La celebración del 46 aniversario del Teatro Nacional Eduardo Brito fue en grande, una noche de primorosa música, que se me antoja llamarla excepcional. La Gala Lírica contó con la participación de dos de las mejores voces del Bel Canto actual: Natalie Peña-Comas y Ramón Vargas, bajo la magistral dirección de nuestro talentoso José Antonio Molina. Al ver al maestro Molina inspirado dirigir la sinfónica que estuvo armónica a la perfección, pensé en algún momento en esa majestuosa noche, en el arte como expresión humana en todas sus vertientes: por ejemplo a mí que me gusta escribir, no es tan solo la construcción literaria,hay que sondear el espíritu que mueve la pluma, en la voluntad ansiosa de conquista y comunicación, en el pensamiento desgarrado por la conciencia dubitante, en el modo en que cada uno enfrenta el mundo y sus problemas, a través de nuestra propia e intransferible transitoriedad. El escritor como el artista, es más una revelación del espíritu que solo un problema de estilo.
Pero volviendo a esa noche, Natalie, que es nuestra María Callas, estuvo impecable en voz, gracia y movimientos, por igual el tenor Vargas mejicano de prestigio mundial a igual altura. Interpretaron entre otras, algunas de mis preferidas: «Bodas de Fígaro», «Don Giovanni», «La Boheme», «La Traviata», etc. ¿Por qué los humanos hacemos música? es una pregunta de difícil respuesta, pero la música, junto al lenguaje, es una identidad solo propia del ser humano. Algunos se refieren al canto de las aves como musicalización y en ellas es para defensa de su entorno. Sin embargo, solo el cerebro humano tiene función musical placentera, bien sabemos que no existe ninguna cultura en el mundo sin música. El oír, se considera la función más importante del humano, luego de la vista. Nuestro cerebro registra sonidos cuando por la presión del aire se estimulan áreas del canal auditivo del oído, se amplifican las ondas en el tímpano y esas ondas sonoras por lo que se llama»transducción»se convierten en ondas eléctricas y el nervio auditivo las lleva hasta el cerebro, al área auditiva en la región del lóbulo temporal (detrás de la sien) y hasta la corteza cerebral que es donde se discrimina y se valora. Esta no es la única vía que tiene el cerebro para discriminar los sonidos: participan, pero en menor escala el tallo cerebral (comunica cerebro y médula) y el tálamo (una almendra profunda en el cerebro que actúa como policía de tráfico de los estímulos).
Un estudio describió que hay compuestos químicos que se liberan en el momento que sentimos más placer escuchado la música que nos gusta. Científicos de la Universidad de McGill en Montreal, en una publicación en la revista Nature, estudiaron el placer de la música en el cerebro, siendo la primera vez que se comprueba que la dopamina, neurotransmisor neuronal, se estimula en su producción y aumenta con la música de nuestro agrado. No es posible supeditar la felicidad y el placer a unos elementos puramente químicos, pero el cerebro actúa con química y electricidad, siendo la dopamina uno de los elementos químicos más evidentes. Este es un neurotransmisor que desempeña una amplia variedad de funciones en el cerebro, pero una de las más conocidas y contrastadas es su papel en la generación de placer y gratificación o recompensa. La dopamina es el neurotransmisor que sustenta toda la actividad del circuito mesolímbico de recompensa del cerebro. Los investigadores afirman que este resultado es significativo porque comprueba que los humanos obtenemos placer de la música comparable con el placer que se obtiene de estímulos biológicos (por ejemplo, una buena comida, un exquisito vino, la actividad sexual, saciar la sed, recibir dinero, las drogas, etc.)
Por un momento esa noche cerré mis ojos y volví a Londres al Barbican Center, al Royal Albert Hall, al London Pavilion, a la Opera de Viena, al Teatro Colón de Buenos Aires, etc. Y culminó sintiéndome esa noche más que orgulloso de ser dominicano y reafirmando en mi interior el que sí podemos ser iguales o mejores que otros países en todo, la calidad de ese espectáculo lo ratifica, terminamos todos cantado a viva voz: “Por Amor”.