sala Ravelo del Teatro Nacional Eduardo Brito de la obra Alma Mahler, “La Novia del Viento”, del dramaturgo peruano Herbert Morote, protagonizada por Cecilia García, marca un hito en la historia teatral de nuestro país.
La vida de Alma Marie Schindler, conocida como Alma Mahler, una de las mujeres más fascinantes de la Europa de principios del siglo XX, nacida en la Viena de los Habsburgo, la conocemos a través del libro de la escritora británica Susanne Keegan.
Alma Mahler, cuyo apellido lo toma de su primer marido, el compositor vienés Gustav Mahler, es una mujer de avanzada, se rebela contra la tradición y las formas establecidas por la sociedad, y se implica en los movimientos más destacados de la música, las artes, la literatura.
Compositora y pianista, considerada por muchos como una egocéntrica, pasa a la historia por ser la esposa o amante de grandes figuras de la época, convirtiéndose en catalizadora de la creatividad de aquellos hombres con los que compartió su vida.
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Inspirado en esta historia, el monólogo lírico de Herbert Morote es una exploración del yo, del autorreconocimiento, que nos narra en forma cronológica la vida de esta mujer singular. El autor utiliza la figura del interlocutor, en este caso no imaginario, un periodista que acude a la casa de Alma Mahler para realizarle una entrevista, y aun sin pronunciar una palabra, solo escribiendo o con un gesto sorprendido o interrogativo, está presente, necesario para dar significancia a la enunciación del yo locutor.
El extenso texto de Morote, reflexivo, emotivo, logra una condición esencial en el teatro, entretener, lo que dependerá finalmente del elemento único e insustituible, el actor o la actriz.
La puesta en escena
El director Carlos Espinal logra transponer la escritura dramática del texto a la escritura escénica, ensamblando y armonizando elementos esenciales, escenografía, música, luces, y pautando el ritmo de la acción.
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La escena nos muestra una sala sencilla en la que se distingue un piano, elemento referente, y en el fondo una pared blanca, especie de pantalla; con la entrada de la actriz verdadero artífice del drama en compañía y del periodista, se inicia la acción.
La personalidad de Cecilia García, ataviada de una hermosa bata, se deja sentir, se apodera de la escena y con una actuación orgánica se adentra en la psicología del personaje y sus circunstancias, da forma, logra crear y se convierte en Alma Mahler.
En una especie de coloquio, con exquisita expresividad y pasión, a veces con rabia, Alma Mahler va narrando su historia, conocemos sus múltiples relaciones amorosas, cada hombre que marcó su vida que inicia, con el hermoso vínculo que la unió a su padre, luego, con su primer esposo, Gustav Mahler, que la obligó abandonar sus ansias de convertirse en compositora y del que heredó su apellido.
Con sensualidad y marcado erotismo, evoca una de sus relaciones más intensas, la vivida con el pintor Gustav Klimt, mientras, vemos reflejarse en la pantalla el hermoso cuadro “El Beso”, del célebre pintor.
El relato continúa, recuerda su unión con otro pintor, el expresionista Oskar Kokoschka, que tras su ruptura y frustración, aquel amor quedó plasmado en el cuadro “La Novia del viento” o “La Tempestad”, en el que Kokoschka representa en forma alegórica el intenso amor vivido con su amante Alma Mahler, y que da título a la historia, al monólogo.
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Otros personajes prominentes que formaron parte de su disipada vida son recordados, su segundo y tercer esposos Walter Gropius, fundador de la Bauhaus, y Franz Werfel, dramaturgo expresionista, que la acompañó hasta el final de su vida.
La energía y entrega de Cecilia García no decae, su exquisita expresividad y pasión logran mantener la atención; el humor, faceta dominante, surge de la ironía vinculada a cada situación, elemento que la actriz maneja a cabalidad.
El personaje en la sombra, el periodista, guarda silencio, el actor Mario Arturo se convierte con propiedad, en un espectador más.
A manera de colofón, la escena final es arrebatadora. Cecilia García con exquisita expresividad y pasión, envuelta en una espiral cromática, se proclama, yo soy “La Novia del viento”, y en un acto reflejo el público se pone de pie y aplaude una y otra vez, convencido de haber presenciado la mejor actuación de Cecilia García, en su dilatada carrera de actriz.
“La novia del viento»: Los elementos de puesta en escena
El adecuado manejo de las luces con mayor o menor intensidad, dependiendo del momento, es un diseño apropiado del iluminador Ernesto López.
Otro elemento que adiciona a la puesta en escena es la música de los grandes clásicos, que intermitente inunda la escena con el volumen apropiado, excelente escogencia del músico y director de orquesta Dante Cucurullo.
La suma de todos los elementos conforma la armonía y belleza del todo de esta magnífica puesta en escena dirigida por Carlos Espinal.
Como Alma Mahler, Cecilia García continúa esta noche en la Sala Ravelo del Teatro Nacional Eduardo Brito.